29/11/08

El jardinero

No se aficionó a la jardinería hasta que cumplió los cuarenta y cinco. Hasta entonces, el frenético ritmo de una profesión asfixiante y la auto creada necesidad de disponer de más ingresos habían amordazado cualquier otro interés. Ocurrió por casualidad. Había roto con Luisa. Pensó que se trataba de una despedida más. Al cabo, ya había tenido unas cuantas y sabía que el dolor del amor perdido duraba escasamente unas noches. La cama vacía se le hacía extraña sólo unos días. Luego, volvía a la vorágine de su trabajo, a sus viajes, a sus informes, a sus hoteles adornados en ocasiones con ternuras pagadas. Por alguna razón que, hoy después de tantos años, nunca supo, aquella mujer no fue otra más. Perduró sin saber cómo. De tanto en cuánto se asomaba en una esquina su fragancia, o percibía una mirada similar en otra dama, o se despertaba a media noche intentando abrazarse a un cuerpo que había marchado muy lejos. Y, lo peor, no pudo volver a enamorarse porque en cada aventura que tuvo desde aquel día siempre faltaba algo. Algo que Luisa tenía y la nueva amiga no.

Luisa amaba las flores, sobre todo las rosas blancas, y, aunque él nunca lo aceptó, debió comenzar a observar los jardines porque el recuerdo de su abrazo se le hacía más presente. Un día, casi una tontería, compró un libro en donde con muchas fotografías y pocas palabras – para mentes poco ágiles, vamos- enseñaban a plantar un pequeño jardín. Estaba en rebajas y lo cogió sin pensarlo. Lo hojeó y lo olvidó sobre la mesa. Pero al día siguiente lo volvió a tomar y vio el jardín de su casita, descuidado, con la hierba alta y crecida. Alguien le había dicho una vez que dedicarse a una tarea manual los fines de semana ayudaba a rendir más en el trabajo. Así que, más por profesionalidad que por interés, decidió plantar flores. El sábado a la mañana compró semillas y tiestos. Rosas, claveles, gladiolos, margaritas blancas y begonias. Eligió una imagen de las del libro y se propuso recrearla en su jardín. Fue un pequeño desastre pero, sin notarlo, sin ser consciente de ello, se sintió a gusto con la tarea que, aún sin reconocerlo, apaciguaba el ansía de tenerla otra vez junto a sí.

Cogió experiencia con el tiempo y su jardín cobró un aspecto mejor que los que aparecían en el libro. Algunos amigos le pidieron que hiciese algo similar en sus jardines, pagando por ello una buena cena y unas botellas de Rioja, amén de los gastos, claro está.

Cada estación modificaba el estilo de su jardín. Con flores y plantas dibujaba un caleidoscopio de formas y colores que iban variando cada año con nuevos motivos y nuevas expresiones. Los aromas se mezclaban, siempre distintos, siempre atractivos. El sol brillaba en mil maneras por entre los pétalos y una pequeña fuentecilla que situó en la esquina norte atraía a los pájaros. Llegó a ser envidiado por todos los vecinos y fue llamado a dar un par de conferencias en la ciudad para jubilados y amas de casa que le aplaudieron a rabiar. Sus sobrinos traían a sus amigas para vanagloriarse de aquel viejo tío jardinero que era capaz de crear tantas variaciones y tan bellas. Nadie se percató de que, siempre, en el centro había una rosa blanca.

27/11/08

Moresukine

Moresukine (http://tokyoblog.livejournal.com/ ) es un blog-comic-narración en el que se combinan el formato blog (un post tras otro) pero en forma de comic que, además, contiene una historia. Creado por Dirk Schwoeger mientras vivía en Japón, muestra una visión crítica de la sociedad japonesa de hoy. El estilo es el de mediados del siglo pasado: blanco y negro, páginas redondeadas, gráficos lineales. Asemejan las libretas Moleskine (http://www.moleskineus.com/ ) y de hecho Moresukine es la pronunciación japonesa de esta marca. La editorial NBM lo ha publicado en papel.



24/11/08

Digital Novel Markup Language (DNML)

Digital Novel Markup Language (DNML) es un lenguaje de programación que permite escribir rutinas para crear narraciones visuales. Su sintaxis es similar a la del HTML por lo que es relativamente sencillo componer páginas. Aunque, en principio, podría usarse perfectamente para escribir novelas literarias digitales en las que el texto fuera acompañado por elementos multimedia (imágenes, vídeos, sonidos) su uso se ha decantado más por crear sencillos juegos con algo de historia dentro. Su uso como herramienta literaria de valor está aún por aparecer. De hecho, aunque el DNML pretende ser un lenguaje para programar novelas visuales, el resultado real son juegos sencillos hechos por una comunidad de aficionados muy del estilo manga. Escrito en C++ por un programador anónimo, ha tenido cierta difusión en Japón pero poca en el resto de mundo.

Este año ha aparecido en la red el juego novelado Clannad (http://web.archive.org/web/20011213220308/key.visualarts.gr.jp/newsoft/ng_top.htm) que estudia más las posibilidades del DNML. Una novela visual en inglés es, por ejemplo, Heileen (http://www.heileen.com/) . Otros lenguajes como NScripter o Kirikiri compiten con el simple DNML.


TINETágora

El Área de Cultura del ayuntamiento de Tarragona ha organizado una nueva edición de Tardor literària 2008 , un ciclo de actividades culturales relacionados con la literatura y que se desarrolla a lo largo del mes de noviembre. Entra las actividades que se han dado cita figuran presentaciones de libros, encuentros con escritores, un concurso de relatos vía Internet, etc. (http://lletres.tarragona.cat/htm/tardor.html ).

