House of leaves de Mark Z. Danielevski es una novela transgresora, difícil de leer (también porque, hasta donde yo sé, no hay versión en español), ergódica en este sentido, que presenta una demolición del concepto de maquetación tradicional del libro, una metamorfosis y una fragmentación continuas de la idea de lectura, un querer plasmar en papel la cultura audiovisual de la televisión pero sin un movimiento real. Una propuesta que es una especie de zapping trasladado al papel, donde las historias se entremezclan de manera anárquica, no sólo en el texto sino en el modo en que ese texto se presenta al usuario. Una maquetación mutante, sorprendente siempre y, también hay que decirlo, a veces cansina por convertir la fluctuación del orden en un fin en sí mismo aunque no se precise para el hecho literario. Danielevski nos brinda un laberinto, un nudo a desatar tanto en el fondo como en la forma y que, en función de los gustos, puede apasionar o aburrir porque averiguar las ecuaciones que definen los lazos más abstractos puede ser una pasión para un matemático pero también la más tediosa de las actividades para la mayoría. Hay pasajes escritos de manera convencional, otros en que los párrafos parecen competir entre sí, partes en blanco y negro, partes en color, tipografías variadas, textos que asoman en ventanas como si de un sistema operativo en pantalla se tratara, una presentación continuamente mutante. Historias de personas fracturadas (el borracho, un ciego que escribe sobre film, la madre internada en el psiquiátrico, el drogadicto enamorado de una nudista, el manuscrito de Zampanó, el informe Navidson, el crítico Truant que critica la propia narración…) que se entremezclan, a veces de manera parsimoniosa, en otras de forma tan fugaz que hay páginas de sólo un par de líneas. Una maquetación que parece seguir la frustración de los personajes, textos que se desmoronan a la vez que lo hacen sus vidas, pies de páginas inmensos en ocasiones, una mezcla de historias, de artículos enciclopédicos, de telegramas, de cartas, de dibujos, de poemas, de bloques de texto boca abajo, de grafías, de imágenes, unas veces con el texto en horizontal y otras en vertical, un collage complejo, ingenioso a veces, tétrico en otras. Un libro casi más para ser mirado que para ser leído. Un libro que seguramente no acabarán la mayoría de los lectores pero que, página a página, propone alguna novedad, una nueva visión narrativa, un pos-pos-posmodernismo, una creación de universos narrativos que pueden no ser exitosos en términos de emoción, de placer intelectual literario, pero que sí abren puertas futuras de desarrollo y que sugieren posibilidades. Ciertamente, puede argüirse que un libro que sólo sea un campo de experimentación técnico llamativo no tiene necesariamente calidad literaria. También puede defenderse, con razón, que el elitismo no tiene que ser necesariamente virtud. Pero, al menos, aporta ideas que podrán ser aprovechadas con acierto en el futuro. Y esta obra las aporta con profusión.
11/7/11
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