8/2/08

Hoy te he llorado




Hoy te lloré. Quiero decir, más de lo de costumbre, más allá de ese llanto del alma y del sentimiento que fluye sordo pero persistente cada minuto del día. Te lloré y me refiero al llanto exterior, a ese caudal de lágrimas físicas que no se pueden detener por mucho que uno se pase el dorso de la mano por los ojos enrojecidos y uno se pregunte que qué se está haciendo perdiendo los papeles de esta manera. Sí, hoy te lloré. Suele pasarme a veces, ya lo sabes. Es repentino. De pronto, me atenazan la congoja de tu ausencia, la rabia por la vida injusta, la certeza de que la esperanza quedó muy atrás en el camino, el miedo de la soledad. Y, entonces, siento que súbitamente se me agolpan un zarpazo de hiel en la garganta y un grito mudo en las palabras; y siento la falta de aire, y el río de lágrimas que estaba ahí, empantanado en mí sin que yo me percatara, de pronto rompe la presa en que la razón, el sentido común y la madurez lo habían aprisionado. Pero, ¿sabes?, rechazo el sentido común, la razón, el que la vida sigue, el que hay que sobreponerse y el que todo tiene un motivo para suceder. Y, entonces, lloro y deseo que la rabia de mi llanto sea el tsunami que barra a los dioses sordos e inmisericordes que nunca nos escucharon y que no merecen ser adorados.




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