9/11/07

Crea tu propia novela de Dan Brown


Crea tu propia novela de Dan Brown (http://probar.blogspot.com/ ) es un inteligente y divertidísimo programa que genera reseñas de ficticias novelas al estilo de Dan Brown, añadiendo incluso la portada del supuesto libro y una pequeña crónica de un destacado diario. Técnicamente se base en introducir palabras, elegidas aleatoriamente, en frases predefinidas. Un método sencillo que sin embargo da magníficos resultados.


22/10/07

Interliteral en México

Gonzalo Soltero, escritor y ensayista, escribe un artículo en México (http://www.fondodeculturaeconomica.com/prensaDetalle.asp?art=10832) sobre el pasado seminario Interliteral celebrado en Jaén. Tras hacer una breve síntesis de los actos, se hace eco de las conclusiones a las que se llegó en Interliteral aunque el autor del artículo matiza que dichas conclusiones son menos audaces que los propósitos. Termina, curiosamente, citando una frase mía:

Mientras, otra entrada de Félix Ramírez, previa al encuentro, se extiende más allá de las siete conclusiones que éste dejó: Y dado que, cada vez menos, los autores podrán competir con los diseñadores de juegos digitales el lograr que las historias sean buenas, que haya verdadera literatura en la literatura digital, es la clave de su futuro desarrollo.




22/9/07

Interliteral

Tuve el placer de ser ponente en el encuentro Interliteral, celebrado en Jaen y organizado maravillosamente por Fernando Ortega y el equipo de Ittakus.

Mi ponencia trató sobre las dudas que me suscita el actual desarrollo de la literatura digital que, en mi opinión, es poco literatura y mucho efectos digitales.

Una reseña puede verse en http://www.noticiascadadia.com/noticias/articulo/blogcoffee-audiolibros-y-textos-interactivos-multimedia.html

1/6/07

¿Invasión? - Capítulo 10



Al anochecer del día 1 de febrero, mucha gente respiró tranquila. El tan temido día había pasado y nada había ocurrido. Incluso, había sido una jornada agradable, con un reluciente sol en gran parte de Europa, aún débil en su calor pero anunciando ya el fin de los fríos más duros.

El día 3, la URSS tenía nuevamente presidente. Las disensiones internas habían aupado al poder a un joven ucraniano, muy poco conocido en los ambientes políticos, lo cual era un suceso más que extraordinario en el país.

El día 7, Roberstue sufría un ataque y renunciaba a la presidencia. Le sustituía interinamente un maduro demócrata recién introducido en el equipo del presidente. No se dieron a conocer los motivos de la elección.

El día 4 de marzo, Arrán en España y Smith en Gran Bretala no podían seguir es sus respectivos gobiernos debido al descontento popular tras los terribles gastos defensivos que se habían hecho, lo que había recrudecido una crisis casi ya olvidada. Todo el mundo pedía explicaciones y se aireaban sospechas de incalificables negocios realizados con el pretexto de la invasión. Dos hombres, recién llegados a la política, les sustituyeron. Ambos países necesitaban personas no involucradas en todo lo sucedido.

Gör tuvo que ceder el puesto ante una nueva facción cuyo lema era el cambio total y el esclarecimiento del fraude que, con la invasión, se había hecho al pueblo alemán.

Boileau moría en accidente el día 17 de Junio. Los franceses, hartos de su megalomanía, ponían en la Presidencia a un desconocido con pocas ambiciones imperialistas, muy desligados de la clase política tradicional.

Ya sólo algunos locos se acordaban del día 1 de febrero. Eran personas trastornadas por el miedo. Según la gente, no habían conseguido sobreponerse a sus angustias. En San Sebastián, por ejemplo, vivía uno de aquellos desgraciados que no supieron afrontar la situación. Se trataba de un desequilibrado que, afortunadamente, no era peligroso.

-¡Eh! ¡Simón! , cuéntanos tus historias – gritaban los chicos cuando le veían por la calle.
Al año siguiente, el mundo se sentía satisfecho de sus nuevos dirigentes. Ciertamente, algo había sorprendido el que cayesen los anteriores tan rápidamente pero tampoco era algo para asustarse. Cada nación tenía su líder y estos pensaban de diferente manera, vivían de diferente manera y actuaban de diferente manera. Sólo eran iguales en un detalle: un ligero temblor en el lóbulo izquierdo de su nariz.




Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.






28/5/07

¿Invasión? - Capítulo 9




Los interminables carriles flexaban bajo el peso del rojo y plateado Talgo.

En el cuarto vagón, sentado junto a una de las ventanillas, Simón había logrado calmarse un poco pero, ahora, sentía un instinto vengativo que nunca antes había pensado poder tener. Recordó que ni siquiera había explicado a Rosa el porqué de aquella partida inesperada. La volvió a ver, con su abrigo azul, sobre el andén despidiéndole con más asombro que tristeza.

El día 31, uno antes de que se cumpliese el plazo, los diarios matutinos de la capital imprimían sus primeras páginas con los últimos acontecimientos en las relaciones USA – URSS. Todos ellos se hacían eco del temor que flotaba en todas las ciudades ante la llegada del día 1, temor agigantado por la tensión entre los grandes.

Simón descendió en la ciudad hacia las 8:00 de la mañana. En realidad, no sabía a quién dirigirse, así que puso rumbo hacia la Central de Policía.

Bastaron unos pocos minutos y unas cuantas llamadas telefónicas para que el comisario jefe enviase a Simón, junto con un oficial, hacia la calle de La Luna, cerca de la iglesia de las Mercedarias. Sólo hacía un año que allí se había establecido un centro especial de información, dependiente únicamente de los servicios de información del Estado. En realidad, el comisario jefe no hubiese creído nunca la historia de Simón si este no hubiera pertenecido al ISP, cuerpo al que se le suponía una credibilidad eleveada.

