30/8/09

Marcela


Cuando Marcela colgó el auricular, la rabia que había ido acumulando a lo largo de la conversación se le llegó a la garganta en forma de arcada. Sacó un pañuelo del bolsito que colgaba de la silla y se lo llevó a la boca. Sudaba, y al intentar secarse la frente con sus manos se percató de que estaban también empapadas, de modo que sólo consiguió sentirse aún más acalorada.

La hubiera llamado mala mujer, o frígida de mierda, o putana malnacida. O adefesio, que esta palabra siempre le había parecido muy humillante desde que aquel hombre que la poseyó en Buenos Aires se negó a pagarle diciendo que siendo tan fea no merecía emolumentos. Pero había callado. Una vez más, se había refugiado en un silencio que su interlocutora interpretaba como aceptación manifiesta de su culpa.

Marcela se había instalado en el arrabal, aquel día de abril en que un cielo marengo y aburrido se extendía más allá del puerto, hasta el horizonte. Pensó que podría comenzar una vida nueva o, al menos, una existencia tranquila. Pronto se percató de que la fama, buena o mala, se pega a uno como esos chicles que se pisan por descuido y que luego no hay manera de soltar de la suela del zapato por muchas sacudidas que se den o por muy pasada que esté la goma masticada. Dos días después de su llegada, ya la miraban mal. Se habían enterado de que las monedas con las que pagaba la pensión salían de entre sábanas alquiladas por horas, de besos pagados malamente y de orgasmos fingidos una vez que transcurrían los diez minutos a que daban derecho los cuarenta pesos. El hobby del barrio era cotillear de los demás y ella se convirtió en el divertimento preferido de las tertulias de café y los debates de patios repletos de ropa tendida. No habían sido meses fáciles pero el destino es caprichoso y un día se cruzó con él. Y él, lejos de mirarla como lo hacían los demás, le sonrió y, tres o cuatro días después la invitó a un café vienés. Y ella, desvalida de ternura, se enamoró como nunca antes lo había hecho.

Volvió a pasarse el pañuelo por los labios como si aquel gesto pudiera quitarle el desasosiego que le subía desde el estómago. Se secó un par de lagrimas que se mezclaban con las gotitas de sudor y se dijo a sí misma que había hecho bien en callar, en no contestar, en ubicarse en el lugar que el mundo cruel le había asignado. No por ella, porque si por ella misma hubiera sido le habría cantado las cuarenta a la bruja esa. No, por ella no. Por él. Sólo por él. La maldita se había atrevido a decirle que le robaba, que los dejara en paz, que la denunciaría por acoso, por furcia, por escándalo público. La asquerosa. Si ella supiera. Si pudiera pasarle por el morro tan sólo un poquito de lo que ella conocía.

Se asomó al ventanal del ático. Los cielos grises le perseguían y aquel atardecer no podía ser distinto. La luz del faro brillaba ya y, poco a poco, motitas titilantes de luz iban alumbrando las casonas de la ciudad que yacía atrás de la colina. El mar estaba en calma, tan sólo rizado por el viento norte que ya empezaba a enfriar de lo lindo. Llovería seguro. Sonrió. Mejor así, pensó. Se quedará más tiempo. Le costará marchar, volverse, abandonar la seda de sus abrazos. Instintivamente, ocultó el paraguas que pendía del perchero. Si quería dejarla esta noche, tendría que calarse hasta los huesos.

El aire y el fresco de la noche recién llegada repusieron su rostro y su ánimo. Abrió el grifo de la ducha y mientras esperaba a que el agua saliese tibia, se miró desnuda en el espejo. Sintió anticipadamente el placer de su hombre, los besos suaves en sus pechos y las caricias en su espalda.

Oyó subir el ascensor y se le iluminaron los ojos al sentir que se detenía en su planta. Sonó el timbre y supo que era él.

La besó con aquel cariño tan intenso y tan íntimo que jamás antes había conocido. Estaba hermoso y sonreía.

- Lo siento. Me demoré. El colectivo tuvo una avería y tuve que caminar un buen trozo – se quitó la gabardina y se aflojó la corbata- No te imaginas cuánto he deseado verte todo el día. Te quiero tanto.

Ella se refugió en sus brazos, volvió a besarle y se perdió en el iris de sus ojos.

- ¿De verdad que me quieres?
- Lo sabes. Más que a nada en el mundo.

Él se encargó de poner la mesa. Ella de calentar las croquetas y los escalopes. Cuando iba a servirlos, le dijo:
- ¡Ah!, llamó tu esposa antes. Pero no te preocupes, callé nuevamente.




Dime que me quieres



Entre la angustia del día a día,
de los apuros cotidianos, del trajinar del trabajo,
de los obstáculos, de la mala suerte,
dime que me quieres.
Entre el pasar aburrido por la vida,
ante la espera de sueños que nunca llegan
y de anhelos siempre incumplidos,
dime que me quieres.

Incluso si no lo sientes,
o si has de mentirme,
o si lo has de hacer por caridad,
dime que me quieres.
Cuando estamos tan separados
que parece que los caminos se alargan solos,
y que las horas se hacen infinitas,
y las primaveras no vuelven,
dime que me quieres.