Dentro de estos eventos, y en el ámbito de la literatura digital que es lo interesa a este blog, el Organisme Autònom per a la Societat de la Informació, OASI , propone TINETágora (http://www.tinet.cat/portal/sheet-show.do?id=27149&ruta=31Noves%20Tecnologies27149La%20TINET%E0gora%20presenta%20una%20nova%20edici%F3%20dedicada%20a%20la%20literatura%20digital) que se celebrará el 25 de Noviembre a las 7 de la tarde en la sede de la Cámara de Comercio de Tarragona. En dicha jornada, la doctora Laura Borràs impartirá la conferencia "Ciberliteratura: l'última frontera de l'escriptura?"

23/11/08

Indecisión


Las contaba cada mes. La última vez que lo hizo, contabilizó diez mil cuatrocientas diecisiete libretas, perfectamente ordenadas en su casa. Aparte de la cocina y de una mitad de su habitación, el resto de la vivienda estaba ya llena de cuadernos. Había iniciado aquel trabajo cuando contaba veinte años, al poco de romper con Teresa. Bueno, en realidad, no podría llamársele a aquello romper, porque nunca salieron juntos ni siquiera hablaron más de dos o tres veces. Ella jamás supo que él la amaba con esa pasión adolescente que lo ofusca todo. Él dudaba en cómo abordarla, en cómo charlar con ella, en pedirle ir juntos al cine. Quería que todo fuera perfecto cuando lo hiciera y no acababa de bordar su plan lo suficientemente como para estar convencido de que ella no pudiera negarse. La muy ingrata no fue capaz siquiera de darse cuenta de ello y se lió con un chico altanero que siempre llevaba un polo anudado al cuello y zapatos de gamuza. Les vio besarse tras la cancha del campus y, desde aquel día, quedó roto el compromiso que con ella tenía.

Decidió que, en desagravio de su pena, escribiría su triste historia de amor. Más como venganza que como recuerdo. Cuando la publicara todos sabrían el tipo de mujer que era Teresa y cómo había jugado inmisericordemente con sus sentimientos. Pero tenía que ser un buen relato. Uno que llegara al alma, que conmoviera, que permaneciera grabado en el recuerdo del lector. Y él, aún no estaba preparado. Resolvió que, primero, aprendería a escribir con esmero y, para ello, nada mejor que recopilar frases que le llamaban la atención. Compró una libreta y comenzó a escribir sentencias que le gustaban. Unas por bellas y metafóricas, otras por breves y concisas, algunas por estar hábilmente tejidas, o por ser profundas o por ser ligeras. La labor se le acumuló. En un par de ocasiones pensó que ya estaba listo para iniciar su novela pero, en ambos casos, halló otra frase que demolía las anteriores. Jamás escribiría algo que él sabía que no era lo mejor. El amor quebrado por Teresa requería la excelencia.

Con los años, se percató de que ya no recordaba todas las expresiones encontradas que ya se acumulaban en casi un millar de libretas. Comenzó así una tarea paralela, enciclopédica, para contar con un índice indexado que relacionaba los textos por estilo, por palabras, por autor o por contenido semántico. Cuando cumplió sus cincuenta años, dedicó el día del cumpleaños a reordenar los libritos para que, cuando por fin se sintiera seguro de arrancar con su historia, todo estuviera en orden. Cinco años después pensó que el momento había llegado. Incluso colocó dos cuartillas sobre la mesa y escribió una primera frase que decía “El amor no satisfecho permanece vagando por los caminos del alma. Esta es la historia de mi amor por Teresa…”. Lo leyó tres veces, cambió la palabra “satisfecho” por “compartido” y, finalmente, rompió las hojas y las quemó en la chimenea. No era bueno. No podía decidirse a seguir si no era perfecto. Tenía que seguir recolectando textos. Aunque eran las diez de la noche y caía un aguacero gris y ventoso, salió a la calle y caminó hasta la gasolinera que estaba a un par de kilómetros. A esa hora, era el único lugar abierto donde poder comprar una libreta nueva. La necesitaba.

22/11/08

Helsinki

Poco más reside en el mundo al norte de Helsinki. Cuando el otoño llega a su ocaso, la nieve aún no ha cubierto las calles pero el frío intenso anuncia la vecindad del ártico, y las horas de luz que huyen veloces hacia el sur invitan al recogimiento. Son las tres de la tarde y la noche es ya cerrada. Las calles están decoradas con San Nicolases y enebros de la fortuna, con mercadillos de carámbanos helados llenos de golosinas y figuritas. El viento silba entre los abetos del parque donde aún pasea el alma de Sibelius y millares de luminarias se encienden en el fiordo. Un reno perdido se asoma a la carretera. Los barquitos de alta proa y chimenea forjada se balancean junto a los pontones, viejos, llenos de recuerdos y de amores olvidados. Un gran rompehielos, adornado con miles de bombillas, se desliza suave por la rada como si fuera un gigante fantasma, una sombra cuya forma se adivina por la posición de las candelas. Hace sonar su bocina, profunda y triste, y se pierde en el horizonte de la noche hacia su destino inhóspito.

Al otro lado, la antigua cárcel de la isla– hoy restaurante íntimo, de esos en que las luces tenues y las velas titilantes invitan a la confesión y las confidencias, a las miradas lentas que lo dicen todo- se yergue entre las primeras banquisas del invierno. Helsinki se abraza al invierno con ternura. Al fondo, suena un tango. Porque, tan lejos de la Argentina, aquí se ama el tango. Acordes de bandoneón que me trasladan a un lugar y a una época que hoy, y todavía no se por qué, o quizá sí lo sé, necesito volver. Ha sido, al escucharlo, cuando te he echado de menos.