Aparentemente, la central de la calle de La Luna era un edificio más, bastante deteriorado que, por supuesto, no delataba ningún rasgo característico. Justo enfrente se hallaba un hotel residencia “inaugurado conjuntamente” y que servía de tapadera pues nadie esperaba encontrar una central de inteligencia frente a un diario trasiego de gente más que notable. El único indicio que podía llamar la atención era una extraña antena que sobresalía por entre dos chimeneas del edificio.

El oficial que había acompañado a Simón le hizo entrar con cierto disimulo. Naturalmente, el automóvil en que viajaron era de serie, absolutamente vulgar.

- Avisaré de que hemos llegado, señor santos – dijo el policía.
- Muy bien – respondió Simón.
- Le ruego que no oponga resistencia a lo que se le pida – el oficial hablaba con un cierto tono autoritario, sin duda intencionado.
- Por supuesto.

Tras ser paseado a través de varias pantallas semejantes a las que se utilizan en los aeropuertos para detectar armas, llegó al fin a la puerta de la oficina principal.

- Entre, por favor- se oyó antes de que hubiera llamado.
- Debe de haber circuitos de televisión – pensó Simón. Dudó un instante y entró.

La sala era espaciosa pero, en proporción, poco amueblada. Una gran mesa se situaba pesadamente sobre la parte izquierda. Una pequeña estantería, repleta de libros, y unas cuantas sillas desperdigadas aquí y allá completaban la decoración. Simón miró hacia la mesa y vio, tras ella, al que supuso como jefe de todo aquello.

Era un tipo bajo, con una incipiente calva, vestido con un traje gris azulado y una falsa sonrisa que le daba un aspecto de vendedor a domicilio muy acentuado.

- Buenos días… señor…? – se presentó Simón.
- No importan los nombres – le respondió- Me informan desde la Policía que tiene valiosa información referente a los últimos y desagradables sucesos internacionales.
- Así es – afirmó Simón.
- Bien, explíquese –le hizo un gesto para sentarse.

Simón se acercó una silla y explicó sus sospechas. Primero, empezó lentamente, nerviosamente, sin acertar en sus palabras pero, después de un rato, se había serenado y parecía, incluso, locuaz.

- Bien, señor Santos – dijo su interlocutor- Creo que se preocupa por nada. Todo esto está muy bien pero reconozca que se ha dejado llevar por los nervios. Creo que debería tomarse un descanso. ¿Por qué no se queda unos días en Madrid?

Simón quedó sorprendido. Los buenos modales y la eterna sonrisa de aquel hombre no podían ocultar su deseo de echar tierra a sus sospechas.

- Pero ¿no van a hacer nada? ¿No me cree, acaso? – preguntó Simón.
- Sí, claro que le creemos, señor Santos, pero en las actuales circunstancias no consideramos que esas sospechas sean suficientes para …

Santos sintió esa desagradable sensación que produce el que alguien otorgue la razón como si fuera un loco peligroso. Casi gritó.

- Pero, es un gran complot. Ha muerto un hombre por ello. ¡González es un espía! ¡Escúcheme!
- Le he de pedir que se calme, señor Santos. Compréndalo. Sus sentimientos personales le hacen ver fantasmas. Confíe en nosotros.

Por la mente de Simón pasó una idea que intentó rechazar pero que, a los pocos instantes, se impuso.

- ¿Y si es también un agente? – pensó - ¿por qué, si no, iba a defender a González?

De un golpe, se levantó de su silla y se volvió hacia la puerta

- No creo que esto no sea importante- dijo, mientras agarraba el pomo de la puerta- …iré a otro sitio. Saldrá la verdad….
- ¿De veras, señor Santos? Inténtelo, ande, inténtelo.

Aquellas palabras golpearon el cerebro de Simón. Su razón se nubló por un instante. Intentó recordar quién se las había dicho antes… ¡sí!...había sido González, cuando salió de su despacho. Lo vio nuevamente con aquella sucia sonrisa burlona. Simón giró sobre sí mismo con lentitud, con miedo, y miró fijamente al que suponía, ya, como otro agente espía. Observó sus ojos, grises como las nubes bajas, que parecían muertos, impasibles; vio sus dientes siempre contorneados por aquella sonrisilla que pretendía ser agradable; vio su…. Sus ojos retrocedieron hacia la nariz del desconocido. ¿Un temblor de nariz? Poca gente tiene tal temblor. Y él se había encontrado con dos en muy poco tiempo. Una escalofriante sensación embargó a Simón.

- Qué casualidad – pensó – Pocos hombres tienen este temblor….pocos hombres….pocos ¿hombres?.....¿hombres?
- ¡Así que es verdad! – gritó Simón, como si entrara en un túnel sin fin.
El desconocido se dio cuenta de que Simón había notado el balanceo de su nariz. Su sonrisa desapareció.

- Es usted más observador de lo que suponía, señor Santos.
- Martín tenía razón. El creía en la invasión…él creía – Simón balbuceaba; se hallaba demasiado ofuscado para reaccionar. Bajo la vista – pero…. Pero, ustedes dijeron que sería mañana, el día uno.
- ¿De veras?

Simón se sintió en peligro. Corrió hacia la puerta con el miedo tras él, acosándole. Tiró del pomo pero nos e abrió.