Cuando tengo dudas de todo,
cuando las tienes tú,
cuando la vida me apoca,
cuando me siento desvalido, inerme,
cuando necesitas que te abracen,
cuando deseas solazarte en un cariño, en una caricia,
dime que me quieres.
Cuando la noche se queda sin luceros de plata,
y el aire de la noche nos hace tiritar,
y nos desvelamos inquietos,
y pensamos que todo acaba,
y que ya no habrá mañana,
dime que me quieres.

Cuando caminamos tan juntos pero tan lejos,
sin encontrar un lugar, no el tuyo ni el mío, sino el nuestro,
donde acostarnos en un abrazo íntimo,
dime que me quieres.
Cuando parece que nunca podremos
salir del bosque de los malos duendes,
hallar nuestro – otra vez, nuestro- sendero propio,
besarnos en el parque,
gritar cuánto te adoro,
dime que me quieres como yo te lo digo a ti.




29/8/09

Relato colaborativo



Santiago Solano de Escritores en Red (http://santiagosolanogrande.blogspot.com/2009/08/tres-dias-tristes.html ) ha puesto en marcha una iniciativa para crear un relato colaborativo a partir de una semilla (“Salvar a Elvirita”) que él mismo ha escrito. Los que deseen participar deben enviar una continuación que debe ocupar exactamente 387 palabras. Yo ya he enviado mi modesta colaboración (http://santiagosolanogrande.blogspot.com/2009/08/al-final-de-un-calcetin.html ). Si hay suficientes aportaciones es posible que todas ellas se editen en forma de libro.


Como estrellas azules




A veces, pensaba que la existencia era como el cosmos. Una enorme inmensidad aburrida, desganada y oscura, iluminada de tanto en cuanto por la luz brillante de estrellas azules. Su vida era también algo así.

Mientras no estaba con ella, los días y las noches transcurrían rutinarios, anodinos, ausentes. Pero, en su viaje por la vida, cada cierto tiempo – siempre demasiado- había tardes y noches que eran como chispazos de bienestar, de paz, de ilusión, de júbilo. Las estrellas de su espacio eran los ratitos íntimos en que se abandonaba entre sus brazos. Poco importaba dónde ocurría, o cuándo, o si el cielo estaba azul o permanecía lleno de bruma. El talismán era ella, sólo ella. Cuando sentía su mano engarzada en la de él, sus ojos abrazados a los de ella, sus alientos unidos en un suspiro de palabras tiernas, sus labios hechos uno, sus risas jugando a entonar al unísono armonías improvisadas, el resto del universo se perdía en un negro lejano que apenas importaba. En esos instantes, se hacía la luz y un milagro hilaba una intimidad inmensa en torno a ambos y cincelaba memorias eternas. Su corazón se inundaba de un caleidoscopio de colores, de una marea de palabras dulces, de promesas, de conjuros de ternura, de miradas cómplices y de utópicas quimeras con las que poder vivir un ratito más, con las que poder soñar cuando las candelas se agotaran. El pequeño y oculto lugar donde se besaban era, de pronto, un universo entero, el jardín de las delicias, el edén anhelado donde derrotar la negrura del desamor. Allí jugaban como niños, se contaban secretos, amaban con pasión desatada, temían al reloj que implacable proseguía su tic-tac.

Luego, la chispa se extinguía, el negro espacio regresaba y la nostalgia infinita lo cubría todo. Entonces, él miraba hacia atrás y se alegraba de todas las estrellas brillantes que ella había dejado en su camino.



Relatos en teléfono móvil


El escritor Juan José Millás va a difundir narraciones breves a través de teléfonos móviles mediante un acuerdo entre él mismo, la editorial digital Bubok (www.bubok.com) y Telefónica. Estos “articuentos” (así los denominan los promotores de la idea) se enviarán a los suscriptores que se apunten a la iniciativa y son de pago. Se puede conocer más sobre las condiciones aquí y aquí.



Día del Blog 2009


Los próximos 30 y 31 de Agosto se celebra el Día del Blog 2009. Destacan los talleres sobre creación de blogs, podcasting, microblogging, e-learning, redes sociales, etc. Para más información puede verse la página http://www.diadelblog.com/

22/8/09

Believe


Believe (http://www.overthere.com.au/believe/index.html ) de Diane Caney es un interesante trabajo de literatura digital en el que se combinan una quincena de poemas y textos breves en una narrativa que usa enlaces hipertextuales y elementos multimedia. En esta ocasión, nos encontramos –afortunadamente- con un lenguaje rico, que evoca sentimientos e ideas, envolvente. Una reflexión sobre la soledad y la desesperanza. El fundamente de esta obra es el texto y lo digital ayuda a resaltar ese texto, curiosamente a pesar de romper su linealidad. Interesante. Su interface es, no obstante, demasiado austera.



21/8/09

El reino de los espejos torcidos


El reino de los espejos torcidos
(http://www.unav.es/digilab/proyectosenl/0001/final/espejos/index.htm) de Galina Savitskaia es la traducción a formato hipertexto de un cuento ruso infantil de Vitalii Gubarev que ha sido traducido al español por la propia autora. Su interface es, como no podía ser de otra manera, naif pero adecuada para la lectura. Su interactividad se basa en poder elegir al final de cada párrafo lo que dice o hace un personaje determinado pudiendo seguir la historia por caminos diferentes en cada ocasión que se lee.


