15/1/12

El tamaño de las pantallas como problema en el desarrollo de los contenidos digitales


Aunque la teoría nos habla de la portabilidad de los contenidos digitales (y me refiero aquí a los libros electrónicos de todo tipo más que a los vídeos o sonidos) entre aparatos y el marketing se encarga de adornarlo como si todo fuese un cuento de hadas, lo cierto es que el tamaño de las pantallas suponen un impedimento importante para lograr dicha portabilidad así como también para el desarrollo del libro electrónico desde el punto de vista económico y técnico. El tamaño del soporte es un elemento que sólo se ha mostrado como problema en la modernidad puesto que, aunque existen libros de muchos tamaños en papel, la estandarización lograda a lo largo de siglos es muy importante y, sobre todo, un libro impreso no requiere portabilidad. Es como es y nadie necesita más.

En un lector electrónico, sin embargo, se espera que exista la portabilidad. El usuario espera que el libro que está leyendo en su tableta pueda leerse también en su laptop o en su teléfono móvil. Una idea que viene del hecho de que los documentos habituales (PDF, Word, etc.) pueden leerse de manera similar en cualquier ordenador (cada vez menos, también, debido a las diversas resoluciones y formatos de pantalla). Este requisito que se solicita al contenido electrónico implica obstáculos técnicos importantes a solucionar, sobre todo si se trata de libros con muchas ilustraciones o fotografías. Cuando se trata de un libro que sólo contiene texto, el problema puede solventarse con mayor facilidad pero, normalmente, a costa de una pobre maquetación.

Cabe preguntarse cómo es que, siendo el tamaño del monitor un factor importante, no se ha estandarizado ya un modelo o una familia reducida de ellos. El problema es, a la vez, técnico, económico y comercial.

Técnico porque existen limitaciones físicas de fabricación fiable de las pantallas. Las tecnologías van surgiendo precisamente para solventar las limitaciones pero normalmente, se generan nuevas dificultades. Podemos disponer de grandes pantallas retroiluminadas pero estas tienen el problema de la lectura bajo luz intensa y del cansancio visual, mientras que las pantallas e-ink son pequeñas y aún no tienen colores vívidos (y la mayoría son aún de escala de grises). Podemos fabricar pantallas flexibles pero en tamaños relativamente pequeños, hay problemas de consumo elevado dependiendo del tamaño, etc. Además, un tamaño grande es bueno para leer pero no para llevar en el bolsillo

Asimismo, es un problema económico porque el coste de fabricación aumenta desproporcionadamente con el tamaño. El fabricante del dispositivo de lectura debe llegar a un compromiso y hoy por hoy se trata de un difícil equilibrio. Por último, es comercial, porque muchas veces se cambia el tamaño de la pantalla exclusivamente para diferenciarse de la competencia, para ofrecer una ventaja aparente que atraiga a cierto nicho de lectores.

Hoy en día, por ejemplo, podemos hablar de tres rangos de tamaño principales en dispositivos pequeños. El de 10” (que es el del Ipad, pero el Kindle DX usa 9.7”), el de 7” (que llevan muchos otros tablets, pero los Kindle Touch usan 6”) y las más pequeñas de 3.5”-5” que incorporan los teléfonos móviles. Y, por arriba, las pantallas de ordenador de muchas pulgadas. Hay que recordar que este valor indica la longitud de la mayor diagonal de las pantallas. Por tanto, un simple cálculo matemático nos hace ver que la superficie de visualización de una pantalla de 10” – suponiéndola cuadrada- es de 322.58 cm2 mientras que si la diagonal es de 7” entonces la superficie es de 158.06 cm2, es decir menos de la mitad. No digamos nada si bajamos a una de cellphone. Es intuitivo entender las dificultades que estas drásticas y enormes limitaciones de espacio producen en el contenido digital y su maquetación. Y, en general, para un lector lo que no es aceptable es que la página sea grande y se muestre sólo un pequeño trozo de ella en la pantalla, como si fuese un visor que se mueve sobre el texto que hay que desplazar continuamente con las teclas de scroll. Esto es cansino y desmoraliza a cualquier usuario.

Si la página sólo tiene texto podremos reordenarlo variando de modo automático el tamaño de la fuente y los saltos de línea, pero esto implica que la paginación varía de un dispositivo a otro y que aparecen, por lo general, problemas de líneas viudas, huérfanas, justificación incorrecta, páginas en blanco fantasma, etc. Si queremos que una página con unas fotografías y texto sean directamente portables, la situación es muchísimo más complicada. En este tipo de contenidos, normalmente, la estructura de la página, el lay out es fijo, debe ser fijo para que se mantenga la proporcionalidad estética de cada zona. Si elegimos un tamaño de letra y de gráfico que encajen bien en la pantalla de 10”, cuando pasemos a 7” todo se verá tan pequeño que será ilegible. Si, por el contrario, elegimos una maquetación apropiada para las 7”, cuando la ampliemos se perderá resolución y los textos aparecerán absurdamente grandes. Y la remaquetación automática alrededor de las imágenes no es tarea nada sencilla ( es decir que el texto- a un tamaño apropiado al tamaño del monitor- se readapte según la foto). Se están desarrollando formatos que intentan abordar la cuestión (el ePub3, por ejemplo) pero aún quedan muchos años para que el resultado sea correcto. ¿Qué ocurre entonces? Pues que las editoriales que desean digitalizar libros con contenido gráfico deben optar por crear dos, tres o cuatro versiones, cada una de ellas especializada en un dispositivo, asegurando que se vea correctamente en cada caso , y esto implica mucho trabajo y mucho dinero. Pero – excepto que compremos las 4 versiones- la portabilidad no existirá. Si a esto le añadimos el que algunas plataformas carecen de color, tienen una velocidad de refresco lenta o presentan un brillo tenue y aburrido, el resultado- en comparación con el papel- es desolador.

La estandarización de monitores y pantallas es más necesaria que nunca. Permitirá el desarrollo de formatos sencillos y robustos, reducirá el coste de las pantallas y facilitará la creación de contenidos. Pero si los fabricantes- mucho más interesados en los beneficios que en la literatura, como es lógico- no se ponen de acuerdo siquiera para estandarizar los cargadores de los teléfonos móviles, me temo que faltan lustros para que se disponga de visores digitales literarios comunes. Y esto, se quiera o no, supone un obstáculo importante e innecesario para el desarrollo de la literatura digitalizada (y digital) de calidad.






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