Por las tardes, cuando Ferdinand se sienta en el porche a ver atardecer, le entra cierta nostalgia. No es que esté a disgusto, medio recostado en la butaca de la terraza, con el sol enrojecido deslizándose hacia el horizonte justo enfrente de él, el piar de los gorriones, un vasito de Pedro Ximenez en la mesita y un libro a su lado. Está bien, pero acariciándola en este mismo instante estaría mejor.
Porque ella está siempre presente, siempre en el pensamiento, pero lo inmaterial no puede sustituir al escalofrío de sentir su piel, o escuchar su respiración, o mirar su cara, o preguntarle si quiere una copa de Verdejo e ir a traérsela. Ferdinand no es hombre de amores espirituales sino de sentir la carne, de apretarse en un abrazo, de escuchar el timbre de su conversación, de recorrer sus labios, de tener sus piernas sobre el regazo y dejar pasar el tiempo. Qué delicia dejar pasar el tiempo a su lado.
Lo que más le jode es esa sensación de que ya es tarde; de que el mundo, la vida, las circunstancias o la edad son barreras infranqueables; la conciencia de esa renuncia, ¿o habría que llamarla auto renuncia?, impuesta a su propio deseo; la conciencia de que el momento ha pasado, de que no procede, de que ya no habrá más que añadir a esa colección de instantes íntimos y eternos.
La radio está conectada. Canta Paula Fernandes “nunca é tarde pra tentar un grande amor”. Quisiera creerlo, quisiera incluso volver a sentir el dolor del desamor porque sería señal de que existió el gozo del amor. Paula parece que acompaña sus pensamientos, “Jà fui ferido, também chorei”. Joder, ni que el técnico que programa las canciones en la 107.7 estuviera leyendo sus cavilaciones. Porque ha sido así, como dice la cantante, es lo que ha intentado siempre, “tentar ser feliz sem fazer sofrer”. Imposible de narices.
La guitarra acústica ataca la progesión de acordes final, “Dei tudo de mim para te convencer de que eu sou o amor e parte de mim pertenece a você”. Piensa que no sólo una parte le pertenece, sino todo él. Aunque sea tan difícil demostrarlo.
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