Closed


Closed (http://www.ubu.com/contemp/strano/closed.swf) de Fernando Strano tiene muy poco de literatura aunque podría considerarse un caligrama mínimo. Juega con dos palabras –closed y open- y el dibujo simple y esquemático de una llave que se crea y destruye. En muy pocos segundos, se pierde el interés.



20/8/09

El Juego del Ángel



Cualquier comentario acerca de El juego del ángel (Planeta, 2008) de Carlos Ruiz Zafón está, sin duda, marcado por el libro anterior del autor, La sombra del viento. Y, quizá, incluso por libros anteriores como Marina. De hecho, tienen muchos elementos en común: la misma ciudad - esa Barcelona modernista narrada con añoranza-, el mismo escenario, las mismas casonas misteriosas y llenas de historia, el mismo cementerio de libros, similar trama en torno a la obsesión por los libros, personajes comunes. Pero son novelas que pueden ser leídas independientemente y que se contienen a sí mismas sin necesitar una de la otra. Si se leen seguidas es seguro, no obstante, que el lector tendrá una evidente sensación de “dèja vu”. Pero eso ocurre con muchos trabajos de otros muchos escritores. Y si a uno le gusta el estilo Zafón, este nuevo libro no le defrauda.

Lo primero que hay decir es que leer a Zafón es leer literatura fantástica, gótica, de aventura, hipnótica, envolvente, y hay que estar dispuesto a dejarse atrapar en una atmósfera de ensoñación y misterio. Fantasía contada de manera realista, pero fantasía al fin. Fantasía que busca entretener (y no puedo estar de acuerdo con todas esas críticas que critican el entretener. La buena literatura no tiene porqué abrumar. Tampoco el éxito y el repetir el estilo que ha otorgado el éxito son criticables por sí mismos). El juego del ángel es, sobre todo, una novela de intriga y fantasía que entretiene. Y, en ese escenario, Zafón posee una gran maestría. La narración es amena, ágil, interesante, los diálogos son inteligentes. Zafón sabe hilar los capítulos para que, siempre, al terminarlos, se desee empezar con el siguiente para descubrir el enigma. Sabe enlazar los hechos, dejar al lector en el suspense, hacerle desear seguir leyendo. Al igual que en sus otros libros, recrea con mucho talento la Barcelona de principio del siglo XX e ilumina rincones -que en realidad serían anodinos- con historias y oscuros secretos escondidos en cada esquina.

La historia es, en realidad, un remedo del clásico Fausto. Algo ya tratado en muchas novelas e incluso en películas (El corazón del ángel de Alan Parker, por ejemplo). Pero, aún así, es interesante, tiene aire fresco. Zafón combina reflexiones de todos los tiempos (la naturaleza del hombre) con conceptos muy nuevos (como la neuroteología que estudia esa necesidad biológica que el hombre tiene de crear dioses y mitos, tal como aparece en la obra de Eugene d’Aquili y Andrew Newberg). También hay guiños a Oscar Wilde, a Dumas, a Stoker, a Féval y otros. Por cierto, ¿el inicio del libro es una confesión del autor acerca de su propia alma vendida al demonio editorial (“Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia”)?

Como en obras anteriores, a mí personalmente me gusta la manera en que Zafón intercala pensamientos importantes (a veces, con una ironía y un cinismo notables) sobre la vida, el amor, la muerte, la envidia, la sociedad, la riqueza, la amistad, la capacidad de perder el alma por amor o por miedo, en el corpus principal del texto. Sin pretender moralizar, como perlitas dejadas al azar aquí y allá. Sin ser casi parte de la historia pero engarzadas perfectamente en ella.

El final es quizá la parte menos sólida del libro ya que Zafón acelera los acontecimientos en demasía y no cierra la trama, ambigua a propósito previendo que vaya a haber una continuación (de hecho está anunciada una tetralogía). Tampoco el personaje de Isabella parece muy consistente porque se comporta más como una madura y experimentada mujer del siglo XXI que como una chiquilla adolescente de primeros del XX. Asimismo, hay caracteres y tramas que se pierden sin aportar casi nada (¿quién era Jaco, por ejemplo?). Zafón continua con su gusto por la metáfora, con algunas muy hermosas y otras que se repiten como la cebolla (¿cuántas veces se ensangrenta el cielo del atardecer o del amanecer?)

En resumen, me ha gustado. He leído muchas críticas negativas pero, curiosamente, de lectores que lo habían leído de un tirón, sin soltarlo de principio a fin. ¿Por qué será?

