12/10/25

¿Es posible que la IA cree auténtica literatura?

 


En el artículo Crear literatura es más que escribir (o los problemas de que la inteligencia artificial no pasee, ni sienta ni padezca), de Vicente Luis Mora y publicado en el último número de @cuadernos_hispanoamericanos, se analiza si la literatura escrita por la inteligencia artificial puede tener el mismo nivel de calidad y creatividad que la de un ser humano. Como se da a entender en su título, las  máquinas no tienen sentidos, no sienten el viento, el frío, el dolor, no pasean cruzándose con amigos, mirando a los ojos a otras máquinas, sólo computan. En estas condiciones de ausencia total de interactividad, ¿puede una máquina crear literatura de calidad?

El autor argumenta que la inteligencia artificial no puede crear literatura genuina debido a limitaciones fundamentales. 

Primero, la IA carece de acceso al inconsciente humano, fuente primaria de la imaginación creativa, que no es extraíble ni transferible a programas informáticos. Si las máquinas desarrollaran creatividad propia, esta sería tan radicalmente diferente que no podríamos reconocerla con nuestros parámetros.

Segundo, la IA es incapaz de romper reglas creativamente. Funciona como un "zombi literario" que redacta pero no escribe, produciendo variaciones reconocibles sin establecer un centro filosófico propio que organice la información. Carece de la capacidad de negarse o divergir inesperadamente de lo programado.

Tercero, la falta de sintiencia y experiencia corporal limita profundamente su capacidad creativa. La IA no percibe el mundo físicamente, no camina, no observa detalles casuales que detonan la imaginación literaria. Su conocimiento es puramente referencial, basado en textos, sin comprender matices emocionales o sensoriales de experiencias humanas básicas.

Cuarto, carece de memoria falible. La memoria humana es imperfecta y creativa, genera realidades alternativas y asociaciones afectivas con palabras específicas. La IA recupera datos con exactitud electrónica, sin el error químico que bendice la imaginación humana ni las resonancias personales que activan al escribir.

Quinto, la ausencia de finitud y conciencia de mortalidad elimina el impulso humano fundamental de crear para trascender. La IA no sufre, no teme, no busca dejar testimonio.

Finalmente, argumenta que preferimos la literatura humana por razones afectivas: la lectura implica una conexión íntima con la sensibilidad de otro ser humano. Los estudios demuestran que al detectar autoría artificial, los lectores desconectan emocionalmente. 

La obra de IA pierde su aura por falta de resonancia humana auténtica.  

El artículo puede leerse en este enlace o en este otro.

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