- ¡Abran! ¡Abran! – gritó – ¿Me van a matar, verdad?...¡no!
- ¿Matar? – pareció extrañado- ¿por qué? ¿Por qué íbamos a hacer tal cosa, señor? Si le hiciésemos desaparecer la gente se preguntaría la causa y nosotros no deseamos que nadie se pregunte nada. ¿Me comprende, señor Santos?
- Pero la gente sabe que están aquí – balbuceó Simón- No podrán salirse con la suya.
- No, amigo mío. Creen que vendremos… mañana… Pero no será así. Usted sabe que nada sucederá. Sólo debemos esperar. No somos tan salvajes como ustedes. Nosotros no matamos. Nos contentamos con dirigirles a nuestra voluntad.
- ¡No! ¡No!, ¡La gente lo sabe!...¡Tenemos defensas!
- Sí, lo sabemos muy bien. Desafortunadamente, una de nuestras naves se topó con uno de sus satélites y tuvimos que destruirlo. Lo hicimos gracias a los informes de su oficina – sonrió esperando la reacción de Simón.
- Martín tenía razón- escondió su cara entre las manos y se dejó caer en la silla.
- Como ya sabe usted, nos las apañamos para disparar desde un punto situado entre la Tierra y el satélite. Así, todos creyeron que ustedes mismos se atacaban.
- ¡No puedo creerlo!... ¡Extraterrestes! … - rió histéricamente – No…ustedes son espías de algún país. ¿Cómo se han infiltrado? ¿Cómo?
- Es usted curioso, señor, demasiado curioso, pero me alegra que no nos crea extraterrestres. Esto nos facilita las cosas. Nos costó introducirnos en la política de los terrestres. Afortunadamente para nosotros son ustedes incompetentes en cuando consiguen el poder. Entonces, la gente que les ha elegido se vuelve contra ustedes y miran hacia otros grupos, grupos nuevos… ¿Ha visto usted a alguien más nuevo que nosotros? ¿Qué cree que pasará cuando pase el día 1 y no ocurra nada? ¿Cómo se explicarán esos terribles gastos que han hecho?

Simón se irguió.

- Lo diré todo por la calle. ¡Todos lo sabrán!
- Muy bien, señor Santos. Puede empezar ya… - calló unos segundos- ¡ah!..pero, tenga cuidado. Hemos comprobado que entre los terrestres no son bien vistos los visionarios, Sentiríamos mucho que le ocurriera algo por nuestra culpa – un asqueroso sentimiento de superioridad se reflejó en aquel individuo.




Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.




26/5/07

Soneto





¿En dónde está tu imán, amada mía,
que al instante de haberte conocido
pareciome que todo lo vivido
antes de verte, desaparecía?

¿Qué tienen tu sonrisa y tu alegría,
tu hermosura y tu pelo encanecido?
¿Cómo es que en tus labios he discernido
que antes de ti, mi amor, yo no vivía?

¿Cómo logras que entre nosotros fluya
este río de estrellas de ternura?
¿Cómo consigues que jamás rehuya

tu contacto, y que sienta la premura
de sentir tu piel, que ya no es tuya,
eterno manantial de tu dulzura?

24/5/07

¿Invasión? - Capítulo 8


El día 28, París amaneció nublado, con un frío poco acogedor. El azul usual del Sena aparecía casi verde, asemejándose a un mar. Los pocos rayos solares que se filtraban a través de la capa nubosa, la composición de esta y los caprichos de las refracciones y reflexiones, eran los culpables,

No lejos de allí, en un edificio cercano a la embajada americana, esperaba Roberstue impacientemente. Lebedev entró unos veinte minutos más tarde con aspecto cansado. Ambos hombres habían concertado esta entrevista directamente, por teléfono privado. Habían elegido aquel edificio neutral para no despertar sospechas en los periódicos que, ávidos de noticias, siempre rondan las embajadas importantes.

- ¿Cómo está usted, mariscal? – preguntó amablemente Roberstue al verlo entrar en la sala. Sólo estaban ellos dos y los intérpretes.
- Muy bien, señor Presidente. Gracias. Si no le molesta, le agradecería que fuésemos directamente al asunto – contestó Lebedev.
- Por supuesto, mariscal – asintió Roberstue.
- Bien, primero he de decirle que, personalmente, creo en usted. No creo que su país haya abatido nuestro satélite. Pero, señor, créame, otros miembros del Politburó no me secundan. Están incitando continuamente a los miembros que me apoyan para que cambien de bando. Han presentado una propuesta para que la Unión Soviética deshaga la alianza con su país y afronte la amenaza extraterrestre por sí sola.
- ¿Pero qué puede hacer un solo país? – dijo Roberstue.
- Nada, por supuesto. Pero es que no están tampoco muy convencidos de que sea cierta tal amenaza.
- ¿Y las señales?
- Nadie está seguro de nada, señor presidente – dijo Lebedev-. Unos creen que las emisiones podrían provenir de una satélite americano y otros que sus equipos informáticos nos han mentido. Si no cambian mucho las cosas, temo una caza de brujas en sus embajadas.
- ¿Buscando espías? – preguntó Roberstue.
- Por supuesto. Por otro lado, ya sabe usted la situación interior del Gobierno soviético. Las luchas de sucesión son duras.
- ¿Y usted? – una pregunta curiosa que quizá Roberstue no deseaba hacer.

Lebedev sonrió.

- No añoro tal cargo. En cuanto se elija al presidente, yo dejaré mi función política. Temo, señor presidente, que nuestra cooperación está terminando. En cuanto comiencen las deliberaciones, es posible que se rompa el tratado.
- Pero, ¿Por qué? ¿Cuándo se iniciarán?
- Bien, muy posiblemente, mañana. Pero durarán, al menos, hasta el día 2 o el día 3. Puede que para entonces todo haya acabado – Lebedev pensó en la invasión.
- Sí, quizá – asintió Roberstue- ¿quién cree que podrá salir elegido?
- No lo sé- contestó Lebedev. Como sabe, desde 1982 puede serlo cualquiera, aún cuando no tenga un alto grado en el Partido. Las disputas son feroces y seguramente muchos preferirán apoyar a un desconocido antes de que sus enemigos tengan siquiera la posibilidad de conseguirlo aunque esto, claro está, acabe con sus propias bazas de lograrlo a su vez.
- Ya veo. De todos modos, le pido que haga todo lo posible…
- Por supuesto. Pero es casi imposible. Ese Cosmos 2007 ha sido nuestra ruina- contestó un tanto desalentado Lebedev.
- Pero, ¿Y, si como creemos, el día 1 pasa lo que tememos?
- El destino dirá, señor Roberstue.

Veinticuatro horas después, unas cuatro horas después de iniciadas las deliberaciones de los soviéticos, periodistas de todo el mundo bloqueaban las centralitas de las embajadas rusas y americanas recabando noticias sobre la recién anunciada ruptura de relaciones de cooperación con la defensa mundial.

