Brend Nasks tamborileó con sus dedos sobre el teclado virtual que iluminaba la mesa. Columnas de cifras y símbolos bailoteaban en el monitor laminar. Era un proceso que requería toda la potencia de cálculo de la computadora y sabía que aún pasarían unos minutos hasta que se mostraran los resultados. No era optimista. Aunque había dedicado largos años al proyecto, las instrucciones del Consejo de Administración era claras. O el último experimento mostraba resultados alentadores o el programa quedaría cancelado definitivamente. No habría más recursos. La Farmandromedis Corp. estaba inmersa en un ambicioso estudio sobre el potenciamiento cerebral y el nuevo y prometedor medicamento Nova Mentis requería todo su esfuerzo. No había tiempo ni dinero para asuntos de menor importancia.
Brend se recostó en su silla y suspiró. Era una pena. De haber funcionado el experimento, la compañía podría haber sido pionera en la venta de psicofármacos que modificaran la personalidad y el comportamiento de los individuos. La idea era interesante. Crear un nuevo ADN y dejarlo evolucionar a lo largo del tiempo, observando todas las posibles mutaciones y seleccionando aquellas que tuvieran ventajas médicas incuestionables. Durante algún tiempo, la cosa había ido bien. Pero, al poco, los especímenes se volvían inestables y hacía ya mucho tiempo que las muestras eran todas desechables. Poco hallaban de utilidad. Así, el Consejo se había hartado de enterrar millones en el proyecto. Era martes cuando llamaron a Brend al despacho del Presidente. Fue amable pero preciso. Le daban una semana para probar que podía haber alguna mutación de interés o se cancelaría el asunto. Su puesto de trabajo no corría peligro. Lo adscribirían a un programa de medicina proteínica que apenas comenzaba.
Un pequeño pitido le sacó de sus pensamientos. Un complicado gráfico tridimensional rotaba en la pantalla. Lo estudió durante unos segundos. No necesitó más para percatarse de que el resultado continuaba siendo descorazonador. La nueva generación de cobayas presentaba todos los defectos de las anteriores.
Los dos soles de Perseii 23 estaban ya bajos en el horizonte y los rascacielos flotantes se recortaban imponentes contra la difusa luz del atardecer. La ciudad se preparaba para la noche de seiscientas veinte horas en la que el planeta penetraba. A lo lejos, fuera de la zona restringida, un carguero espacial desapareció en un micro agujero de gusano recién creado para trasladarse hasta el brazo de Sagitario.
Brend Nasks se dispuso a terminar con el experimento de acuerdo a las órdenes del Consejo. Introdujo los códigos de destrucción en el ordenador y se aseguró que los equipos de extinción biológica desinfectarían la zona una vez que se hubiera terminado la anulación. Comprobó los datos una última vez y pulsó el botón rojo. Mañana sería otro día.
En algún lugar del sector XXIII de asteroides, un receptor hipoespacial recibió la señal y activó el protocolo. Una roca de unos 500 km de diámetro salió suavemente de su órbita y se dirigió con precisión, y a toda velocidad, hacia el planeta llamado Tierra.
1 comentarios :
excelente relato! lo bueno es que es probable que seamos un experimento de otros seres avanzados.
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