Lo que el día debe a la noche (Destino, 2009), de Yasmina Khadra (pseudónimo de Mohammed Moulessehoul, militar argelino, exiliado en Francia) es una novela que relata una historia de amistad y de amor, de supervivencia, de sueños y de desengaños, de choque de culturas en la Argelia que va desde 1930 hasta la actualidad. Todo ello, en un escenario hábil y detalladamente descrito. Es la historia de Younes que pasa de ser un paria entre los parias a integrarse en la acomodada sociedad afrancesada de Orán y hacerse amigo, él que es árabe, de tres franceses. Un joven que, en el camino, ve cómo su nombre pasa a ser Jonás, descubre el bienestar, el sexo y la amistad, que se hace hombre en un mundo que quizá no sea el suyo. Y, cuando todo parece sonreír, llega la vida con sus amores imposibles que le enfrentan a los amigos, con las guerras, con la revolución, con las envidias, con la discriminación, con los rencores y todo se vuelve del revés. Un protagonista que se debate entre su vertiente árabe y su vertiente occidental, entre la fidelidad al grupo y su ansia por Émilie, un espejo personal del debate que afectaba al propio país. Un ser que, por encima de todo, mantiene inverosímilmente las raíces que un padre derrotado, borracho y perdedor le inculcara, no premeditadamente, tan sólo afrontando la derrota permanente y la desesperanza.
Se trata de una prosa descriptiva, algo tendente al melodrama, directa, pero que, de tanto en cuanto, se ilumina con mucho lirismo, con pensamientos elaborados, con las preguntas que cualquier ser humano se hace y con las pobres y escasas respuestas que solemos encontrar para consolarnos. Describe bien las dos caras, tan opuestas, de Orán- también de Río Salado-, la de su miseria y la de su opulencia. La pobreza opresiva, carente de toda esperanza. La riqueza, despreocupada, ajena a razas (hay tanto árabes como franceses adinerados), dando la espalda a la ciudad perdida. También, la dualidad permanente de la sociedad en sus valores, en sus referentes humanos. Los amigos de Younes son asimismo prototípicos de las diferentes actitudes ante la situación del país africano: el árabe cercano a Francia, el occidental colonialista, el judío y buen empresario, el escritor centrado en su obra, etc.
Es cierto, no obstante, que Khadra obvia las razones de la guerra argelina, pasa de puntillas por el colonialismo, no profundiza en el drama de la ruptura de la convivencia, aparca de lado la turbulenta historia argelina tras la independencia, silencia las tropelías de los ejércitos y evita contextualizar la historia para centrarse en lo que siente y vive Younes. Desde este punto de vista, Lo que el día debe a la noche no es la novela que canta la historia argelina, no es el Doctor Zhivago argelino como a veces se la ha catalogado. Khadra aísla más al personaje del entorno, se centra en su doble personalidad, en su lucha entre lo que es, lo que debía ser y lo que quisiera ser. Eres de los nuestros, pero vives como ellos le critican.
La he leído con gusto.
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