Gran Bretaña, España, Francia y Alemania Occidental asistían a todo aquello como meros convidados de piedra.

En Francia, Boileau expresó todas las palabras mal sonantes que aparecen en el diccionario galo. Los representantes español y alemán no sabían qué hacer con todo lo montado en Calar Alto. Gran Bretaña protestó oficialmente ante los dos grandes y luego calló.


Hacia las 12:00 del día 30, Simón Santos leía las noticias sobre la ruptura de relaciones. Aquello le aseguraba más y más en su teoría de juego político entre las potencias. Desde luego, algo sucio estaba escondido.

Desde el día en que enterraran a Martín, había estado vigilando al director González. Incluso, en dos ocasiones, le había seguido hasta su casa que resultó ser un edificio muy próximo a la propia oficina de Correros.

- No le será difícil entrar aquí por las noches – pensó Simón- y dedicarse a copiar documentos.

Estaba convencido, ya, de que las sospechas de Martín era ciertas, no en lo referente a la invasión, pero sí en lo del espionaje. Sin embargo, aún no se había decidido a denunciar a González.

Unas horas más tarde acabó de revisar un rutinario informe y se levantó para llevárselo al director. Paró ante la puerta y notó una mezcla de retraimiento e ira. Tocó dos veces en la madera y entró. González estaba allí. Vio su bigote, su pipa y aquel inseparable temblor del lóbulo de la nariz.

- Aquí tiene el informe, señor.
- ¡Ah!, sí – repuso indiferente González- Por cierto, ¿ha terminado ya de revisar el envío sobre Calar Alto?
Simón empalideció. No se lo había mencionado aún al director. Este no podía saber nada de ese documento. Y, sin embargo… No pudo contenerse.

-¡Así que era verdad! ¡Es usted un espía!
- ¿Qué? – preguntó extrañado González.
- Lo sabía, lo sabía ….se ha delatado…¡Es usted un asesino!
- ¡Le recuerdo que soy su superior! – le gritó González.
- ¡Me importa un bledo!...usted…usted no podía saber lo de Calar Alto…. Ha tenido que verlo a escondidas, cuando yo no estaba…usted mató a Martín – Simón, totalmente fuera de sí, casi sollozaba – Esto no quedará así, maldito…¿Sabe? …¿sabe lo que voy a hacer?....¡Denunciarle!...¡Sí!....¡Denunciarle!

- ¿De veras, señor Santos? – una sonrisa burlona alumbró los labios del director- Inténtelo, ande, inténtelo.

Simón golpeó con fuerza la puerta cuando salió. No cogió el abrigo. Bajó a la calle y corrió hacia su casa.

- Iré al Ministerio central….verá de lo que soy capaz – pensó

El tren para Madrid que llevaba a Simón dejó la estación a las 22:50 del día 30 de enero.















Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.



9/5/07

¿Invasión? - Capítulo 7


Las gruesas maromas aflojaron bruscamente su tensión cuando el féretro apoyó sobre la arcilla que conformaba el fondo del nicho mortuorio.

La naturaleza no se había sumado al dolor que sentían los allí reunidos pues era un día soleado, con un fresco vientecillo que acariciaba las ramas de los álamos del Campo Santo, el cual se llenaba de trinos y rumores de hojas.

Rodeando el nicho se hallaban varios amigos de Martín a los cuales Simón no conocía. Un poco más allá, como escondiéndose entre la masa de acompañantes, con el rostro inclinado hacia el suelo, estaba el director González que parecía apenado.

- ¿Sabrá este que ha sido la causa de la muerte de Martín? – se preguntó interiormente Simón.

El sacerdote pronunció las últimas palabras de la liturgia mortuoria y los presentes comenzaron a salir del triste recinto. Uno de los últimos fue Simón. En su cerebro se repetía el martilleo de las últimas palabras de Martín. No es que le preocupara la promesa que le había hecho pero se preguntaba cómo un hecho que a él le parecía tan insignificante hubiese podido acabar con Martín.

- ¿Quizá?... quizá sabía algo más de lo que pudo decir – pensó – pero ¿qué?

Sobre el serpenteante camino que descendía desde el cementerio, el polvo se acumulaba y los zapatos de los que por allí transitaban iban adquiriendo un tono grisáceo. Un poco más abajo, a la derecha, se veían los primeros tejados del centro de la ciudad.

Simón descendía despacio con aire despreocupado pero, en realidad, comenzaba a sentirse inquieto por los acontecimientos. Luchaba afanosamente contra esta inquietud, máxime cuando su razón le repetía una y otra vez lo inaudito de todo aquello. Sin embargo, en Simón se estaba engendrando un cierto temor que aumentaba su suspicacia. Por su memoria pasaban, ahora, actos y palabras del director, todas intrascendentes pero que le parecían tomar un nuevo carácter.

- Aquella vez que se mostró tan insolente con Martín por no haberle informado del contenido de una de las cartas – pensó con alguna indignación---- ¿Y si fuera verdad eso de que es alguna clase de espía?...¿y de qué país?


Su otra conciencia, las más racional y sensata, se opuso inmediatamente a tal historia. Simón dejó escapar una sonrisa que molestó a un joven cercano, el cual se sintió aludido.

-¡Espías!...me estoy dejando influenciar por las películas – volvió a sonreír.

Su lento meditar le había llevado a la orilla del río. Paseaba, ahora, bajo arbolitos espaciados regularmente. Al otro lado del cauce se veían antiguos edificios que, actualmente, albergaban alguna que otra embajada. Había pasado muchas veces, a lo largo de su vida, por aquel lugar; había visto muchas veces las banderas de los consulados pero, por primera vez, sintió un inexplicable recelo al mirarlas.

- ¿Y si fuesen verdad todas esas historias de espías que de vez en cuando aparecen en los periódicos? – recordó algunas expulsiones espectaculares de embajadores.