20/11/08

Sueño

Las luces del escenario se apagaron. Al contrario que en otros teatros, la función comenzaba cuando las luminarias se extinguían y la negrura colmaba la escena. Entonces, entraban los personajes. La obra siempre era distinta y, aunque sus diálogos y acciones pertenecían al mismo escritor y estaban basados en la vida del mismo, cada día todo cambiaba haciendo que el espectador sintiese siempre distintas emociones, miedos y sorpresas. Quizá por eso, volvía cada día.

Una señora mayor, de pelo canoso, que no perdía su tiempo en disimular con tintes su cabello, entró desde el fondo de la escena. Llevaba un cántaro en su mano y, aunque no podía verse lo que contenía, el hombre de la butaca supo que estaba lleno de vino. Gritó algo que, a pesar de haber sido claramente declinado, el espectador no podía recordar y la vasija cayó haciéndose añicos. Un joven vestido con pantalones vaqueros y una camiseta en la que ponía alguna barbaridad – eso sí, en inglés- apareció desde atrás y echó la culpa al espectador de que aquel accidente hubiera ocurrido. Vociferó que los padres siempre tenían la culpa de todo.

Súbitamente, el escenario cambió y el ser que asombrado veía todo desde su butaca observó cómo en milésimas de segundo el decorado se modificaba. ¿cómo lo harían técnicamente? De hecho, la pintura – porque aquello sería una pintura se suponía- era tan real que parecía que estuviese en un paseo marítimo. De hecho, podía sentir la brisa fresca acariciándole el rostro y mesándole los cabellos. Intentó saber cómo se producía aquel milagro técnico en el teatro pero lo olvidó cuando una mujer bella, con unos ojos avellanados, el pelo apresado en un compacto moño, sonrisa de sirena y voz dulce le llamaba hacia sí. Y el espectador se levantó y fue a abrazarla con la íntima sensación de que la conocía desde siempre y desde siempre la estaba esperando. Se le desvaneció entre su abrazo y se encontró nuevamente en el primer escenario, con el vino derramado y limpiándolo con un trapo mientras la primera de las mujeres le decía que no ayudaba lo suficiente. Miró hacia el patio de butacas y todo permanecía a oscuras. Otros personajes salieron y entraron, recitaron frases que no entendía, gesticularon y cambiaron el fondo del escenario tres o cuatro veces más. Era todo absurdo pero todos aquellos seres parecían comprender el guión.

Un sonido estridente dañó sus oídos. Una luz poderosa lo inundó todo. La tarima sobre la que se encontraba se desvaneció junto a las butacas, el bambalinón, los focos, la tramoya y los arlequines. La obra completa, con todos sus textos y todos sus personajes, se le olvidó instantáneamente.

Apagó el despertador y tuvo la extraña sensación de que había estado soñando una pesadilla.

El blog del inquisidor

Hoy saldrá a la venta El Blog del Inquisidor, una novela de Lorenzo Silva (en Ediciones Destino), una historia de intriga del siglo XVII que se traslada a tiempos actuales a través de dos personajes (monja y confesor inquisidor) que se conocen a través de un blog en el que un misterioso personaje habla de un proceso inquisitorial en el que él participó siglos atrás.

La “digitalidad” de la obra – aparte de que se introduzca un blog como escenario - viene del hecho de que los lectores podrán desarrollar la historia de los personajes a través de un blog que entrará en funcionamiento en un par de semanas y en el que podrán extender la propia historia de la novela. A fin de animar a la participación y la compra del libro, parece que se establecerá un concurso para premiar las mejores aportaciones. El blog recibirá también el título del “blog del inquisidor”. Silva fue premio Nadal en el año 2000.

El exilio español (1936 - 1978)

El exilio español (1936- 1978), de Julio Martín Casas y Pedro Carvajal (Planeta, 2006) es un ensayo sobre aquellos que hubieron de abandonar España tras la guerra civil y huyendo de la represión franquista.

Es una aproximación desde el punto de vista de los propios protagonistas que sufrieron el destierro. Unos niños, otros anónimos, otros de talla tan universal como Antonio Machado. Las memorias de todos estos hombres y mujeres crean un fresco vivo y dramático de sus penurias, de la injusticia cometida y de las penalidades y brutalidades humanas. Desde este punto de vista, el libro transciende el ser sólo un inventario de casos puntuales para devenir en un alegato contra la barbarie y la irracionalidad.

Los testimonios que los autores recogen muestran, sobre todo, el factor humano, el miedo, la incertidumbre, la incomprensión por lo que ocurre, el valor en los peores momentos, la lealtad, la deslealtad, el sufrimiento de los niños que veían todo aquello traumatizados. Pero todo ello sin caer nunca en el tremendismo, acaso sí en la ternura, y manteniendo un elevado nivel histórico y metodológico.


Muy recomendable.







Europeana

Inicia su singladura por la red, Europeana (dev.europeana.eu) que es un ambicioso proyecto para digitalizar una ingente cantidad de obras de arte como libros, artículos periodísticos, manuscritos, partituras, obras pictóricas, músicas y, en general, cualquier obra artística que sea digitalizable. Se trata de una iniciativa paneuropea que estará disponible en todas las lenguas oficiales de la Unión. El inicio es relativamente modesto si se compara con otros inventarios ya existentes y alberga unos dos millones de documentos pero se espera digitalizar otros diez millones en los próximos dos años. En el momento presente, hay una proporción muy exagerada de documentos en francés. Para que la iniciativa se extienda, deberán vencerse las reticencias de los museos y bibliotecas de los veintisiete que deberían ceder derechos para que Europeana pueda digitalizar las obras. Hay, sin duda, una batalla entre los intereses económico y comerciales y los meramente comerciales.


