La escalera del agua (Roca Editorial, 2008) de José Manuel García Marín es mucho más una novela de memorias que histórica como parecen querer clasificarla las librerías en sus estanterías.
Narrada en primera persona, el protagonista cuenta su vida, especialmente desde su mísera niñez en las Hurdes hasta poco más allá de su adolescencia. Existe una historia paralela que retrotrae al pasado morisco de sus antepasados y que sirve para entremezclar las memorias con reflexiones históricas que quedan un tanto forzadas y que, probablemente, aportan poco a la historia central.
La prosa es muy rica, cuidada, matizada, placentera, enriquecedora, aunque podría argüirse que parece estar fuera de contexto respecto a los personajes ya que, en ocasiones, parece que relatara y conversara un docto adulto más que un chiquillo de catorce años desahuciado por la vida, más un grupo de profesores que una familia desposeída de todo. Aún así, muchas de sus páginas se leen con deleite. La emoción llega de las memorias del chico siendo la aportación histórica, amén de opinable, no significativa para la novela.
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