Realmente nunca las había tomado muy en serio. Siempre había pensado que se trataba de simples argucias políticas que servían para aliviar tensiones en las relaciones entre los países. La duda, sin embargo, se le estaba enroscando en su mente, lentamente, asfixiando su razón, como las serpientes gigantes que ahogan a los exploradores de las selvas amazónicas.

Nerviosamente, sacó su paquete de cigarrillos. Escogió uno y lo llevó a sus labios. Dio un par de golosas chupadas y exhaló en humo con un suspiro perceptible, Miró, otra vez, hacia el otro lado del río. Se paró y se apoyó sobre la barandilla.

- Realmente… realmente, fue raro el nombramiento de González. Nadie le conocía – pensó- …dicen que ni siquiera el ministro. Incluso comentan que era nuevo en su partido…. ¿Y qué tiene que ver todo esto? – recapituló - …yo también llevo poco tiempo y no por eso tengo nada de sospechosos.

Nuevamente afloraron a su conciencia las imágenes de la muerte de Martín. Le vio, otra vez, tendido en el suelo pidiéndole a gritos que denunciara a González como espía de los invasores.
Le vio aferrándose con sus dedos a la vida que se le escapaba por el lado izquierdo de su pecho. Cerró los ojos un instante, deseando librarse de aquellas visiones, igual que hacía cuando veía películas de terror en el cine.

Volvió a caminar sobre el, ahora, decorado suelo. Miró los grafos que formaban las baldosas y los azulejos. Uno de ellos se le asemejó a un hombre deforme, un ser extraño. Aquello le recordó una vez más a los supuestos extraterrestres que tanto obsesionaban a Martín.

- ¡Claro que no creo en marcianos!- se gritó a sí mismo- …pero, quizá, todo sea una maniobra de algún país y todo esto, al fin, cosa tan terrestre como las piedras.

La convicción de que un complot internacional se estaba fraguando bajo la mascarada de la invasión era cada vez más fuerte.

- Y quizá el director sea realmente un espía de alguna potencia- pensó.


Tal como le había sucedido a Martín, empezaba a sentirse seguro de que la filtración había partido de su oficina. No tenía pruebas ni sospechas reales pero aquellos hechos, insignificantes casualidades, le inducían a tal hipótesis.

- Es la única oficina del ISP que une directamente a los Estados Unidos con la URSS – pensó…estaba alarmado.

Aquello era casi cierto. Debido a que el centro mundial de defensa se había instalado en Calar Alto, los envíos secretos de la Unión Soviética volaban hasta París en avión especial. Allí eran revisados por la oficina colega de la capital francesa. Después, vía aérea, llegaban a San Sebastián como oficina central de entrada en España. Era una especie de aduana. No se usaba el camino de Barcelona por la saturación de esa vía. Así las cosas, se enviaban los escritos directamente de San Sebastián a Calar Alto, pues no se consideraba necesario su paso por la capital. Decir Calar Alto era, por otro lado, decir América pues la oficina central del lugar estaba regida por los estadounidenses.

- Así pues – acabó su deducción- la filtración ocurrió en París o aquí. Y en París la vigilancia es mucho más rigurosa. … Lógicamente…. Y sólo González, Martín y yo revisamos el correo del ISP…
Comenzó a asustarse de veras. Quizá, sin saberlo, trabajaba todos los días bajo las órdenes de un espía peligroso.

- ¿A qué país estará vendido? ¿Cómo puede disimular así?
Cuando, hacia las diez, sacó su llave para entrar en su casa, estaba decidido a vigilar continuamente a González. A lo mejor, al final, cumplía la promesa que le hiciera a Martín.


Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.



30/4/07

¿Invasión? - Capítulo 6









Como de costumbre, Simón Santos llegó a la oficina unos diez minutos antes de las nueve. Colgó su abrigo y miró a través de la ventana. Era un día agradable, no muy frío, de esos que en pleno invierno anuncian ya la primavera. Vio a Martín entrar en el edificio con algunos periódicos bajo el brazo.

- Vaya, reincide – pensó, con cierto optimismo. Para Simón, el asunto de la invasión había afectado demasiado al pobre Martín. Que volviese a leer era un buen síntoma. Aún estaba pensando en su compañero cuando entró este con aspecto totalmente contrario al que Simón suponía. Estaba casi llorando y muy nervioso.
- Martín, ¿qué te sucede? – preguntó Santos un poco asustado.
- ¡Mira!¡Mira!, lee esto – gimió Martín.
- ¿Qué es? – Simón intentó tranquilizarle – pero, primero, cálmate
- ¡Mira!... ¿sabes ya lo del satélite?
- Sí, claro. ¿Y qué tiene que ver eso con….?
- Prométeme que seguirás siendo mi amigo si te lo digo…
- Pues claro – respondió Simón-, sabes que te aprecio.
- Ya sabes que el lugar vulnerable de los satélites se comunicó a otros Gobiernos por el ISP – Martín pareció tragar saliva-…¡Simón!....ese informe lo revisé yo…¿te das cuenta?...¡El espía está aquí!

Simón agarró a Martín y lo sentó por la fuerza en su silla.

- Cálmate, cálmate. No te preocupes. Esa información ha pasado por muchas oficinas ¿por qué iba a ser aquí?
En realidad, Simón no estaba siquiera seguro de que tal informe pasara por allí. Cierto que, al ser una oficina fronteriza, gran porcentaje de la correspondencia internacional era de su competencia pero sabía la fuerte impresión que a Martín le habían causado los últimos acontecimientos.

-¡Yo sé que ha sido aquí! – gritaba Martín- Hay espías, Simón, hay espías. Te juro que yo no he sido. Te lo juro.
- Claro que tú no has sido. Sabes muy bien que te creo.

Martín se revolvía furiosamente en su silla. Sus ojos brillaban bajo la capa de lágrimas que brotaban continuamente. Su rostro había adquirido un tono rojizo que alarmó a Simón.

- ¡Cálmate! – le gritó Martín- cálmate. No te preocupes por ello.

