Mientras que la imprenta en papel encontró pronto una cierta estandarización y, hoy en día, esta es clara, al libro digitalizado, al e-book le está costando encontrarla. El problema no sería vital si es que se tratara sólo de cuestión de tiempo, de ir decantando por prueba y error, oferta y demanda, la mejor de las opciones. Si el asunto es radicalmente preocupante es porque los actores involucrados no parecen desear la estandarización de formatos. El mercado es, ahora mismo, una especie de selva en la que los condicionantes técnicos se usan no para aumentar la accesibilidad y fomentar el libre flujo de contenidos sino para todo lo contrario, para crear fronteras lo más opacas posibles de modo que el dueño de cada redil pueda mantener a sus ovejas (clientes, lectores) prisioneras en él. Es una lucha de fuerza bruta en el que la empresa que tiene más aparatos o más usuarios construye más y más parapetos (prescripciones técnicas particulares) para que nadie pueda entrar en su nicho. Ya hay demasiados formatos (ePub, Kindle Format 8, XML, CSS, HTML5, ePUB3, ePUB4, PDF, Word, DRM sí o no, Flash sí o no, etc.) y los departamentos de software buscan crear más, fragmentarlos, en vez de unificarlos. Ciertamente, existen todo tipo de convertidores entre formatos pero los resultados suelen ser, en muchos casos, descorazonadores porque la maquetación, el gusto de la página (ni siquiera se está de acuerdo todavía en si debe continuar existiendo el concepto de página), las fuentes, la navegación a través del libro, etc. suelen resultar dañados cuando se efectúa la conversión.
Para los escritores que desean autopublicarse, este falta de estándares resulta también devastadora porque muchas veces es imposible hacer que el contenido sea accesible con calidad en varias plataformas, a no ser que se dediquen ingentes cantidades de horas de programación a conseguirlo, muchas veces mediante el expeditivo método de crear varias versiones duplicadas, sin duda un desperdicio de recursos masivo. Trabajo destinado a servir a intereses comerciales, no a crear arte. Esperemos que esta guerra fratricida no acabe con todos y con el crecimiento general del sector del libro digital. La paciencia del usuario es alta, pero no infinita.
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