23/12/15

Cuento de navidad






La noche acompañaba. Un cielo raso, con una luna fina recién nacida, permitía observar con claridad Orión a un lado y Casiopea al otro, con la brillante Sirio poco más arriba de la silueta oscura de los rascacielos de la ciudad. Para ser diciembre, la temperatura era agradable. El Sierra Inn, resort de lujo de las afueras, estaba iluminado con una miríada de bombillas que contorneaban los tejados alpinos del edificio y todas sus ventanas. En el amplio jardín, los árboles desnudos de hojas estaban también engalanados con cintas de diodos leds azulados que formaban dibujos caprichosos. Un par de carpas acogían a los casi cuatrocientos invitados mientras los camareros- todos ellos vestidos con chaqueta blanca y pantalón negro- iban de aquí para allá con bandejas de copas y canapés. Un pianista, sentado sobre un pequeño estrado a un lado de la entrada del hotel, amenizaba la velada con obras de Grieg y Schubert. 

- ¿Les gusta la fiesta? – en el grupo de seis o siete personas, el sr. Gollardo, presidente de la empresa, sonreía. 
- Magnífica, señor, todo un acierto haber elegido este lugar – contestaba halagándole, el presidente del comité sindical. 
- Es un hotel relativamente nuevo. Bueno, para ser sinceros, es más que un hotel, uno puede participar en numerosas actividades. Golf, paseos a caballo, senderismo, paddle… y otras cosa que me callo – rio estentóreamente y los presentes le acompañaron la tontería. 

 La cena de navidad de la sociedad International Gollarr Trading se había convertido ya en uno de los acontecimientos anuales de la ciudad. Un cuarto de los invitados eran directivos destacados de la empresa, otro cuarto representantes de los más de tres mil empleados que la corporación tenía en varios países y la otra mitad se trataba de conocidos personajes de las artes o la política. Gollardo había logrado, a través de los años, que todos ansiaran estar presentes en el evento, como si ello diera un prestigio que diferenciaba al invitado del resto de los mortales o como si, para los empleados, supusiera estar en un nivel superior, cerca del “Board”. 

El presidente se acercó a Carlos Jausch, vicepresidente de unos de los bancos más importantes del país. Le ofreció una copa de cava y le pidió que se alejaran caminando. 

- Entonces, Carlos, ¿has podido mirar la propuesta que te hice? – preguntó, serio. 
- Sí, y la he pasado a mis analistas. No sé, Juan Pedro, no sé, no quiero mentirte. Sabes que las relaciones entre nuestras dos instituciones son estrechas y antiguas, pero no puedo sobrepasar el riesgo que ya tenemos con vosotros. Si, al menos, pudierais hacer una ampliación de capital. 
- Ya te lo expliqué. El mercado no está para alegrías. Las exportaciones a China han decrecido más de un 50% en el último año y los costes de los aranceles se han disparado. 
- Lo entiendo, lo entiendo, pero tampoco para nosotros está resultando fácil. No tengo que explicarte los impagados que nos acosan o las provisiones que debemos efectuar para cubrir los riesgos de los créditos más débiles. Yo te ayudaría, bien lo sabes, pero el Consejo está alerta y bloquearía cualquier iniciativa poco rigurosa. 
- Me dejas a los pies de los caballos. Creo que con todo lo que os hemos dado a ganar en el pasado, no nos merecemos este trato. 
- No estáis tan desesperados. Mira esta noche, dinero no os falta. Y tenéis mucho que hacer aún en competitividad. Vuestra estructura es excesiva, lo sabes. Muchos gastos ostentosos.
 - La empresa no sólo debe ser poderosa, debe parecerlo, ya lo sabes. 
- Y ganar dinero. Entiéndeme, es un contrasentido que apenas lleguéis a los números negros y se os llene la boca de planes imponentes.
- Claro, claro, Carlos – alzó la voz- lo que necesitamos ahora es un capital importante para los nuevos negocios en África. 
 - Créeme Juan Pedro, quiero intentarlo pero debes darme algo. Un plan de acciones, un plan de negocio, un gesto indudable de que vuestro balance y vuestros resultados van a mejorar en el corto plazo, de que vais a depurar los gastos. 
 - Eso sí podemos prepararlo. 
- ¿Y hacerlo? 
- Y hacerlo, por supuesto. 
- Pues hazlo, hazlo rápido. 
- De acuerdo, la semana que viene lo puedes tener. 

Ambos hombres volvieron sobre sus pasos apurando sus copas hasta mezclarse con el resto de invitados. 

El pianista interpretaba un impromptu de Schubert. Unas damas rodeaban al ministro invitado y pugnaban por resultarle simpáticas y seductoras. Gollardo se acercó al grupo. 

- Van a tener que disculparme, señoras, pero necesito charlar unos minutos con él – movió la copa hacia lo alto en señal de brindis- y a tú, ministro, perdóname que te prive de tan agradable compañía pero serán sólo unos minutos, te lo prometo. 
- Espérenme señoras- el político miró a las mujeres con esa sonrisa que decían le habían dado al menos un diez por ciento de los votos. 

Se alejaron fingiendo charlar del clima inusualmente atemperado de aquel invierno hasta que estuvieron fuera de la vista de la mayoría de los invitados. 

