1/12/24

El relojero del tiempo inverso

 


En entradas anteriores de este Blog hemos analizado la dificultad de crear relatos de calidad con inteligencia artificial del tipo grandes modelos de lenguaje (LLM), como Gemini o ChatGPT.

En general, los textos generados son correctos sintácticamente pero adolecen de emoción y de direccionalidad, es decir de que la narración se dirija a un punto, a un final que sea interesante.

Pero, a veces, probando y probando, salen relatos dignos. Así, este creado por ChatGPT en el que la única petición que se hizo es generar un relato, en el estilo de Tolstoi, sobre un relojero que fabrica un reloj que mide el tiempo hacia atrás.

En este caso, el resultado es correcto a mi entender ya que mantiene el interés y, sobre todo, se dirige a un fin, es coherente con una idea final válida. Y, desde luego, vale como base para mejorarlo manualmente.

He aquí el texto completo propuesto por ChatGPT.




Usuario: escribe un relato en el estilo de Tolstoi sobre un relojero que hace relojes que cuentan el tiempo hacia atrás

ChatGPT:

El relojero del tiempo inverso

En un pequeño pueblo ruso, perdido entre colinas cubiertas de abetos y campos eternamente batidos por el viento, vivía Vasili Andréievich, un relojero cuyo taller era conocido no solo en su aldea, sino en toda la comarca. Su habilidad para fabricar relojes era inigualable; cada engranaje que ensamblaba y cada esfera que grababa con delicados motivos parecían respirar vida. Pero Vasili no era recordado únicamente por la destreza de sus manos, sino por la peculiaridad de sus relojes: todos marcaban el tiempo hacia atrás.

No era por error ni por extravagancia. Vasili fabricaba sus relojes con un propósito que pocos comprendían, pero que muchos temían. Los viejos del pueblo susurraban que los relojes del tiempo inverso robaban los años que quedaban por vivir. Las madres advertían a sus hijos que nunca miraran las esferas de Vasili durante demasiado tiempo, por miedo a quedar atrapados en su extraño tic-tac.

Sin embargo, Vasili, un hombre de rostro marcado por las arrugas del trabajo constante y los inviernos duros, no era ni mago ni profeta. Era un hombre que había amado profundamente. Su esposa, Anna, había muerto joven, víctima de una fiebre que ni las hierbas de la anciana Marfa ni las oraciones del padre Alexéi pudieron curar. Desde entonces, Vasili había comenzado a construir relojes que retrocedían, como si al hacer que el tiempo marchara al revés pudiera recuperar los momentos perdidos junto a ella.

Cada reloj que fabricaba era una carta a su memoria, un intento de capturar fragmentos del pasado: el tintineo de la risa de Anna en primavera, el eco de sus pasos sobre la nieve recién caída, el suave roce de su mano en las noches de invierno.

Un día, un hombre extraño llegó al pueblo. Era alto, con un abrigo oscuro que parecía absorber la luz, y sus ojos, de un gris metálico, tenían una mirada que perforaba el alma. Se presentó como Iván Petrovski, un comerciante de Moscú que había oído hablar de los relojes de Vasili y quería comprar uno.

—Quiero el mejor que tengas —dijo Iván, con una voz firme, casi autoritaria—. Quiero un reloj que no solo retroceda, sino que me devuelva el tiempo que perdí.

Vasili lo miró largamente, calibrando sus palabras con el mismo cuidado con el que ajustaba un engranaje. Finalmente, asintió y comenzó a trabajar. Durante semanas enteras, no se lo vio en la plaza del pueblo ni en la iglesia. El martilleo constante y el zumbido de su torno llenaban las noches como un canto melancólico.

Finalmente, el reloj estuvo terminado. Era una obra maestra: una caja de madera oscura con incrustaciones de plata que formaban un intrincado patrón de estrellas y constelaciones. La esfera estaba decorada con un paisaje de invierno que cambiaba sutilmente a medida que las manecillas retrocedían.

Cuando Iván recibió el reloj, sonrió con una extraña mezcla de satisfacción y desdén. Pero, mientras lo sostenía, Vasili habló por primera vez desde que el comerciante había llegado.

—Este reloj no te devolverá el tiempo perdido, Iván Petrovski. Solo te recordará lo que dejaste atrás.

El comerciante no respondió y se marchó del taller con su adquisición.

Pasaron los meses, y nadie volvió a saber de Iván Petrovski. Pero una mañana, un joven campesino que había viajado a Moscú regresó al pueblo con una historia inquietante: un hombre rico, que llevaba un reloj que retrocedía, había sido encontrado muerto en su mansión, rodeado de cartas nunca enviadas y fotografías antiguas. Parecía que, al mirar el tiempo invertido, había perdido toda voluntad de avanzar.

Vasili escuchó la historia en silencio. Esa noche, cerró su taller y, bajo la luz tenue de una vela, comenzó a trabajar en un nuevo reloj. Pero esta vez, el mecanismo no haría retroceder el tiempo, sino que lo ralentizaría, como si intentara estirar cada momento hasta que pareciera eterno.

Quizá, pensó Vasili, no se trataba de recuperar lo perdido, sino de aprender a valorar lo que aún quedaba.