Verano



La galerna ha empujado un manto espeso y gris desde el mar hacia la costa. El viento del norte ha agitado las toallas de los bañistas en la playa y la ropa colgada de los balcones. Ha llovido tras un día de bochorno y la ciudad ya no huele a sudor, ni a crema bronceadora, ni a frituras de platos combinados. Se respira, se disfruta sintiendo el perfume de la atmósfera húmeda. El aire, en el que aún flotan miríadas de gotitas que forman pequeños arcos iris, huele a tierra mojada y a la hierba que crece lejos, en el parque de la fuente. Saliendo de la nada, decenas de golondrinas juguetean sobre los tejados y saltan de nido en nido, como si se invitaran las unas a las otras a breves visitas de cortesía. Hay un paraguas, volteado del revés, abandonado en una esquina, y una mujer comprueba en un balcón que las camisas de colores vivos no se han empapado con la tormenta. Al fondo, aún se escucha amortiguado el grave retumbar de lejanos truenos. Huele a pescado, a las cajas de sal que yacen en el muelle ahora que los bous están soltando amarras. La ciudad permanece calma y las gentes se sientan en las terrazas, con un batido o un refresco de limón sobre la mesa, mirando cómo los nubarrones se van dispersando por las colinas, uncidas en un gris luminoso, que se recortan al sur. Algunas parejas caminan abrazadas bajo los soportales construidos en tiempos ya olvidados con piedras traídas del acantilado. Allá, ella peina con afecto el mojado cabello de él. Se dan un beso. Y otro. Y otro. Luego, cuando la noche haya llegado, cuando las farolas amarillas chispeen y tremolen, se tumbarán en la playa y, si no hay muchos mirones, harán el amor. Mientras, las olas seguirán creando acordes al romper contra la arena entre aromas de salitre y corales remotos.

Twitter no es literatura ni contiene mensajes de interés


Pear Analytics ha publicado un estudio (http://www.pearanalytics.com/wp-content/uploads/2009/08/Twitter-Study-August-2009.pdf ) en el que ha analizado el nivel de interés de los mensajes que se escriben en la red social de microblogging Twitter. Según este informe, un 40% de lo que se escribe en ese portal es “pointless bable” (parloteo intrascendente) mientras que sólo el 8% aproximadamente contendría alguna información digna de ser leída bien por su valor informativo o por su valor literario. El estudio se realizó muestreando los mensajes que se emitían en la red, en idioma inglés, durante 10 días en horas laborables y clasificándolos en diferentes categorías. El 40.5% serían esas frases intrascendentes, un 37.5% serían conversaciones entre particulares que sólo interesan a ellos mismos, un 3.6% serían noticias, un 3.75% sería spam, un 5.85% serían mensajes de autopromoción y un 8.7% mensajes de valor. El informe recoge también otro estudio, esta vez de Gizmodo, en el que se determina que el 5% de los usuarios produce el 75% de los mensajes.


No han faltado críticas a este estudio, sobre todo enfatizando que la muestra de 2000 mensajes estudiada no es significativa cuando se generan en ese periodo de tiempo más de 80 millones de mensajes.



19/8/09

El ligue




Él era un profesional del amor y su notable éxito con las mujeres así lo atestiguaba. Era, no obstante, modesto. Sabía que la naturaleza le había concedido un rostro y un cuerpo irresistibles. Al menos, eso pensaba él y aquella tarde, mientras se envolvía en una nubecilla de desodorante y se hacía mohines a sí mismo en el espejo, quería demostrarlo. Un picorcillo inquieto en sus hormonas, un temblor en la fuerza, le impelía a salir de caza. Un pantalón beige deportivo, mocasines de patrón de yate y un polo de marca completaron el uniforme de batalla. Mientras esperaba al ascensor sonrió para sí siendo consciente de que tenía el éxito asegurado. Picó un pincho de tortilla en la cafetería del boulevard y, ya oscurecido, entró en Verona’s, su bar de copas preferido. Sonaba algo de Detroit Tecno y las luces de colorines giraban alocadas sobre la pista y la barra. La decoración pretendía ser tan italiana como el nombre del local pero el resultado era más bien horrible. La técnica que utilizaba era sencilla y no por repetida dejaba de ser eficaz. Se sentaba en la barra y pedía un Blavod con licor de manzana. En dos sorbos ya había cartografiado la manada. En tres sorbos, seleccionado a la víctima y en cuatro planificada una estrategia de acecho y captura.

Se llamaba Aurora. Veinticuatro años, le dijo. Ingenua, como a él le gustaban. Secretaria, le comentó. Bailaron. No lo hacía mal la chica. Casi bailaba tan bien como él mismo. Estaba resultando sencillo. Y es que era normal. Una joven acostumbrada a mediocres, cortejada por un tipo como él. Una especie de premio gordo para la mujer, pensó. El temblor en la fuerza se hizo más intenso ahora que ya veía cercanas las sábanas calientes. La invitó a una copa. ¿Lo mismo que yo?, preguntó. Te gustará, afirmó. El Blavod acabó de completar el plan. Te invito a mi casa. No sé, no debo. ¿Por qué no puedes?, soy de fiar, ¿no te gusto? Sí, mucho, pero no sé. Un beso tierno. Otro más. Elegancia, delicadeza.

La invitó a entrar y encendió el estéreo. Jazz suave. Eso nunca fallaba. Ella se entregó con pasión a sus labios y él pensó que había resultado más fácil de lo previsto.