- Está preparado- dijo Gollardo-. Sin problemas. 
- Bien, me alegro. Lo cierto es que la cosa va lenta. Tenemos el acuerdo de calificación preparado desde hace semanas y mis colegas comienzan a preguntarse si llegaremos a aprobarlo algún día, si no hubiera sido mejor atender al proyecto de Metrighy S.A. 
- Es cosa de un par de semanas. Ya conoces la situación, la racanería de los bancos con el crédito, los papeleos, las aprobaciones a las más altas esferas. Burocracia, sí, pero que lleva tiempo. 
- Un par de semanas más, Juan Pedro, un par de semanas. Después, tendré que encontrar otras posibilidades. 
- Hombre, creo que os merece la pena, ¿no? 
- No sé de qué me hablas- el ministro miró hacia un lado y otro para cerciorarse de que no había nadie escuchando, pero le guiñó un ojo. 
- Perdón, quería decir que el proyecto merece la pena, que traerá mejoras sustanciales a la ciudad y promoverá el empleo. 
- Eso es lo que promovemos- ahora alzó la voz- , crear empleo, atraer riqueza, servir a nuestros votantes. 

Estaban sirviendo los últimos dulces cuando Mario Juntar, representante sindical, se acercó al presidente. 

- Una fiesta excelente, señor Gollardo- le dijo. 
- Me alegro que les guste – contestó el presidente de la empresa- ¿están ustedes a gusto? 
- Sí, sí, estas cosas gustan, uno se siente apreciado. 
- Es lo que queremos, querido Mario, es lo que queremos, mantener el espíritu de empresa, afianzar el compromiso mutuo, que ustedes sepan que la compañía vela por sus intereses, que se hace caso de sus pequeñas demandas- se arrepintió de haber dicho “pequeñas” pero su interlocutor no pareció afectado. 
- Me alegra escucharlo. 
- El personal es nuestro mayor activo, no lo dude. 
- En la próxima reunión quisiera poder hacerle algunas peticiones que el comité ha discutido. Ya sabe, dietas, regalos, cursos pagados, ayudas al desarrollo de la zona,… 
- Claro, claro, amigo Mario. Ya lo sabe, siempre recibo con atención y ganas las propuestas de nuestro personal. 
- Es usted muy amable. 
- ¿Le gusta la fiesta, entonces? ¿Están pasándolo bien? 
- Mucho, mucho. Afianzan el espíritu de equipo, sin duda. 
- Sí, eso, usted lo ha dicho, el equipo. Nuestra empresa necesita, y estoy seguro que dispone, de un equipo ilusionado que comparte nuestros objetivos. 
- No lo dude, no lo dude. Aunque, como sabe, el colectivo precisa de algunas pequeñas concesiones. 
- Claro, claro, lo hablamos en las próximas semanas. Y, entre nosotros y aunque pueda no ser políticamente correcto, he de decir que usted mismo y sus colaboradores son un activo vital para nuestra compañía. 
- Muchas gracias. 

Una señorita elegante, modelo sin duda, muy bella, se acercó en ese instante al micrófono para requerir que Gollardo se dirigiera a los presentes para dar por cerrada la velada. Entre los aplausos de los asistentes, este subió al estrado: 

- Señor ministro, amigos, miembros de la International Gollarr Trading, señoras y señores. Ante todo, confío en que la fiesta les haya satisfecho, que haya sido de su agrado. Agradezco su presencia y su simpatía, así como su afecto por nuestra empresa. Tan sólo les diré que nuestros proyectos para el año en curso son importantes, que nuestra voluntad de crear puestos de trabajo y riqueza para el entorno son una prioridad y que hacemos todo lo que hacemos gracias a la lealtad y esfuerzo de nuestros empleados, así como a la ayuda del entorno en que nos desarrollamos. La International Gollarr Trading se diferencia por no buscar sólo un beneficio cortoplacista sino por un compromiso social que beneficia a todos. Un compromiso que representa la mejor esencia de este tiempo de navidad, tan solidario y familiar, nuestra familia empresarial. Brindo por ustedes y por el futuro de todos. 

Cuando ya salían, el secretario del Consejo se acercó a Gollardo. 

- Excelente discurso, Juan Pedro. Emotivo, muy apropiado para este tiempo de navidad. Acabo de cruzarme con Mario Juntar y me ha dicho que es un honor trabajar en una empresa como la nuestra. 
- Sí, sí, claro- le contestó serio- … mañana debemos presentar para la aprobación en el Consejo el memorándum QW34. 
- ¿Ha hablado con Jausch, por lo que veo? - el secretario ya no sonreía. 
- Y con el ministro. Hay que rebajar costes ya mismo para poder presentar mejores números – respondió serio. 
- Ya, pero un 25% de la plantilla. 
- No te preocupes, al resto les damos lo que piden y listo. Ya verás cómo nadie se moja para ayudar al que le ha tocado salir. La solidaridad no existe, amigo mío. Lo fundamental es salir en la foto. Ande yo caliente. Nada nuevo bajo el sol.
- No sé… ¿Y el Consejo? 
- Aprobaremos también la subida de sueldos para el año próximo, tanto al Consejo como las dietas y pluses para los empleados que sean representantes en cualquier Comité. Y ya sabe, me mete en algún grupo de trabajo a aquellos más conflictivos y se domarán solos. Ah, y se aprueban los fondos para esos proyectos - digamos, ¿como llamarlos?, casi personales- tan particulares que nos presentan. 
- Ya, pero…. 
- No lo dude, es como la lotería de navidad. Al que le toca, ni se le ocurre compartirla. Ni se acuerda del resto. 
- Sí, será eso, tiempo de navidad.



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