Simón, ya muy asustado por el cariz que tomaba el aspecto de Martín, se dirigió al teléfono. Golpeó agitadamente el pulsador.

- ¡Rápido, rápido! – dijo - …señorita, envíe un médico al ISP de Correos…sí, claro….
- Ayúdame, Simón, ayúdame – gimió Martín- Mi pecho…me duele…

Simón empalideció. Veía a Martín agarrar furiosamente sus dedos al lado izquierdo del pecho.

- Respira, Martín. Respira profundamente.
- Simón…. Escucha – Martín hablaba entrecortadamente y con mucha dificultad-… ha sido el nuevo director…. Mi pecho….estoy seguro, Simón…tu sabes que yo creía en él, creía que era un buen director…pero sólo ha podido ser él, Simón… sólo él…. Ahora comprendo por qué se asustó aquel día que … mi pecho, me duele, me duele…ayúdame.
- Sí, Martín…túmbate en el suelo. Yo te ayudo,…así…así…despacio.
- Prométeme que denunciarás a González, Simón…¡Prométemelo!
- Claro, Martín, claro. Tranquilízate.


En ese momento entró un hombre en la oficina

- ¿Quién es usted? – gritó Simón
- ¡Yo no he sido!¡Yo no he sido! .. díselo tú – gritó Martín al volverse al recién llegado.
- Soy médico. Tengo una ambulancia abajo – contestó- vamos, ayúdeme a moverlo.

Martín no llegó al hospital. En la misma ambulancia sufrió una crisis cardiaca. Simón estaba con él.




Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.





29/4/07

¿Invasión? - Capítulo 5





El día 23 a las 23 horas de Moscú, varios operarios observaban, a través de sus prismáticos, elevarse el cohete portador del satélite Cosmos 2007. Era el noveno aparato de combate que los soviéticos colocaban en órbita desde la alerta general. La rojiza estela de los motores fue empequeñeciéndose y, finalmente, desapareció.

Dos horas más tarde, Lebedev, como presidente provisional de la Unión de Repúblicas Soviéticas, era informado de que el 2007 estaba en la órbita fijada, a unos 307 kilómetros de altitud media. Lebedev, despertado en medio de la noche, bostezó pausadamente y volvió a acostarse.
El rinrineo del teléfono le despertó. Miró el reloj y maldijo al que esperaba al otro lado de la línea.

- Las cuatro…maldita sea… ¿Quién es? – gritó, casi con violencia.
- Excúseme mariscal- se oyó una voz ronca y debilitada por la mala recepción-… pero ha sucedido algo importante…
- ¿Qué es importante? Hoy es 24… ¡faltan ocho días para el día 1, ¿no?!
- Mariscal… el 2007…. Ha sido destruido.
- ¿Qué? – Lebedev acababa de despertarse del modo más eficaz que pudiera imaginar.
- Tenemos todo un equipo investigándolo. No sabemos quién lo ha destruido…. Le sugiero que convoque una reunión y….
- ¡Lo que faltaba! – gruñó Lebedev-… que estos condenados invasores no cumplan su palabra… - pensó en las palabras de su interlocutor- Tiene razón. Convoque una reunión para las nueve horas en mi casa. Espero que para esa hora tengan ya alguna hipótesis de lo sucedido.
- Lo intentaremos, mariscal.
Todo el mal humor que había acumulado Lebedev recayó sobre el teléfono cuando el mariscal colgó el auricular.

A las 9 horas exactamente, el encargado de seguimiento de Baikonur, Anatoly Lautin, tomó la palabra en el salón de la casa del presidente.

- Mariscal. Señores…. Saben ya todos ustedes que hacia las tres horas de hoy, día 24 de enero, nuestro satélite Cosmos 2007, recién puesto en órbita según el programa defensivo mundial, ha sido destruido. Rápidamente, hemos calculado el punto de destrucción y nuestra conclusión es que ha sido atacado con emisiones láser procedentes…- dudó- de la Tierra.
- ¿Qué? – Lebedev se levantó como empujado por un resorte- ¿qué dice usted?
- Como saben – prosiguió Lautin- todo el satélite estaba recubierto con la aleación “strich”, a fin de asegurar una resistencia incluso a explosiones nucleares de mediana potencia y, también por supuesto, a radiación láser.
- ¿Entonces? No comprendo cómo…
- Verá, mariscal. Existe no obstante una pequeña zona que no se puede ser construida con “strich”. Es un escape por ósmosis que está fabricado con polifloruro. Es una zona muy reducida y secreta. Intentamos prescindir de ellas pero es impensable para refrigerar el computador. Pues bien, a fin de hacerlo inaccesible, tal escape se sitúa al final de un largo cilindro hueco hecho de “strich”. De este modo, sólo una trayectoria directa a través del cilindro, puede alcanzarlo. Si tal trayectoria de ataque no es exactamente colineal con el eje del cilindro, el proyectil o la luz láser chocarán contras las paredes del cilindro de “strich” y no será posible la destrucción del satélite.
Como he dicho, tal elemento es secreto pero desde la alerta mundial fue preciso comunicárselo a varios países para normalizar la defensa, No creo que los supuestos invasores hayan podido acceder a tal información ya que su traslado se hizo con gran precaución a través del ISP.

- Bien, ¿pero por qué cree que se le atacó desde la Tierra? – preguntó Lebedev.
- Verá mariscal, en el momento de la destrucción, el eje del cilindro que comunica el escape atacable estaba orientado hacia el planeta. Como he dicho antes, sólo una trayectoria del láser exactamente colineal con su eje puede lograr la destrucción del aparato.
- ¿Dónde? – preguntó el mariscal con más ira que curiosidad- ¿hacia dónde apuntaba?
- Hacia – Lautin vaciló- los Estados Unidos, señor.



Roberstue salió en bata de su habitación y corrió al despacho contiguo. Su secretario le había despertado agitadamente pues Lebedev le llamaba personalmente a través del teléfono rojo. Oyó hablar al mariscal con un impropio tono, según la opinión de Roberstue.

- ¿A qué demonios está jugando, señor Presidente? – tradujo el intérprete.

