Mi madre (Anagrama, 2010) de Richard Ford es una novela breve, aparentemente biográfica pero que es el relato de una obsesión: la pérdida de la madre y la necesidad de recordarla. A partir del recuerdo de unos relativamente escasos y en ocasiones banales hechos- pero significativos para el escritor- teje un hilo histórico fragmentado pero suficiente para mostrar una vida completa desde la fuerza que dan los hechos vividos y recordados tal como permanecen en la memoria, sin un trabajo adicional de depuración o de completar los recuerdos con datos elaborados externamente al propio recuerdo. Rellenar los huecos entre las anécdotas queda como trabajo para el lector. Una prosa concisa, estricta, breve, notarial, sin abalorios, cotidiana, intimista a ratos, que destila añoranza, que narra aquello que importa, aquello que marca en la vida, esos flashes que se han engarzado en las neuronas sin saber bien el porqué, que quizá parezcan poco importantes a un espectador ajenos pero que resultan vitales al que los vive. Ford se centra en contar lo que su madre era precisamente como madre de él, no lo que fue como esposa, o como amiga de sus amigas, o miembro de su comunidad. Libro que se lee rápido pero que planta semillas para reflexionar.
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