14/1/11

Mundos


Sabes, ciertamente, crear mundos. Universos completos que generas para mí, para mi gozo, para mi felicidad. Lo haces de manera espontánea, sin darte cuenta como si, inocentemente, sin quererlo, se cayeran de tu sonrisa y de tu mirada jardines de ternura y mares de caricias. No es extraño que te adore como a la diosa de mi mundo y que atesore tu afecto como el más preciado de los tesoros, que tu amor – siempre imposible de comprender- sea el más increíble de los milagros. Creas mundos de la nada, con poco. Llovía y el día estaba desapacible y tristón. Demos una vuelta antes de acostarnos, dijiste. Pero llueve, protesté. Venga, así dormiremos mejor, insististe. Era noche cerrada y no había luna que admirar. Apenas nadie paseaba por las callejuelas cercanas a la iglesia y los charcos amenazaban con salpicaduras imposibles de limpiar. Una jornada de diario, insípida, anodina. Y vas tú, sin más, y me tomas del hombro y acercas tu rostro al mío y besas mi mejilla y me dices que me quieres. Y la noche se torna amable, y me pregunto por qué yo no quería dar el paseo, y por arte de magia surgen luceros entre las nubes que se abren de pronto para festejar mi suerte, y en los charcos se reflejan arabescos de colores, y las farolas titilan sonrientes ,y el mundo, tu mundo, mi mundo, es otro mundo.

2 comentarios :

Víctor Sáez dijo...

Como siempre, un regusto dulce y una ternura infinita envuelven estos escritos de amor que tan bien resuelves. Enhorabuena.

Félix Remírez dijo...

Muchísimas gracias por el elogio. Un saludo cordial