Hay que confiar, asimismo, que las diferentes iniciativas similares que hay en el planeta como, por ejemplo, books.google.es o worlddigitallibrary.org, no compitan entre sí sino que colaboren. De otro modo la biblioteca universal, la enciclopedia planetaria, quedará en un experimento comercial más.

Literary Machines

Aunque escrito en 1982, Literary Machines de Ted Nelson (Mindful Press, 1985) es un libro reeditado que, aún hoy en día es una obra base para entender las posibilidades de la literatura digital y de las bibliotecas digitales, en particular del vasto proyecto Xanadú que pretende crear una base de datos literaria hipertextual semántica.

A pesar de las tres décadas que han transcurrido, el libro sigue vigente en temas que no acaban de solucionarse y que condicionan el desarrollo de la digitalidad literaria: los derechos de autor, el copyright, asegurar las citas correctas, garantizar las citas a los autores sin robos de las mismas y, sobre todo, la batalla entre usar la informática para crear obras nuevas y humanas en contra de dejarse llevar por la “tecnicitis” que mira más a la novedad “techie noid” que al contenido. La literatura digital, desde este punto de vista, no puede ser un gadget sino una nueva forma de expresar emociones con la palabra. O, dicho de otro modo, que la maquina sea literaria como el título indica, no que la literatura sea mecánica.

16/11/08

The Jew's Daugther

The Jew's Daugther (http://www.thejewsdaughter.com/) de Judd Morrissey es un texto digital fluido e inestable. Las frases se reordenan de manera aleatoria pero guardando siempre un cierto sentido y un orden interno. Desde este punto, los párrafos que se auto configuran no son absurdos. Se trata de narrativa reconfigurable.

Basado en una sola página que se va conformando y reconformando a medida que perseguimos los hiperenlaces (también dinámicos). La sensación es que la página cambia mezclando los párrafos de una u otra manera pero, en realidad, entran y salen nuevos textos de modo que aunque al lector le parezca que nada cambia, finalmente está leyendo algo totalmente nuevo.

Atrae la atención por algún tiempo aunque, finalmente, acaba por cansar puesto que, amén de requerir un esfuerzo de atención importante, se pierde el objetivo de la naracción yuno empieza a creer que está leyendo frases inconexas (aunque no lo sean). Está programado en Storyspace.

Chroma

Chroma (http://www.marrowmonkey.com/chroma/menu.html ) de Erik Loyer es una obra digital interesante, que capta la atención. Es una obra interactiva, que incorpora voces, sonidos, gráficos, imágenes y músicas sugerentes para crear un estado de ánimo. Ya su inicio es sugerente: “Human beings have always been digital”. Se trata de una mezcla entre relato de ficción y ensayo. ¿qué hay realmente de nuevo en lo digital? ¿aporta novedades o es una repetición de lo de siempre con diferente forma? ¿Cómo construimos nuestra identidad digital en el ciberespacio a partir de nuestra realidad analógica? ¿tenemos que volcar todo nuestro yo y todo nuestro conocimiento en el ciberespacio o sólo ciertas partes? ¿Cuáles? El propio autor indica que, por ejemplo, el racismo – una reacción humana real en el mundo analógico- no podría existir en el mundo digital donde cada ser virtual no tiene color. Pero podría haber - añado yo- un ancho de banda-ismo, por el cual aquel que no tuviera una conexión rápida a la red sería visto como un paria. ¿Cuáles son los atributos que realmente importan en una identidad sólo digital? .
Y, en literatura, ¿sería sólo la palabra el atributo básico? ¿o también la imagen?

Hasta ahora, las redes sociales son sobre todo una recreación de la realidad exterior, una copia virtual de lo que ocurre en la vida real. Pero, ¿debe ser eso? Porque, si sólo es eso, lo digital no aporta nada del mismo modo que una fotocopia no aporta nada a la obra original, más bien la pervierte.

El autor ganó el New Media Invision Silver Award en 1998, tiene su obre expuesta en el San Francisco Museum of Modern Art y recibió una mención en el Prix Arts Electronica de 1999.

Más respeto que soy tu madre

Más respeto que soy tu madre (http://mujergorda.bitacoras.com/1/esp/index.htm) de Hernán Carciari es un blog (o blognovela según su autor) que narra las aventuras y desventuras de un ama de casa argentina con una familia que le da más de un quebradero de cabeza. La historia está contada en forma de posts que supuestamente Mirta Bertotti (la ama de casa) vierte en el blog a medida que pasan los días, a modo de diario. Desde este punto de vista, el sitio aporta elementos que son genuinamente propios de la literatura digital como es que el lector no puede elegir lo qué leer cuando lo desee porque hay un control del tiempo implícito. En un momento dado, sólo puede leer el pasado y no lo que falta por venir. No puede saltar al final de la novela, por así decirlo.

Asimismo, utiliza hiperenlaces, imágenes, gráficos interactivos, todo ello propio de la literatura digital. Y, además, es ameno. No puede decirse que es una gran obra literaria (el autor tiene, no obstante, textos y relatos excelentes en su otro blog Orsai, http://orsai.es/ ) pero entretiene en clave de humor.