Cuando le quitó la blusa, ella le dijo que quería tomar una copa mientras se desnudaban despacio. Mira por dónde, la chavala se desmelenaba. Le encantó la idea. ¿Blavod otra vez?, preguntó. Deja, ya te lo preparo yo- sonrió con aquellos labios encarnados que le estaban ya volviendo loco-. Él se tumbó en la cama, en calzoncillos, admirándose de su propio poder con las mujeres. Y es que cuando a uno Dios le otorga tantos dones, no puede más que sentirse emocionado y satisfecho de sí mismo. Ella salió en ropa interior. Contorneándose, seductora. Sujetador negro de seda transparente y tanguita que dejaba entrever un pubis depilado. En sus manos dos copas con el cocktail. Untó un dedo en una y lo chupó sensualmente. Él percibió nuevamente el temblor de la fuerza y sonrió incrédulo de que todo fuese tan maravillosamente bien. Bebamos, dijo ella. Y él bebió lo más rápido que pudo porque necesitaba olvidarse ya de los preliminares. Aquellos pezones enhiestos llamaban al combate. Fue a besarla pero súbitamente notó que se le cerraban los ojos. Era la dulzura del amor, pensó. Ella le acarició el cabello. Era un sueño, un hechizo de mujer, una bruja del amor. Había nubes en la habitación y pajaritos y cascadas de agua. Por un instante, sospechó que las cascadas no auguraban nada bueno pero tenía demasiado sueño para ponerse a pensar en ello. Lo último que creyó ver fue que la chica rebuscaba en los bolsillos de sus pantalones y sacaba su cartera. Intentó alargar su mano pero el letargo era invencible. Balbuceó algo inaudible. Después, cayó profundamente dormido.

Lástima – pensó ella mientras limpiaba las copas para que desaparecieran los rastros de somnífero (escopolamina para ser precisos, que ella era química de carrera y sabía lo que se hacía) - es guapo, podía haber sido una buena noche.

Salió con los mil euros que el hombre tenía en la cartera, un alfiler de corbata con un diamante y el reloj que parecía de oro, pero cuando cruzó el portal volvió a poner su expresión más ingenua.








16/8/09

Panhandle



Panhandle (http://www.heliozoa.com/panhandle.html) de Jason Nelson es una interesante obra digital en la que se combinan elementos multimedia con textos de considerable valía. Si bien algunos apartados son simplemente rutinas vistosas de Flash (como la ya muy conocida de las letras girando como un tornado y que ya se podía ver, por ejemplo en For All Seassons) y otras son casi copia de anteriores trabajos (como le esfera de palabras de la sección Plain Coitus que podía verse ya en Bacterias Argentinas) otros contienen narraciones o prosa poética de indudable valor. Es por ello que, aparte de la interfaz más o menos vistosa (y, en cualquier caso hay que decir que es sencilla y basada en efectos fáciles de conseguir animando capas en Flash), se lee con atención porque hay literatura en la obra.



Agosto




Antes de conocerla, Ferdinand opinaba que las vacaciones de verano eran una lata. Después de hacerlo, le resultaban simplemente insoportables porque era el tiempo en que la veía alejarse lejos, allá donde la línea del mar ponía fin al continente. En agosto, Ferdinand dormía poco porque al acostarse la echaba tanto de menos que le costaba conciliar el sueño y una vez dormido los sueños le asaltaban, se le antojaba que estaba a su lado y se despertaba anhelando darle los buenos días para encontrarse sólo con su soledad. En agosto, Ferdinand comía poco porque el mediodía le pillaba escribiendo algún poema cursi o mirando fotografías de cuando estaban juntos. En agosto, Ferdinand no hacía nada de provecho porque las más de las horas se dejaba arrastrar por la nostalgia de la añoranza. Era un mes lento, tedioso, insoportable. Hubiera deseado que el Papa Gregorio resucitara cuatro siglos después para que convocara a sus astrónomos a modificar otra vez el calendario y que, como ocurrió en el Renacimiento, decretasen que debían desaparecer diez días pero, esta vez, en agosto y no en octubre. Las vacaciones anuladas por bula santa. Nada que objetar. Así, Lidia no tendría que calentar ninguna hamaca en una playa en la que él no podía estar. O, mejor aún, a Ferdinand le hubiese gustado poder disponer, quizá en forma de real decreto, cómo deberían ser las vacaciones. Cosas mucho más bizarras se regulaban, de modo que bien podía ordenarse qué hacer en agosto. Para empezar, quedarían prohibidos los desplazamientos largos por carretera, avión o barco. Amén de que se evitarían muchos lamentables accidentes, eso obligaría a que Lidia permaneciera a su lado cuanto más tiempo mejor. A cambio, las comidas se extenderían en larguísimas sobremesas en torno a una limonada muy fría, se escucharían palmas y guitarras a lo lejos, habría siestas llenas de gemidos y de besos, la brisa del mar acunaría los tamarindos y las oropéndolas o los jilgueros trinarían juguetones. Las noches se pintarían con estrellas y Lidia se sentaría, con su espalda apoyada en el regazo de Ferdinand, envuelta en sus brazos, para mirar si alguna lágrima fugaz volaba por el firmamento y poder expresar un deseo. A cambio - los pies descalzos, las olitas mansas acariciando los tobillos de Lidia - habría paseos por playas oscuras en las que una luna gibosa y nacarada colgaría del cielo. Habría fiestas de barrio con farolillos de colores y banderolas y una orquestina que tocaría valses con los que poder bailar. Y llegarían artistas que cantarían baladas al atardecer, golondrinas que revolotearían inquietas, pintores callejeros que retratarían su sonrisa y gitanas que le ofrecerían comprar una rosa para prenderla de su pecho. Habría claveles florecidos y hortensias azules en los jardines, cerezas y albaricoques que sus labios probarían tentadores. Terrazas en las que cenar mirándose a los ojos, libros que comentar juntos, horas que perder el uno junto al otro.






