Entre la angustia del día a día,
de los apuros cotidianos, del trajinar del trabajo,
de los obstáculos, de la mala suerte,
dime que me quieres.
Entre el pasar aburrido por la vida,
ante la espera de sueños que nunca llegan
y de anhelos siempre incumplidos,
dime que me quieres.
Incluso si no lo sientes,
o si has de mentirme,
o si lo has de hacer por caridad,
dime que me quieres.
Cuando estamos tan separados
que parece que los caminos se alargan solos,
y que las horas se hacen infinitas,
y las primaveras no vuelven,
dime que me quieres.
Cuando tengo dudas de todo,
cuando las tienes tú,
cuando la vida me apoca,
cuando me siento desvalido, inerme,
cuando necesitas que te abracen,
cuando deseas solazarte en un cariño, en una caricia,
dime que me quieres.
Cuando la noche se queda sin luceros de plata,
y el aire de la noche nos hace tiritar,
y nos desvelamos inquietos,
y pensamos que todo acaba,
y que ya no habrá mañana,
dime que me quieres.
Cuando caminamos tan juntos pero tan lejos,
sin encontrar un lugar, no el tuyo ni el mío, sino el nuestro,
donde acostarnos en un abrazo íntimo,
dime que me quieres.
Cuando parece que nunca podremos
salir del bosque de los malos duendes,
hallar nuestro – otra vez, nuestro- sendero propio,
besarnos en el parque,
gritar cuánto te adoro,
dime que me quieres como yo te lo digo a ti.
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