Este blog fue elegido entre los mejores del año en el 2005
por la Deutsche Welle International
(http://www.dw-world.de/dw/article/0,2144,1784864,00.html) . Asimismo, fue publicado en formato libro convencional por la editorial Planeta (http://www.plaza.es/ficha_libro/ficha_libro.asp?Ident=31629&sello=PJ)

15/11/08

Morocco Intrepid

A su madre, que aún vivía en la aldea de donde él marchó hacía cinco años, le dijeron que su hijo había logrado ser famoso. Le entregaron unos mil euros, que al parecer era el salario que había logrado en su último trabajo, y un arcón con algunos efectos personales. Algo de ropa, las cartas que alguna mujer desconocida le había enviado y un montón de fotografías. Por ellas, pudo la anciana reconstruir siquiera una pequeña parte de la historia de Hammed, “Morocco Intrepid”.

Como otros muchos, Hammed dejó la escuela tan pronto como su cuerpo tuvo fuerza suficiente para ayudar en la labor de una tierra que, repleta de pedruscos y arena, no se dejaba trabajar. Las posesiones de la familia eran aquellos mil metros cuadrados, la casona de una planta donde se alojaban, y la burra y las tres ovejas con las que la compartían. El esfuerzo, el sol africano y el viento, siempre sofocante, que llegaba del desierto modelaron los músculos y el carácter del niño que llegó a su madurez sin haber tenido tiempo para jugar, estudiar o aprender pasito a pasito los misterios de sus deseos. Muerto el padre, más de agotamiento que de viejo, la necesidad de dinero hizo que dejara a su madre con su hermano menor y él se alistara en el ejército. Una vida dura pero que, al menos, tenía un sueldo estable. Dos años patrullando por la frontera con Argelia tiñeron su piel, arrugaron su rostro, y endurecieron sus formas. Para las patrullas, la máxima diversión posible era disparar a serpientes o a aves para luego destrozarlas con los machetes por el solo placer de hacer algo distinto. Sus llegadas a las aldeas eran siempre broncas y los civiles sólo deseaban que marcharan nuevamente en sus vehículos al desierto. Hammed no era hombre de espíritu violento pero poco más había por hacer que pelear, disparar a lo que se moviera, enzarzarse en trifulcas por cualquier cosa y satisfacer la soledad de una vida tras una duna lo suficientemente alta.

Aquello, definitivamente, no le gustaba. Dos años después terminó su contrato. Casi todos los soldados de su compañía se reengancharon. Era eso mejor que regresar a sus pueblos sin futuro o vagar por ciudades que no les pertenecían. Hammed logró pasar a España, saltando una verja enorme vigilada por perros y focos en la noche. Una multitud asaltó la valla en una de las periódicas intentonas que se sucedían cada pocos días. Los mismos gritos, las mismas carreras, los mismos disparos, los mismos calambrazos de los cables electrificados, las mismas redadas y las mismas deportaciones de siempre. Pero, al segundo intento, él logró pasar y pagando doscientos euros a un tipo enjuto que le prometió un viaje rápido a la Península se vio encerrado en un contenedor con otros diez compatriotas. Tras dos días de sofoco, sed y hambre, los dejaron en medio de un camino vecinal tan sólo con la péquela mochila que contenía sus pocas cosas.

Primero, trabajó en el campo recogiendo fresas. Jornadas largas, jornales cortos. Más tarde, estibando en el puerto de Málaga. Durante una mala temporada se arriesgó y traslado droga entre dos ciudades. Volvió al campo, a los olivares. Cuidó ovejas en un invierno que le pareció el más frío de cualquier historia y acabó de portero de noche en un local de carretera que había sido asaltado dos veces. Allí aprendió a pelear con los puños. Su corpulencia, la fortaleza de unos brazos cincelados por el trabajo constante y la necesidad de sobrevivir cada noche hicieron de él un buen púgil.

Un día, alguien se fijó en él. Nunca supo si por su habilidad con los puños o por lo exótico de su apariencia. Le propusieron un combate a cambio de doscientos euros que ganó con suma facilidad. Una técnica muy pobre, dijeron, pero un ánimo y un valor notables. Empezó a frecuentar el gimnasio y tras ganar un par de combates más, le pusieron el alias de Morocco Intrepid porque, al salir al cuadrilátero, pareciese que no tenía miedo del oponente por fuerte y experimentado que fuera. Hammed confiaba en su velocidad y en su suerte. A falta de estilo, correteaba por el anillo intentando zafarse de los golpes que le lanzaban y esperando un momento de descuido para irse a por el otro boxeador con el coraje que la inconsciencia otorga.

El destino quiso que tuviese cierta popularidad, que su nombre apareciera en los periódicos y que empezase a ser admirado en el circuito local de combates de los pesos medios. El primer boxeador africano con posibilidades, decían. Una nueva esperanza, afirmaban. Tiene un estilo poco depurado pero imaginativo, escribían los columnistas.

Comenzó a tener dinero y, como casi todos los que nunca han estado acostumbrados a él, lo malgastó en caprichos innecesarios y en sacarse de encima toda el ansia de piel de mujer que había acumulado durante años. De ser un sin papeles, pasó a ser un personaje de moda.

Se lo creyó y pensó que era el mejor boxeador del mundo. Nadie le dijo que su cara no estaba curtida, que su cerebro acusaba cada golpe aunque él no lo sintiera, que su bazo se resentía y que su técnica tan pobre le hacía ser sólo campeón de pueblo.

Era Mayo y salió a la arena buscando convertirse en campeón nacional. El otro era un tío flojo, le habían dicho. Bastaba hacerle correr durante unos asaltos para que cayera como fruta madura.

En el minuto dos del segundo round, su pierna derecho tropezó ligeramente. Cosa de unas décimas de segundo pero suficientes para que Mortal Punch, que así se llamaba el gigante de enfrente, acertara de pleno en su rostro. Perdió el conocimiento al instante. El árbitro contó los diez segundos de rigor y levantó el brazo del contrincante en señal de victoria.

