La definición de hogar en el diccionario es muy triste, no
recoge lo que realmente es. Sitio donde se hace la lumbre en las
cocinas, chimeneas, hornos de fundición, etc.; Casa o domicilio; Familia, grupo de personas emparentadas que viven juntas.
No, no es esto. Quizá los académicos no lo sepan, no pueden
saberlo todo, están con otras cosas, analizando la etimología de palabras como
palingenesia, enquiridión o contumelia. Por eso dejan hogar tan
abandonado. O quizá sea porque yo sólo, yo únicamente de entre todos los
hombres de la tierra, puedo definir hogar con exactitud.
Hogar eres tú.
Hogar eres tú, sólo tú.
Hogar es compartir un bocadillo a medias, hogar es verte en
camisón y zapatillas grandotas ocupando el espacio que me rodea, andando a mi
alrededor enfrascada en ordenar unos neceseres que me resultan incomprensibles. Hogar es
oír cómo me cuentas las cosas del día y escucharte embelesado lo que para
otro serían detalles rutinarios sin importancia y que para mí, en tus labios,
son aventuras maravillosas.
Hogar es verte disfrutar de una cerveza fría, que me digas
que me quieres, verte peinar el pelo recién salida de la ducha. Es madrugar
contigo, preparar el café y las tostadas a tu lado, oírte por teléfono, pensar
en el regalo para tu cumpleaños.
Hogar es admirar la curva de tu cadera, de tus muslos, de tu
espalda, de tu sonrisa, de tus manos delicadas. Hogar es dormirme acariciándote
mientras, fuera, la lluvia repiquetea sobre la tejavana de cinc.
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