Escrita en tres idiomas (el catalán en los diálogos de algunos de los protagonistas, el castellano como escenario principal de la guerra y el francés en que realmente se describe la trama ya que el escritor vive en Francia) es una novela de prosa rica, en la que Bonells dibuja la complicidad del hijo que narra con el padre que combatió en la batalla.
Puede desconcertar quizá la libertad narattiva en la que se mezclan la primera persona, con el relato en ocasiones de los propios personajes e, incluso, de ese Dios ausente que permite la barbarie y que no sale en la foto como el título indica. Un Dios, por otro lado, que interviene en la trama, al modo de los dioses mitológicos que juagaban con las vidas de los seres humanos.
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