La ambulancia trasladó a toda prisa, con sirenas que aullaban a muerte y luces rojas giratorias, a Morocco Intrepid al hospital. Llegó en coma y murió unas horas después. No supieron a quién avisar hasta diez días después cuando la embajada localizó a su madre. Los periódicos le habían olvidado muchos días antes.


12/11/08

Una pareja bien avenida

Una de esas tardes en que la pereza evita cualquier tentación de preparar la cena, recurrí al siempre buen recurso de comprar unos bocadillos en una de esas tabernas modernas que, aunque no dejan de ser tabernas, están decoradas como si de ateneo cultural se tratara. Los bocadillos ya no son bocadillos sino que se bautizan con nombres creativos y el “¡uno de calamares con patatas fritas, marchando!” de toda la vida se transforma en un mensaje microfónico con voz de azafata de línea aérea: “un gaditano soleado con doble de french fries”.

Allá estaba yo, esperando que las rabas se chamuscaran y los panes a medio cocer salieran del horno, cuando entró una pareja. Tendrían unos cincuenta años cada uno y ambos iban hablando por teléfono móvil. Él llevaba un jersey de cuello alto y un gabán. Ella una chaqueta granate y unos pantalones negros. Se dirigieron a la barra mientras continuaban sus respectivas conversaciones en un tono quedo y elegante que denotaba que se trataba de gente culta. Se hicieron un gesto con los ojos y con una mueca de la boca de ella, él entendió lo que deseaba. Por un instante apartó su conversación y pidió dos capuccinos. Un minuto después, la dependienta depositó las dos tazas sobre una bandejita y el caballero pagó.

Otro gesto, este apenas imperceptible, y ambos se movieron al unísono hacia una mesa libre que, casualmente estaba junto a la mía. Se sentaron en el mismo lado, sin dejar de hablar, siempre de forma suave y educada. Sé que es muy poco digno entrometerse en conversaciones ajenas pero el morbo y el aburrimiento por la espera de aquellos calamares que nunca acababan de dorarse hizo que prestara atención. Ella charlaba, aparentemente con una amiga, sobre la impresentable actitud que, al parecer, un tal Julito manifestaba hacia la tía Antonia. Y eso que ella ya le había insistido en que debía de prestarle mucha más atención. Él, con un susurro de voz que apenas me llegaba, hablaba sobre una partida de ladrillos que no acababan de llegar y daba instrucciones a alguien para que no se le ocurriera pagar –una minucia, cosa de veinte mil euros- a un tal Pedro Mari que debía ser el individuo que no entregaba los dichosos ladrillos.

Mientras hablaban, ambos ni se miraban pero iban haciendo casi los mismos gestos. Con la mano libre, echaron el azúcar al café y tomaron la cucharilla al mismo tiempo. Revolvieron la mezcla las mismas vueltas y sorbieron la crema que flotaba en la superficie al mismo tiempo. Aunque algún temor tenía de que se dieran cuenta de que les observara pronto me di cuenta que estaban ensimismados en sus teléfonos. Bebieron el café a la vez, lo terminaron a la vez y depositaron la taza en la bandeja simultáneamente sin siquiera mirarse. Ella seguía con la tía Antonia y él con Pedro Mari. Cinco o seis minutos después – y los calamares que no salían- otra mueca de él, que sólo yo y la dama pudimos observar, hizo que ambos se levantaran al unísono. Seguían hablando por sus teléfonos. Salieron del establecimiento caminando como dos soldados en un desfile. Juntos, marcando el mismo paso y con sus fusiles -digo, móviles- sostenidos de la misma manera por su mano izquierda.

La azafata – digo, camarera- gritó “número siete”. Eran mis calamares en una bolsa que cogí raudo. Cuando salí, vi a la pareja ya a lo lejos. Mantenían el paso y continuaban hablando por teléfono. Y es que no hay nada como compartir momentos para que una pareja se entienda.

11/11/08

El parque de las almas errantes

Hace años, cuando la vida sonreía a la mayoría de la gente, el parque se llenaba de niños que jugaban al balón y a interminables persecuciones entre ficticios policías y ladrones; de jubilados que aprovechaban el sol de otoño para convertir los bancos junto a la laguna en auténticos parlamentos de debate político; de jóvenes parejas que habiéndose saltado alguna clase de la Universidad – sobre todo la de estadística, tan insufriblemente aburrida- buscaban un recodo entre los árboles donde sólo los vencejos y los tarines pudiesen espiar su descubrirse mutuamente.

Mas todo cambió, casi de pronto. Una crisis que nadie esperaba tan virulenta, fábricas que cerraban, muchachos que debían ponerse a trabajar en un empleo mal pagado para ayudar en casa, miedo a engendrar criaturas a las que quizá no pudiera darse de comer y cielos que siempre parecían cenicientos aunque brillara el sol. El parque, entonces, se llenó de otras gentes. Hombres maduros, en la cincuentena, que no tenían ya ocupación laboral y que habían perdido la esperanza de volver a trabajar. Al principio, toda aquella legión de infelices recorrió calles y avenidas, parques industriales y empresas, solicitando empleo. Mandaron millares de cartas con espléndidos curriculums y aguantaron con sus ahorros de una vida. Eso duró poco. Las cuentas corrientes se vaciaron, los curriculums se perdieron en alguna papelera y los zapatos perdieron sus suelas de tanto caminar en pos de un futuro que no existía. El coche fue vendido, algunos cambiaron de casa, otros nunca más fueron al cine y muchos descubrieron otra vez que las patatas a la riojana eran un plato exquisito. Cuando el ánimo se extinguió, aquellos hombres sin ocupación, amilanados por la vida, se refugiaron en el parque. No deseaban ser vistos mendigando, más que pidiendo, trabajo. Detestaban los cuchicheos de sus convecinas cuando eran ellos los que iban a hacer la compra.