Poems


Poems (http://www.sarezale.com/poems.html ) de Ernesto Serezale es un compendio de poesía digital que aúna caligramas obtenidos digitalmente, con poemas de cierto valor literario, hipertexto y elementos multimedia. Es de agradecer en esta obra el que la literatura precede a lo digital de modo que el fundamento de la obra es el texto, el verso, y al menos en algunos de sus capítulos (como en Summary of a dream, por ejemplo) es de cierto valor. En otros, como, en Millenium Buggery, nos encontramos más con una provocación cultural (en la que se mezcla sexo, poesía y HTML) que tampoco llama mucho la atención. En otros apartados se juega con la tipografía, la simulación 3D o las imágenes de caligramas.


Chat


María era de Burgos, aunque con su pelo bien teñido en rubio y unos ojos azules que eran regalo genético de un tatarabuelo alemán, bien podía pasar por oriunda de Kansas. Aficionada compulsiva a la lectura, era asimismo prolífica emborronadora de cuartillas en las que escribía de sus cuitas e inventaba historias que siempre contenían demasiadas metáforas empalagosas y finales cuajados de miel de amor eterno. Séptima hija de una familia modesta, el salario del padre no había dado para que pudiera estudiar de modo que suplía con su bagaje literario lo que la escuela nunca le había dado. La herencia le había regalado, amén de sus iris marinos, un cuerpo tendente a acumular más kilos de los necesarios. Muchos. Lo que la hacía parecer, aún más, una turista americana de esas que deambulan en pantalones cortos, zapatillas de deporte, hamburguesa en la mano y MP3 en la oreja. Y, quizá por ello, su contacto con el sexo opuesto se había visto reducido a aquel muchacho que la cortejó cuando tenía veintidós y al siempre bien intencionado Julián, compañero de oficina y guasón pero casado desde hacía muchos años. Su fisonomía formaba una injusta barrera ante los posibles pretendientes y su inteligencia asustaba a los que se atrevían a franquearla. No es que ella fuese una mujer decimonónica cuyo único fin en la vida fuera casarse. No. El matrimonio, de hecho, no estaba entre sus prioridades. Pero el amor, sí. Su alma y su mente deseaban amar, dejarse arrebatar por la pasión y el deseo que tantas veces había leído en poemas y novelas, que tantas veces había descrito en sus propios textos antes de arrugar las hojas y lanzarlas a la papelera.

Ya se había convencido de que su destino estaba en la soltería y en arrinconar sus anhelos, cuando descubrió Internet. Y con la red, el chat, los blogs y las redes sociales. Destacó pronto entre los navegantes. Sus mensajes y sus escritos espantaron a los niñatos -y menos niñatos- que buscaban el ligue fácil o la conversación intrascendente, pero atrajeron a hombres interesantes y cultos. La selección fue rápida y eficaz. En su perfil había escrito “mujer de amplia sensibilidad y llena de sueños”. Se dio cuenta que su subconsciente le había probablemente traicionada al elegir el adjetivo “amplia” pero no cambio la descripción. Unos meses después intercambió su correo electrónico con un internauta de apodo de Señor Darcy. No sólo el seudónimo – Jane Austin era una de sus autoras favoritas- le había interesado. Las misivas que él le enviaba eran ricas, sensibles, tiernas, tristes en ocasiones, jocosas a veces, interesantes siempre. Fue como ese sirimiri de otoño, casi ausente pero persistente. Uno casi no se da cuenta de que está cayendo hasta percatarse, de pronto, de que está empapado hasta el tuétano. Así les ocurrió a ambos. Se fueron acostumbrando a los e-mails diarios. Uno o dos al principio. Veinte al cabo de unas pocas semanas. Cuando se quisieron dar cuenta de qué ocurría, no podían vivir sin saber del otro, de su opinión, de sus venturas diarias. Tardaron en conocerse físicamente. Ni siquiera se intercambiaron fotografías. Ambos tenían pavor a que el hechizo se rompiese, a que el envoltorio arruinara el regalo. Al cabo, la sociedad estaba hecha a la medida del paquete. La caja, los colorines, los adornos eran lo que llamaban la atención, lo que destacaba. Pero, finalmente, una tarde noche de abril en el que casi por milagro no llovía, él la invitó a cenar para conocerse. No les fue difícil reconocerse entre el gentío del boulevard porque debían ser los únicos que no vestían a la última moda.

No volvieron a escribirse un e-mail ni entrada alguna en los blogs. Lo que tenían que decirse se lo decían en cartas que dejaban discretamente bajo la almohada del otro - a veces acompañadas de una rosa- , o lo expresaban entre susurros bajo sábanas calientes de abrazos.