Roberstue, adormilado y, sobre todo, sorprendido no supo qué replicar. Mientras, Lebedev seguía rugiendo desde Moscú. El intérprete de la Casa Blanca se hallaba tan extrañado como su Presidente.

- Le advierto, Roberstue, que la Unión Soviética no va a tolerar que su país aproveche la ocasión difícil en que se halla el mundo para proseguir con su política imperialista. Desde el punto de vista personal me parece, además, una acción repugnante. El mundo espera algo más de ustedes, señor.

Roberstue, algo repuesto del asombro, replicó.

- Si usted quisiera explicarme, señor Lebedev. Le aseguró que no sé de qué me habla pero le advierto que como representante del pueblo americano, no puedo admitir su actitud.

Al cuchicheo del intérprete soviético, siguió la respuesta del mariscal.

- Sabe usted muy bien a qué me refiero. Ustedes han destruido nuestro satélite Cosmos 2007. Sólo algunos países saben el punto flaco de nuestros Cosmos y, además, señor Roberstue, - alzó la voz- nuestros expertos han calculado que la emisión láser que lo destruyó llegó desde su país.
- ¿Qué? – respondió el americano, que empezaba a comprender la alteración de Lebedev- Señor mariscal, le aseguro que los Estados Unidos no han atacado su satélite. Yo….
- ¿Niega la evidencia, señor?
- Por supuesto. Cierto que hemos recibido sus informes sobre los Cosmos pero le aseguro que no tenemos nada que ver con el ataque. ¿No ha podido ser otro país?


Roberstue oyó que Lebedev hablaba con el traductor. Después, el mariscal respondió:

- No, señor Presidente. El láser tenía la dirección que une su nación con nuestro satélite. Comprenderá que mis sospechas son fundadas.

El Presidente americano pensó unos instantes. La duda de no estar informado de todas las actividades militares le asaltó pero la confianza que tenía en sus subordinados se impuso y descartó la hipótesis.

- No, mariscal. Vuelvo a decirle que no tenemos nada que ver en esto.

Lebedev empezó a calmarse. Por un lado, la innegable evidencia de la dirección del ataque le conducía a mostrarse intransigente pero, por otro lado, conocía bastante bien a Roberstue y confiaba en él hasta el punto, claro está, que dos presidentes pueden confiar entre sí.

- ¿Me da usted su palabra, señor Roberstue? – dijo por fin.
- Por supuesto. Y le aseguro que abriré, inmediatamente, una investigación.
- Bien. Quizá me haya precipitado – volvió a dudar, no queriendo mostrarse excesivamente blando- pero, señor presidente…le aseguro que la Unión Soviética se mostrará lo firme que sea preciso. Retrasaré mis decisiones hasta mañana. ¿Podrá usted dar alguna explicación en ese tiempo?

Roberstue acabó de escuchar la traducción y, algo enfadado, respondió:

- Mariscal Lebedev… los Estados Unidos no tienen que dar ninguna explicación, puesto que no somos culpables de nada. De todos modos, me pondré contacto con usted en cuanto sepa algo.


Lebedev, bastante calmado ya, intentó arreglar un poco las cosas.

- Quizá tenga razón, señor Roberstue. Le ruego comprenda mi situación. Espero sus noticias.
- Espero poder dárselas para mañana, mariscal. Ahora, le pido disculpas….

- ¡Maldición!.... sólo nos faltaba esto – pensó Roberstue al colgar el teléfono rojo.


Unas horas después, la ABC daba la noticia en su primer informativo. Todo el mundo se indignó. Mientras unos lo hacían por los “malos modos rusos” y “mentiras del Este”, otros lo hacían por “la incalificable acción de nuestro Gobierno” o “la traición que les hemos hecho a los soviets”. Una psicosis de espías se creó en todo el mundo rápidamente. A los ojos de la gente, cualquiera podía ser uno de aquellos temidos espías extraterrestres o traidores terrestres, que habían logrado apoderarse de la información sobre los Cosmos.








Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.





30/1/07

Metal Gear Solid Digital Novel

Metal Gear Solid Digital Novel es una novela digital basada en el juego de la plataforma PSP que ha sido remodelado y recreado para consituirse en novela, comic y vídeo.
La obra incluye efectos de sonido, música y animaciones. Permite dos modos de interactividad con el comic. Por un lado, se puede abrir un "Memory Search" que permite buscar personajes o items navegando por la pantalla en tres dimensiones. Cualquier dato descubierto se añade a una base de datos, y sus contenidos pueden ser intercambiados con otros usuarios por medio de Wi-Fi.

29/1/07

¿Invasión? - Capítulo 4


Había transcurrido una semana desde que Simón Santos empezase a trabajar en el ISP y por sus manos habían pasado muchos sobres dirigidos a famosos personajes políticos de muchos países. A partir de la creación del centro de control de Calar Alto, la intensificación del tráfico de correspondencia a través de la oficina de San Sebastián había sido enorme.

Dado que la central de Barcelona se hallaba ya bastante saturada antes de los sucesos que atemorizaban al mundo, todo el correo especial se había canalizado a través de la oficina de Simón. Ya no eran aquellas misivas sin gran importancia de los primeros días de trabajo. Ahora, Simón Santos y Martín Bledia revisaban verdaderos informes secretos que, en cierta medida, les impresionaban bastante.

Durante toda la semana, las noticias de la posible invasión habían marcado el ritmo mundial. La reunión extraordinaria de las Naciones Unidas había decidido, casi unánimemente, prepararse con todos los medios posibles para la lucha. La opinión pública no era homogénea pero, en general, la gente se sentía embargada por una mezcla de temor y fervor bélico. Algunos veían la ocasión propicia para hermanar a todas las naciones; otros alimentaban sus propios instintos de grandeza en una humanidad a la que ya veían poderosa, vencedora y conquistadora; otros, por fin, encontraban un caldo de cultivo perfecto para sus negocios y les preocupaba muy poco el destino que habían de tener sus armas.