- Es que no le quiere nadie. Claro, a su edad.

Rehuían la mirada de una familia que necesitaba y le exigía una solución rápida e inmediata. No podían soportar la decepción de una hija que quería ser médico y ahora ya no podía, o la del mayor que había tenido que dejar Ingeniería para cargar bombonas de butano como pinche.

- Es que no buscas suficiente. No pones todo de tu parte. ¿Y si montas tu propia empresa? – les decían, cuando miles de ellas estaban en quiebra. Se les pedía una idea brillante que les aupara otra vez al mundo de los vivos.

Habían perdido su trabajo y su alma, sus ganas de vivir. El parque era su retiro. Allá, tras las frondas que antes ocultaban besos de adolescentes o chiquillos jugando, estaban a salvo de las miradas, de las críticas no dichas, del qué dirán. Se sentían protegidos entre ellos. Todos perdedores. Todos errando sin saber qué hacer. Todos, soñando con los tiempos pasados y con los tiempos futuros que pudieron ser. El parque se volvió triste y las ramas del los árboles se desnudaron para acompañar a todas las almas errantes que caminaban a su alrededor.

9/11/08

Técnicas de control de tiempo en relatos digitales



Uno de los aspectos más diferenciadores de la literatura digital (no la que se digitaliza) es el control del tiempo con independencia del usuario. En efecto, en una narración convencional, este esta soportada en papel, pantalla u otro medio, el usuario es siempre libre de elegir qué parte lee. Incluso en las entregas por capítulos, el lector puede no poder leer los capítulos aún no entregados pero sí podrá leer los pasados cómo y cuando lo desee. Desde este punto de vista, sería imposible para la literatura convencional el que el texto obligara al lector a leer cierto pasaje en un momento dado y no en ningún otro. Pero sí es posible hacerlo en literatura digital y además de manera muy sencilla. Aunque puede programarse de manera mucho más elegante, este es un Blog de literatura y no de informática, así que vamos a explicar una forma básica de hacerlo en HTML y javascript.

Basta individualizar cada texto en páginas HTML separadas. Será cuestión ahora de que esas páginas independientes sólo puedan ser accedidas en determinados momentos de tiempo. Podemos por ejemplo crear una página madre con dos marcos (frames). Uno, pequeño e invisible donde ocultemos el código javascript que cronometra el tiempo. El otro frame, el visible, será donde se muestre la siguiente página que debe visualizarse una vez pasado cierto tiempo. En el frame invisible pondremos:

<script type="text/javascript">
tiempo=60;
function cronometro(){
document.form1.cronometro1.value=tiempo;
if(tiempo<=0){clearInterval();window.location.href='siguiente_pagina.htm'}
else{tiempo--}
}
setInterval("cronometro()",1000);
</script>

<form name="form1">
<input type="text" name="cronometro1" value="" style="width:60px;height:60px;border:1px solid;font-size:40px">
</form>

En la rutina anterior, establecemos con la variable ‘tiempo’ que a los 60 segundos el programa salte automáticamente a la siguiente página (llamada aquí ‘siguiente_pagina.html’). Haga lo que haga el lector, una vez que pase ese tiempo será trasladado a otro texto. Las últimas tres líneas sólo se añaden aquí a título de ejemplo para que se vea que el tiempo pasa y que queda menos para acabar de leer el texto en curso.

El ejemplo hace saltar el texto a la siguiente página con independencia de la voluntad del usuario. Pero tiene un fallo y es que pulsando el botón derecho del ratón, el navegador permite volver hacia atrás. También que el propio navegador dispone de un botón en la barra superior que permite ir hacia atrás. Es preciso, por tanto deshabilitar tales posibilidades. Para ello podemos añadir esta rutina en el frame visible:

<HTML>
<HEAD>

<script language="javascript">

// determinamos el mensaje que aparecerá cuando el lector quiera volver atrás.

var mostrarMensaje = true;

var mensaje = "La historia está en curso. Usted no puede volver atrás. Lo que ocurrió ya es pasado. Si no lo leyó cuando ocurría ya no puede hacerlo";


function Click_anulado() {
if (mostrarMensaje) {
alert(mensaje);
}
}
// La siguiente función detecta que se ha pulsado el botón derecho y anulamos el menú de la barra del navegador.
document.onmousedown = Click_anulado;
document.oncontextmenu = new Function("return false");

</script>

</HEAD>
<BODY>


Este ejemplo funciona con Internet Explorer.

En la realidad, las cosas deben ser un poco más complicadas porque existen diversos navegadores, no todos con el mismo comportamiento ante rutinas javascript y porque pueden usarse otros sistemas como el de páginas dinámicas. Pero, lo importante es señalar que el control del tiempo es un valor importante de la literatura digital y que su uso tiene amplias posibilidades. Una contemporánea tragicomedia de Caldesa (http://biblumliteraria.blogspot.com/2008/09/una-contempornea-tragedia-de-caldesa.html ) o La hermandad de los escribanos (http://biblumliteraria.blogspot.com/2008/08/la-hermandad-de-los-escribanos.html), ambos de Félix Remírez son, por ejemplo, obras que hacen un usos extensivo de esta técnica. Asimismo cabe citar Zeit für die Bombe de Susan Berkenheger (http://www.berkenheger.de/)



8/11/08

Otoño

Los atardeceres se visten de otoño. Los jirones anaranjados y rosados se acompasan con el color de las últimas hojas de los árboles que pronto quedarán desnudos esperando el invierno. Todo va muriendo con la armonía de un lienzo triste. Suavemente, sin aspavientos, con la aceptación de una creación que ya ha cumplido su quehacer del verano. Me gusta, entonces, sentarme frente al sol que se acuesta sobre el horizonte. Los últimos vencejos se refugian en los arbustos y los gorriones pelean por las últimas migajas de grano. Algún caminante apresura el paso para llegar al hogar que le espera antes de que anochezca.

