6/3/10

Añoranza


La añoranza es muy puñetera. Parece un sentimiento menor que puede combatirse fácilmente con un poco de entretenimiento y algo de conversación. Pero, no. Es mucho más sibilina de lo que uno puede imaginarse porque sabe como aliarse con el azar para hurgar en los anhelos más profundos.

Se trata de un día cualquiera, con sus líos de trabajo y sus urgencias anodinas, cuando de pronto, sin sospecharlo, me hace caminar justo enfrente de ese restaurante italiano de manteles de cuadros, luz tenue y velita encendida sobre una botella vacía de Montepulciano. Y, entonces, apareces. Estás en la mesa y me sonríes. Me miras. Me llamas, y recuerdo cómo me aferraba a tu mano mientras charlábamos entre bocado y bocado. Sacudo la cabeza y pienso que ha sido tan sólo una casualidad. Soy un ingenuo. La nostalgia no se rinde. Con su magia hechicera me conduce, sin que yo me aperciba, a esa calle donde está la tienda de moda que tanto te gustó. Y mi mirada se detiene en sus escaparates y en las escaleras que acceden al piso superior, las que subimos mientras te abrazaba por la cintura. Y vuelves a aparecer, observando las prendas y preguntándome si te quedarían bien. Y me oigo decir que me encantan si a ti te gustan, que cualquier cosa que te pongas te sentará como la seda en tu cuerpo de diosa.

Es puñetera la añoranza. Y malvada. Será por eso que hoy la ciudad estaba llena del aroma de tu perfume, que me pareció verte en el parque, que escuché tu voz en la alameda, que volteé la cabeza una docena de veces llamándote. Será por eso que hoy tu imagen paseaba entre las paredes del museo que visitamos juntos. ¿Lo recuerdas? ¿recuerdas el patio andaluz repleto de porcelanas, la luz coralina de las marinas, las petunias del jardín? Sí, sé que todos dirán que estoy chiflado, que no estabas allí, que no mirabas los lienzos de blancos brillantes, los puertos de colores y las olas de acuarela, que te encontrabas a cientos de kilómetros. Sí, sé que dirán que estoy loco. Y, ¿sabes?, están en los cierto. Loco por ti. Al cabo, me he arrepentido de llamar malvada a la nostalgia y le he dado las gracias porque te ha traído en volandas por entre las nubes de los recuerdos.





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