Era final de año y el invierno estaba resultando muy frío. Me hacía tanta ilusión como a ti ir juntos al concierto – era el primero al que íbamos - pero tú cogiste las entradas y lo preparaste todo para desplazarnos hasta allá. Los hoteles estaban llenos pero conseguimos una habitación en el centro. No nos importaba mucho el alojamiento, la verdad. Sólo necesitábamos una cama en que abrazarnos y una lamparita que acariciara nuestras miradas. Hicimos el amor antes de ir al concierto y se nos hizo tarde. El taxi tuvo que dejarnos muy lejos porque ya estaba todo lleno de vehículos mal aparcados. Te abrazaste a mí cuando Llach cantó Nuvol Blanc y me pasé la velada asido a tu mano. Al salir, se veía Orión arriba, muy arriba. Nuestros alientos se congelaban en la helada oscura y tímidamente volaban juntos como unidas estaban nuestras miradas. Te subí el cuello del abrigo para protegerte de la noche y me dijiste que te sentías feliz. Que hacía mucho tiempo que no eras tan dichosa. Fue entonces cuando me contaste de tus sueños nunca realizados, de tu ya próxima licenciatura y me dijiste que me amabas mucho, mucho. Nos juramos un futuro siempre juntos. No sabíamos que el destino tramaba algo horrible.
8/2/08
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