También a Martín Bledia le había alcanzado la fiebre guerrera. Su obsesión era, ahora, lo que él llamaba “espionaje traidor”. A lo largo de aquellos días había martilleado a Simón sobre sus temores de que parte del gran volumen de mensajes de alto nivel que pasaban por la red ISP fuese boicoteado o espiado por los que él de denominaba “terrestres vendidos al invasor”. Naturalmente, ni él mismo podía explicar cómo algún hombre de este planeta pudiera conocer a uno de los invasores pero, en su excitación, apenas reparaba en ello. Martín seguiría convencido de que la invasión requería bases extraterrestres ya establecidas en la Tierra, por muchos argumentos en contra que le diera su compañero.

- Ten cuidado, Simón – le decía- Comprueba todas…todas las cartas.

Incluso, había dejado de leer los periódicos en la oficina, lo que en Martín era más que un milagro. Sólo vivía ya para buscar falsificaciones o explosivos en las cartas que revisaba.

Simón seguía trabajando a su ritmo. No le habían causado gran impacto las alarmantes circunstancias. En realidad, no creía ni media palabra de todo aquel tinglado. En sólo aquella semana ya había visto pasar por sus manos los más alarmantes informes de todo tipo y todos ellos no se habían cumplido. Sin embargo, no atisbaba el por qué alguien pudiera estar interesado en propagar aquellas noticias.

- Pobre Martín- pensaba. ¿Cómo no se dará cuenta de esto no es más que un montaje publicitario? ¿Pero por qué nos estarán tomando el pelo?

A pesar del entusiasmo de Martín hacia su labor, el curso rutinario de aquella oficina no había variado gran cosa. “El amo” seguía sin aparecer por el despacho y Simón empezaba a acostumbrarse a la monotonía que impregnaba todo el edificio. Habían variado los contenidos de las cartas pero los hombres que allí trabajaban, los horarios, las labores…. Todo permanecía inalterado.

El día 18 por la tarde se reunió el Consejo de Ministros español. Al anochecer, una nueva noticia apareció en las primeras páginas de los periódicos: casi todos los directores de las oficinas ISP habían sido cesados entre ellos, por supuesto, Barsán. La versión oficial, que convenció a muchos y en realidad era cierta, fue que en las gravísimas circunstancias que se afrontaban eran precisos hombres de firmeza y lealtad probada, personajes identificados totalmente con el Gobierno y, en fin, que sacasen al ISP del ligero atolladero al que le había conducido la situación. La nota gubernamental afirmaba que se había efectuado un informe sobre la labor de los cesados y, en vista de sus datos, se había creído oportuno el relevo. La prensa alabó la decisión y se felicitó porque los miembros de la Administración fuesen controlados. La realidad, sin embargo, es que el, informe había aparecido sobre la mesa del encargado ministerial son que este hubiera pedido tal investigación.

- Seguro que es cosa de alguno que desea un puesto en el ISP – pensó el ministro- pero quizá haya algo de razón.

Pujol, un antiguo socialista que se encargaba de este Ministerio volvió a releer aquel informe. Al finalizar, le pareció un regalo del cielo. Realmente aquello tenía visos de ser cierto y, en tal caso, la medida de los ceses se imponía.

Pujol había pedido a sus colaboradores que confeccionases listas de posibles sustitutos. Entre todas eligió la de un joven secretario muy recientemente afiliado a su partido. Se sorprendió que hubiera sido el más joven e inexperto el que presentara la lista más completa y acertada. En realidad, Pujol conocía a muy pocos de los propuestos, pues la mayoría eran recién llegados al partido, pero sabía que en poco tiempo se habían granjeado las simpatías de todos por su buen hacer.

- Esto es lo que necesitamos – se dijo a sí mismo- Personas nuevas y competentes-. Además, la idea de que todos pertenecieran a su propio partido le sedujo especialmente.

- No es extraño, viendo lo poco que trabajaba Barsán- dijo Simón cuando se enteró de la noticia.

- Ya era hora de que esto empezase a funcionar – Martín, eufórico, veía con agrado que empezaban a jugar un papel importante en la contienda alienígena que se avecinaba- ¿ves? , lo que te decía. Esto es importante, muchacho. Muy importante.

Los cambios se hicieron notar rápidamente. Ahora, Simón y Martín habían de pasar todo el correo revisado por ellos al despacho del nuevo director que, además, solía presentarse de improviso en la oficina.

- ¿Qué te parece González? – preguntó Simón
- ¿Quién? – respondía Martín
- González, el nuevo director.
- ¡Un tirano!.... no, no…. Es broma. Es lo que necesitamos. Debemos prepararnos – calló un momento como si recordase algo- …y pensar que yo antes no hacías más que leer los periódicos. Aquello estaba mal, muy mal….

Aún estaban hablando cuando entró el nuevo director. Era un hombre tan enigmático como eficaz. Muy alto, lucía una irregular barba que se espesaba en el labio superior para formar un llamativo bigote. Una pipa humeante era su compañera inseparable. Sus ojos castaños se movían con rapidez de un lado para otro, siempre atentos a cualquier pequeño defecto, lo cual resultaba agobiantes para los que rodeaban. Era un hombre muy nervioso. A simple vista no se apreciaba pero, si uno se fijaba en su nariz, notaba que su lóbulo izquierdo subía y bajaba alternativamente, como si se tratara de un ligero temblor. Simón se dio cuenta de ello por casualidad y pensó que quizá fuera aquello lo que le causaba rubor cuando hablaba con Martín.

- Señor Bledia – dijo González - ¿ha terminado ya con las cartas dirigidas a la embajada alemana?
- Por supuesto – repuso, un poco intranquilo, Martín. Su fama de insaciable lector durante las horas de trabajo no le hacían muy competente a los ojos del nuevo gerente. Sin embargo, al verlo algo sonrojado, Martín vio ante sí un hombre tímido lo que le tranquilizó.
- Gracias – contestó González al recoger los sobres- Se volvió rápidamente y salió.





Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.