Leonora (Six Barral, 2011), de la escritora mexicana Elena Poniatowska, es una biografía novelada- mucho más novela de ficción que biografía- que narra con total libertad la vida de la pintora y escritora surrealista Leonora Carrington a la que la mexicana conoció y trató durante años. Es un trabajo que parte de la admiración de Poniatowska por Leonora y que no pretende ser una visión objetiva biográfica o histórica sino, más bien, un retablo impresionista de retazos vivenciales, plasmados y encolados entre sí con la admiración de la escritora por la mujer libre, adelantada a su tiempo, excéntrica, delirante en ocasiones, extravagante y creativa que es Carrington (nacida en 1917, vive aún). Un homenaje amasado con recuerdos reales, invenciones hipotéticas de cómo podría haber ocurrido un hecho concreto, extractos de los cuentos que Carrington escribió en su faceta literaria, y re-escrituras de las biografías existentes. Una descripción – construida, sobre todo, con diálogos- que no es objetiva ni lo pretende y que, a su vez, es una mirada no neutral al siglo XX, especialmente en su primera mitad, y a la convulsa historia- en lo social y en el arte lleno de vanguardias- de la sociedad occidental de aquellos años.
Leonora es una novela de muchos capítulos breves que describe a modo de flashes momentos puntuales de la escritora con unos diálogos inventados sobre recuerdos más o menos reales que Carrington le contara a la escritora. Si bien algunos presentan una evidente fuerza dramática (como el internamiento de la pintora en un manicomio lúgubre de Santander tras la guerra civil española) o lírica (la pasión, cercana a lo insano, que Carrington siente por Max Ernst, o la carta anhelante que una noche de insomnio escribe ansiando que regrese Renato), el ritmo de la novela es un tanto repetitivo porque cada escena, por distinto que sea el escenario, es una descripción similar, casi hipnótica de la sicología y las obsesiones de Leonora, de sus excentricidades y de su falta de encaje en el convencionalismo social. La especial personalidad de Carrington es algo de lo que el lector se percata rápidamente en los primeros seis capítulos y, por ello, quizá no hiciera falta insistir machaconamente durante los siguientes cincuenta, ayudándose incluso en personajes o hechos que son de índole menor y que aportan muy poco al conjunto. Poniatowska se esfuerza en ponerse dentro del inquieto e inestable cerebro de Carrington para expresar sus razonamientos, sus motivaciones, sus pesadillas, sus fantasmas, sus amores radicales, su confusión, su forma de ver la vida y los momentos que vive, su sufrimiento, su falta de control, como si se tratara de un psicoanalista freudiano que la tuviera tumbada en un diván. Pero, esta visión se va repitiendo a lo largo de la novela hasta resultar lineal, previsible, reiterativa, sin que parezca que a Poniatowska le interese el interés del lector sino sólo su continuada exaltación de la artista, incluso en momentos en que la protagonista da más lástima que admiración. Cierto que en sus páginas se encuentran reflexiones filosóficas sobre la vida y sobre la libertad profundas e interesantes, que la prosa es rica (algo chirriante en ocasiones para los lectores españoles cuando se jala a la mujer, se llama al mesero, cuando en Irlanda el sol es la cobija de los pobres o algo es retechulo), que la autora consigue hibridar géneros – crónica, historia, relato sicológico- con habilidad, que los diálogos son fluidos, breves, ágiles… pero es demasiado suponer que la personalidad de Carrington – casi cien años después- es tan arrebatadoramente atractiva o que su obra artística ha sido tan sensacional como para no necesitar nada más al construir la novela.
La novela ha recibido el Premio Biblioteca Breve 2011.
Leonora es una novela de muchos capítulos breves que describe a modo de flashes momentos puntuales de la escritora con unos diálogos inventados sobre recuerdos más o menos reales que Carrington le contara a la escritora. Si bien algunos presentan una evidente fuerza dramática (como el internamiento de la pintora en un manicomio lúgubre de Santander tras la guerra civil española) o lírica (la pasión, cercana a lo insano, que Carrington siente por Max Ernst, o la carta anhelante que una noche de insomnio escribe ansiando que regrese Renato), el ritmo de la novela es un tanto repetitivo porque cada escena, por distinto que sea el escenario, es una descripción similar, casi hipnótica de la sicología y las obsesiones de Leonora, de sus excentricidades y de su falta de encaje en el convencionalismo social. La especial personalidad de Carrington es algo de lo que el lector se percata rápidamente en los primeros seis capítulos y, por ello, quizá no hiciera falta insistir machaconamente durante los siguientes cincuenta, ayudándose incluso en personajes o hechos que son de índole menor y que aportan muy poco al conjunto. Poniatowska se esfuerza en ponerse dentro del inquieto e inestable cerebro de Carrington para expresar sus razonamientos, sus motivaciones, sus pesadillas, sus fantasmas, sus amores radicales, su confusión, su forma de ver la vida y los momentos que vive, su sufrimiento, su falta de control, como si se tratara de un psicoanalista freudiano que la tuviera tumbada en un diván. Pero, esta visión se va repitiendo a lo largo de la novela hasta resultar lineal, previsible, reiterativa, sin que parezca que a Poniatowska le interese el interés del lector sino sólo su continuada exaltación de la artista, incluso en momentos en que la protagonista da más lástima que admiración. Cierto que en sus páginas se encuentran reflexiones filosóficas sobre la vida y sobre la libertad profundas e interesantes, que la prosa es rica (algo chirriante en ocasiones para los lectores españoles cuando se jala a la mujer, se llama al mesero, cuando en Irlanda el sol es la cobija de los pobres o algo es retechulo), que la autora consigue hibridar géneros – crónica, historia, relato sicológico- con habilidad, que los diálogos son fluidos, breves, ágiles… pero es demasiado suponer que la personalidad de Carrington – casi cien años después- es tan arrebatadoramente atractiva o que su obra artística ha sido tan sensacional como para no necesitar nada más al construir la novela.
La novela ha recibido el Premio Biblioteca Breve 2011.
0 comentarios :
Publicar un comentario