En estas fechas, varios canales de televisión retransmiten
campeonatos de patinaje artístico sobre hielo. Sentados frente a la pantalla,
tratamos de distinguir qué es un doble axel, un levantamiento, un Lutz, un
salto lanzado o un loop antes de que la comentarista – excelente- nos lo aclare. Luego, los jueces, implacables,
emiten sus calificaciones y todos hemos escuchado eso del nain point
chu, nain point zri, nain point for.
Siempre me fijo en los concursos por parejas porque me
recuerdan lo que somos. ¿Te has fijado? Los protagonistas no pueden ser más
distintos, inusitadamente diferentes. Ellos, usualmente, son gigantones, lentos
de giro y salto, fuertes, poco delicados en los gestos. Ellas, sutiles, frágiles,
volátiles, medio metro más bajas que sus compañeros. Salen a la pista y,
mientras calientan y comprueban el estado del hielo, parece que nada bueno
puede salir de un conjunto tan disonante.
Suena la música, entonces, y surge un pequeño milagro.
Juntos, deslizándose rápidos, crean la magia de la armonía, ella parece más
alta y él más bajo, él deja de ser torpón, sus manos se convierten en las alas
de ella que la hacen volar, rotar y elevarse al infinito. Las luces de los
focos concentran su brillo en los patinadores, hay silencio en unas gradas que
admiran el fluir de la pareja, su compenetración, su complicidad, su
entendimiento. No son ya dos cuerpos, sino uno. Es el conjunto el que cuenta.
Estaba viendo un campeonato ahora. Ella con un vestido marfil,
él de negro riguroso; Oblivion, el tango de Piazzola,
llenando de ternura y delicadeza la atmósfera. He pensado que somos nosotros.
Así somos nosotros, como patinadores en el hielo. Tan distintos, tú brillante, sensual,
deslumbrante, capaz de gobernar el mundo, genuina, vivaracha e inteligente. Yo, torpón, incapaz de moverme
por la vida con agilidad, necesitado de ayuda para cumplir mis sueños, lento de
reflejos. Juntos, somos más; juntos, creamos prodigios; tú vuelas más, yo me
siento importante impulsándote; tú eres arabesco de luz, yo destaco con tu
fulgor; tú guías, yo colaboro. Los focos del cosmos nos iluminan mientras nos
deslizamos por la vida haciendo bello el camino. Al final, cuando el espectáculo
acabe, el juez del más allá puntuará nuestro transitar por el mundo, si hemos patinado con
la técnica adecuada, si lo hemos hecho con belleza artística. Te miro y sé que, gracias a ti,
lograremos un nain point nain, nain point nain, ten.
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