9/8/09

The Data Bleeding Text


The Data Bleeding Text (http://netwurkerz.de/mez/datableed/complete/index2.htm) de Mary-Anne Breeze (alias Mez) es un experimento narrativo en el que se entremezclan textos, sonidos y pedazos de pseudo código que rompen – el uso de corchetes es casi abusivo- la linealidad y la sencillez de lectura. Pero, a la vez, permiten introducir en el texto – al igual que dichos símbolos lo hacen en la programación estructurada- un metalenguaje adicional y crear una potencial polisemia que, bien explotada, podría ser interesante. Son textos que mutan, poesía en código de programación, que generan novedad pero que, en su forma y desarrollo actuales, pierden interés literario rápidamente.

Amantes





- ¿Se lo vas a decir, entonces? – su cabello moreno y rizado caía sobre la almohada y enmarcaba su rostro. Su mano jugueteaba despacio con el vello del pecho de él, como si intentase rizarlo con caricias. O cómo si deseara esculpir un amor profundo en su corazón con su dedo.

- Claro, claro que se lo voy a decir. Es sólo que nunca encuentro el momento. No es fácil, cariño. Será un golpe duro para ella. Después de tantos años.

Sonia sonrió con una mueca de triste comprensión y evitó su mirada. En ocasiones, incluso le creía. Aceptaba sus dilaciones y se conformaba con ellas. Al cabo, llevaban ya muchos años viviendo así y casi se había acostumbrado a compartirlo. Pero eso ocurría sólo en ocasiones. No en esta mañana de verano. Ahora lo quería sólo para ella. Ya era hora. Demasiado tiempo esperando que fuese sólo para ella, para sus sábanas comunes, para sus abrazos, para sus besos. No aceptaría más noches sola, mas llamadas telefónicas a escondidas. Le necesitaba y le deseaba sólo para ella. Era su turno. La otra había tenido su oportunidad y la había perdido. Alguna vez, alguien le había dicho que quien se interpone en una relación es un intruso deleznable pero estaba segura de que eso no era cierto. Más bien al contrario, el que deja que le entren extraños en su casa es que no ha sabido proteger y cuidar con esmero lo que tenía. Le amaba y él juraba que la amaba aunque más de una noche, cuando sólo el viento y la lluvia que repiqueteaba en el vidrio del ventanal la acompañaban, lo había dudado.

- Prométeme que se lo dirás hoy mismo- se puso seria y sus ojos de avellana se volvieron más oscuros como si las sombras del temor a una negativa la hubieran invadido- Prométemelo.

Él calló y ella dibujó el contorno de su pecho con la mano. Le gustaba hacerlo, aprender una y mil veces la silueta que amaba. La luz de la lamparita de la mesilla titilaba indecisa. O quizá la indecisión moraba en su ánimo.

- Prométemelo – se irguió sobre su codo y le obligó a mirarla.
- Sí, hoy mismo – su voz sonaba con un tono más resignado que convencido- hoy, mismo acabaré con todo esto.

Hizo ademán de besarla pero detuvo el movimiento a medio camino.

- No es fácil, cariño. Te amo pero entiende que no es fácil- acabó el camino inconcluso y la besó suavemente en los labios. Ella le respondió y no dejó que apartara los labios.
- Te quiero mucho, José – susurró aunque sabía que se lo decía a ella misma intentando convencerse de que cuando, por la tarde, le contara otra excusa ella la aceptaría como había viniendo haciéndolo durante tantos meses.

Desayunaron junto a la ventana abierta. La brisa del amanecer henchía los visillos que tremolaban adelante y atrás, formando reflejos azules y blancos sobre la mesa. No hablaron y se dedicaron a evitarse mirando fijamente las tazas y soplando al café caliente y humeante.

Le oyó ducharse mientras, envuelta en la bata celeste que le había regalado para su cumpleaños, se entretenía en imaginar formas en los altos cirros. Salió vestido con el traje gris y la corbata plata que compraron juntos en Londres. Por un instante, su mente viajó a aquellos cuatro días cerca de Kensington donde no hubo llamadas, ni él le dijo que tenía que marcharse. Acarició el borde de la taza y sorbió el último poso del café mientras él se acercaba a besarla.

- Prométemelo – repitió.
- Te lo prometo- y Sonia calculó que llegaban ya a cien las veces que se lo había jurado.

Estaba a punto de salir de casa cuando tuvo necesidad de decírselo una vez más.

- Prométemelo.
- Que sí, que sí – él empezaba a sentirse molesto.
- Quiero que seamos un matrimonio normal, cariño. Sólo eso. No puedo acostumbrarme a que tengas una amante. Volvamos a ser como cuando nos casamos.

Él lanzó un beso al aire y salió.


Las matemáticas en el cine

Las matemáticas en el cine (Proyecto Sur de Ediciones, 2006), de Alfonso Jesús Población es un ensayo sobre cómo las matemáticas aparecen y son tratadas en el cine. De un modo divulgativo, se comenta y se explica un inventario bastante extenso de películas en las que, de una manera u otra, se tratan las matemáticas. Se estructura en cuatro secciones y no sólo aborda los aspectos matemáticos sino que su autor también hace comentarios cinematográficos. Desde la simple aritmética, como en Doce hombres sin piedad, Escuela de genios o Eyes Wide Shut (donde por cierto el protagonista queda como muy cortito en matemáticas) hasta conceptos avanzados (aunque sea únicamente mostrándolos en una pizarra pero siendo parte sustancial de la trama) como los que se tratan en El indomable Will Hunting – teorema de Parseval, series de Fourier, teoría de grafos- , en Clandestino y Caballero (con un Gary Cooper escribiendo correctamente la integral de una onda sinusoidal), en Muerte de un ciclista ( con una alumna explicando correctamente las ecuaciones paramétricas de la epicicloide) o en la Ultimatum a la Tierra de 1951 (con unas integrales y derivadas de segundo orden bien realizadas en la imagen)

