En las últimas semanas corren rumores de que Apple lanzará un lector de libros digitales basado en E-ink, a la vez que corren noticias de que Amazon propondrá en el mercado un tablet. Es decir, cada compañía irrumpiendo en el nicho en que su competidor es fuerte.
Independientemente de que todo esto llegue a concretarse, sí parece que ninguno de los lectores puede cantar victoria. Las tabletas tienen las ventajas de que actúan como un pequeño ordenador, que son en color, que permiten visualización multimedia y que corren aplicaciones de todo tipo. Los e-readers de tinta electrónica son indiscutiblemente mejores cuando se trata de leer bajo luz intensa, no cansan la vista en lecturas prolongadas, etc. Es evidente que tanto Apple como Amazon conocen las ventajas de sus productos pero también las desventajas, e intentan satisfacer a todos los usuarios.
En mi opinión, en cualquier caso, son movimientos destinados a perecer en el futuro a medida que la tecnología avance. Tanto las tabletas como los lectores de tinta electrónica son dispositivos que están de moda pero que tecnológicamente dejan muchísimo que desear. Y mucho más los teléfonos que dejarán ciegos a media humanidad con sus pantallas diminutas, al menos mientras la presbicia y la miopía sigan acompañando a la raza humana.
El lector futuro será un ordenador en toda regla, mucho más potente que los laptops actuales, con todas las ventajas de un ordenador actual y muchas más, entre las que citaré velocidad, memoria masiva ligera de semiconductor, ínfimo consumo de batería o recarga inalámbrica, ligereza hasta el punto de parecerse a un papel plegable - grande cuando lo usamos, pequeño cuando lo metemos al bolsillo- , y con pantalla muy amplia (por desdoblamiento) legible sin refresco en cualquier situación de luminosidad. No hay ninguna razón para tener dispositivos diferenciados. Lo demás, son los pasos que se dan cuando no hay más. Por hacer un símil con la técnica aerospacial podriamos decir que hemos pasado por el globo Montgolfier y estamos en el avión biplano de hélice de la primera contienda mundial. Pero tenemos que llegar a los jets, a los cohetes de plasma o a las naves espaciales antigravitatorias. Ahí le andamos.
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