Tu recuerdo me llega de pronto, envuelto en los colores y la luz de la soledad que dejaste. Y me veo frente a una vida sin luz, ante un invierno largo, desnudo como los árboles que lo esperan.

6/11/08

Un paso hacia la holosala literaria

En el post Futuro lejano de la literatura digital (http://biblumliteraria.blogspot.com/2008/07/futuro-lejano-de-la-literatura-digital.html ) se explicaba cómo, a largo plazo, la literatura podía encontrar en el concepto de holosala su verdadero campo de actuación. Una literatura que pasaría de ser leída a ser vivida en una especie de teatro realista interactivo. Siempre, suponiendo, que la obra fuese buena, que interesara, que emocionara porque, si no, sería como permanecer inmerso dentro de un escaparate muy bien decorado.

El hito técnico fundamental para vislumbrar tal holosala es el desarrollo de hologramas verosímiles y de gran tamaño. Ahora, la CNN (
http://edition.cnn.com/) ha dado un pasito en esa dirección con la presentación de un holograma a tamaño natural de la periodista Jessica Yelling entrevistada por el famoso Wolf Blitzer, durante el programa de seguimiento de las elecciones presidenciales de los EEUU. Blitzer se despidió del holograma como si fuese un personaje real: “Jessica, you're a terrific hologram, thank you so much.". Puede verse el show en Youtube: (http://www.youtube.com/watch?v=0SIS2ZwkWDg ).

La Jessica real se encontraba en una tienda preparada en Chicago donde numerosas cámaras de alta definición, 35 en total, la grababan desde muchos ángulos en un continuo a su alrededor. La periodista se hallaba en el centro de esa red de cámaras que transmitían al estudio de Nueva York, donde Blitzer se encontraba una imagen 3D de ella. Un potente software sincronizaba los movimientos de las cámaras en ambas ciudades de modo que siempre existiera un continuum y la perspectiva reconstruida siempre fuera correcta. Además, la imagen del holograma era vista en Chicago en una pantalla de plasma de 37” para comprobar que no fallaba nada. Se precisaron 37 ordenadores de alta potencia para procesar los datos en tiempo real.

Sin duda, es sólo un pequeño paso que sobre todo buscaba impactar con algo nuevo. En el holograma era visible aún halo alrededor de la figura y, sobre todo, era un holograma “copiado” de una persona real, no creado puramente mediante software 3D. Y tampoco había ninguna interacción real del holograma ya que la auténtica interacción se daba porque la periodista veía al periodista a través de una TV convencional. Si, sólo para esto, se precisó tal potencia de cálculo, puede uno imaginar la que será precisa para una auténtica holosala. Otros avances en ingeniería de telepresencia son los de la compañía CISCO (
http://www.cisco.com/ ). Al respecto puede echarse una ojeada a http://www.youtube.com/watch?v=YQnffi6tN0g

Pues bien, todo esto aún puede considerarse fácil (finalmente, estoy seguro que la ingeniería lo logrará. Sólo es cuestión de tiempo y dinero) comparando con la dificultad de crear una novela holosálica que compita con las grandes novelas en soporte convencional. Sería horrible haber conseguido, desde un punto de vista técnico, la auténtica TV 3D y tener que soportar los mismos programas de hoy en día. Horror en 3D.


5/11/08

Del Amor y otros demonios

Cuando uno lee – relee en este caso - Del Amor y otros demonios (Mondadori, 1994) de Gabriel García Márquez, sólo le viene a la cabeza una pregunta. ¿cómo es posible escribir tan bien? Porque en esta novela, casi lo de menos es la historia que, en manos de otro, incluso podría resultar aburrida por repetida (finalmente es una tanta de esas historias de amor en que la protagonista muere a causa del mismo). Pero en la pluma de García Márquez cada párrafo es un tesoro literario, un conjunto de palabras que – casi cuenten lo que cuenten- resultan bellas. Una lengua que fluye rica y brillante, que sorprende casi a cada palabra, que nos llena la mente de imágenes nuevas, de anhelos, de hermosas metáforas, de sueños hechos realidad. Es una literatura llena de fantasía pero contada de manera tan verosímil que uno piensa que ese mundo de ensoñación es suyo desde siempre.

Es un libro breve, sí, pero se hace aún más breve por el deleite que produce. Y eso no significa que sea fácil de leer. Al contrario, uno gusta de releer párrafos enteros para descubrir las esquinas y los recovecos de cada sentencia que, siempre, tienen algo nuevo. Por eso, ahora que la he vuelto a leer, me ha parecido tan nueva y sugerente como el primer día.

Puntos de vista

Puntos de Vista
(
http://www.unav.es/digilab/proyectosenl/2002/puntosdevista/ ) de Libe Otegui y Andrés Salaberri, es una obra digital creada como proyecto académico que narra los puntos de vista de ocho personajes de un barrio marginal. Es una aplicación sencilla que combina algunas fotos con textos cortos pero que, al menos, desde el punto de vista literario intenta esbozar un retrato sicológico muy breve de cada personaje. Un ejercicio de entrenamiento en escribir digitalmente.