De manos de Población nos percatamos de hechos que en la película seguramente pasan desapercibidas pero que son, cuando menos, curiosos. como ese personaje de Cube que necesita una larga reflexión para sabe que 645 no es primo cuando cualquier escolar sabe que cualquier número acabado en cinco no lo es. El autor explica los conceptos que son tratados con rigor (como en Una mente maravillosa) o los que simplemente son galimatías que parecen matemáticas pero no lo son (como en Ahora me toca a mí). O los errores (Como en PI o en Perros de Paja). Incluso, nos explica la utilización en las producciones de alta calidad de expertos matemáticos que aseguran que lo que se dice o se muestra es correcto. Incluye una amplia bibliografía y enlaces a Internet.






Samorost 1 y 2





Samorost 1 (http://amanita-design.net/samorost-1/ ) y Samorost 2(http://amanita-design.net/samorost-2/ ) de la empresa checa Amanita Design (http://www.amanitadesign.com/) son dos juego que basan su narrativa en la visualización de una atmósfera envolvente y sugestiva que nos hace recordar numerosas historias mágicas de la literatura y el cine. Y tienen de literario – lo poco que tienen- el que en ellos se desarrolla el carácter del los personajes (los monigotes que se mueven por la pantalla) porque si no llegamos a conocer su carácter no avanzaremos. Un interface muy bien desarrollado.

Marcapáginas


En estos tiempos de digitalidad no puede faltar el humor, no exento de reflexión.
En Beacon Bookmarks (http://beaconbookmarks.bigcartel.com/product/read-books-not-blogs-medium-wood) promocionan este simpático marcapáginas nunca más a contracorriente de la nueva era (“Lee libros, no blogs”). Qué pena que sea tan caro.

5/8/09

The Poetry Cube



The Poetry Cubede Rory Hering & Jason Nelson es un programa que permite visualizar en un escenario que emula un cubo en 3 dimensiones los poemas que los usuarios escriben y graban. Los versos pueden rotarse, ampliarse o moverse. La calidad literaria depende obviamente de los autores y, desde este punto de vista, la obra no pretende ser digital. Se trata más bien de un visualizador de versos que de verso digital. Atrae porque siempre atrae juguetear con los textos que uno mismo ha escrito.

Libros electrónicos más económicos



Sony ha informado de que próximamente pondrá a la venta dos nuevos lectores electrónicos: el PRS-300 Pocket Edition y el PRS-600 Touch Edition. Ambos tratan de impulsar las ventas de libros digitales por medio de un precio mucho más atractivo que lo normal en el mercado actualmente. Sin embargo, las pantallas de 5” y 6” son excesivamente pequeñas, aunque similares a las del Kindle. Son en escala de grises. La memoria será de 512 Mb. En Estados Unidos, el precio será de 199 dólares para el modelo más pequeño, lo que aún no es nada barato. No se saben aún los precios en Europa.





4/8/09

Añoranza




Necesito ver tu silueta ahora, escucharte ahora, acariciarte ahora, pronunciar tu nombre ahora, para que pueda ser yo. Lo necesito ahora, ahora, ahora, con una impaciencia irrefrenable. Cuando te veo, descubro en mí mismo mares y constelaciones sobre los que escribir; historias de amores en sábanas de otoño; paseos enlazados por los hombros. Cuando te observo a mi lado, aprecio a Mahler o los arpegios de una guitarra del sur; se hacen reales poemas e ilusiones. Cuando te veo, cuando te tengo, sé sentir, sé amar, sé estremecerme de ternura, sé qué hago en este mundo, sé de mi destino que no es otro que soñarte. Te necesito ahora con tanta ansiedad que me aterra pensar que deban pasar tantos atardeceres sin ti hasta que regreses.



2/8/09

The Human Genre Project


The Human Genre Project (http://www.humangenreproject.com/index.php) es una iniciativa literario científica en la que se trata de escribir pequeños fragmentos (narraciones, poemas, relatos) que tengan que ver con alguna particularidad del genoma humano y, más concretamente, se prefiere que traten sobre la actividad de un gen. Es un proyecto concebido por Ken MacLeod y patrocinado por la ESRC Genomics Policy and Research Forum (http://www.genomicsforum.ac.uk/). Los textos deben estar en inglés. Se trata, como es obvio, de literatura colaborativa digital en donde, “at the end of the day”, habrá miles de textos sobre una temática común y potencialmente relacionados entre sí.

Periodic Table of Science Fiction


Periodic Table of Science Fiction (http://www.lexal.net/private/scifi/scifiction/periodictable.html) es una obra digital concebida en base a adjuntar una narración de ciencia ficción a cada elemento químico de la tabla periódica. El interface, por tanto, muestra la tabla periódica pero al elegir un elemento particular no aparecen sus datos físico químicos sino el texto inspirado en dicho componente.