La literatura está ligada a su persistencia. A la memoria. A la relectura.
Desde el principio de los tiempos, el hombre que ha creado un relato, ha deseado que este perdure en el tiempo, que pueda ser escuchado o leído una y otra vez, incluso mucho más allá de cuando el propio autor haya dejado esta tierra. Y esta necesidad de pervivir se ha dado siempre, bien sea en narraciones orales que se aprendían de memoria y se repetían de generación en generación o, una vez inventada la escritura, en cualquier medio que la tecnología del momento pusiera a disposición del escritor: piedra, papiro, pergamino o papel.
La voluntad de futuro, esa voluntad de aferrarse al recuerdo, ha sido sin duda sumamente exitosa como lo prueba el hecho de que somos capaces de leer los jeroglíficos egipcios trazados en las paredes de los templos y obeliscos, que podemos admirar los petroglifos de muchas culturas, leer la piedra de Roseta o maravillarnos con los manuscritos que los monjes medievales decoraban con vivísimos dibujos en pergaminos.
Aunque no es imposible que existan personas que simplemente aspiren a crear sus obras literarias para un momento determinado (y probablemente podríamos encontrar algún ejemplo de poeta callejero o bardo que así lo deseara, amén de bastante “blogistas”), parece indudable que la gran mayoría de los autores literarios aspira a perdurar en el tiempo. Podríamos aquí traer a colación los versos de Machado:
Desde el principio de los tiempos, el hombre que ha creado un relato, ha deseado que este perdure en el tiempo, que pueda ser escuchado o leído una y otra vez, incluso mucho más allá de cuando el propio autor haya dejado esta tierra. Y esta necesidad de pervivir se ha dado siempre, bien sea en narraciones orales que se aprendían de memoria y se repetían de generación en generación o, una vez inventada la escritura, en cualquier medio que la tecnología del momento pusiera a disposición del escritor: piedra, papiro, pergamino o papel.
La voluntad de futuro, esa voluntad de aferrarse al recuerdo, ha sido sin duda sumamente exitosa como lo prueba el hecho de que somos capaces de leer los jeroglíficos egipcios trazados en las paredes de los templos y obeliscos, que podemos admirar los petroglifos de muchas culturas, leer la piedra de Roseta o maravillarnos con los manuscritos que los monjes medievales decoraban con vivísimos dibujos en pergaminos.
Aunque no es imposible que existan personas que simplemente aspiren a crear sus obras literarias para un momento determinado (y probablemente podríamos encontrar algún ejemplo de poeta callejero o bardo que así lo deseara, amén de bastante “blogistas”), parece indudable que la gran mayoría de los autores literarios aspira a perdurar en el tiempo. Podríamos aquí traer a colación los versos de Machado:
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisierami verso, como deja el capitán su espada:famosa por la mano viril que la blandiera,no por el docto oficio del forjador preciada.
Y al cabo, nada os debo;
debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
La literatura digital, en cuanto que literatura, aspira a idéntico fin. Los escritores de literatura digital buscan, como los demás, que sus obras queden para el futuro, que otras generaciones las admiren, que las estudien, que – esto ya dependiendo del ego de cada uno- el propio escritor sea valorado entusiásticamente a lo largo del tiempo.
¿Es esto posible con la literatura digital? ¿o, por naturaleza, es evanescente?
Primero, deberíamos analizar los medios avanzados utilizados para registrar la literatura en la actualidad, bien sea para almacenar literatura propiamente digital o bien lo sea para grabar la convencional. Básicamente, hoy por hoy, estos sistemas son binarios y se basan en marcar, magnética, eléctrica o lumínicamente, señales en un sustrato determinado. En cinta o disco magnético, la base es una película ferrítica que permite la magnetización de ciertas zonas. En un CDROM o un DVD las marcas se realizan por medio de un láser que quema ciertas áreas del sustrato. En los discos tipo RAM/ROM/EPROM, etc (como, por ejemplo, las memorias que todos usamos en las cámaras digitales o en los discos USB tan comunes) estas marcas se registran mediante dispositivos semiconductores.
Para empezar, hay que decir que todos estos sistemas son mucho menos fiables que el papel o la piedra. Desde este punto de vista, la humanidad ha ido retrocediendo en seguridad a costa de lograr profusión, rapidez y flexibilidad. Pero es evidente que será difícil que podamos leer un registro actual dentro de 3000 años con la misma sencillez que podemos leer una piedra egipcia si conocemos el idioma. El papel presenta más riesgos (entre los que el fuego es el más importante) pero estudios realizados indican que un texto escrito sobre este medio puede aguantar correctamente de dos mil a tres mil años.
No es el caso de los dispositivos modernos. Un disco grabado mediante dispositivos láser quizá no aguante más de trescientos años y puede deteriorarse mucho más rápidamente si está expuesto al sol o al calor. Basta leer las recomendaciones de seguridad que los fabricantes de discos indican en las cajas. Indicaciones que no necesitaban los escribas egipcios ni los escultores hititas que cincelaban historias en las paredes y que, normalmente, no son tampoco necesitadas por los fabricantes de papel.
Pero, amén de estos riesgos, los elementos digitales son frágiles, críticamente frágiles, ante muchos otros eventos. Un rasguño en papel no implica ningún problema significativo en un libro clásico mientras que ese mismo rasguño puede dañar para siempre un DVD o un CDROM. Si acercamos un imán a un obelisco o a una novela impresa, no ocurre nada. Pero un disco semiconductor, un floppy o un disco magnético quedan borrados inmediatamente. Si dejamos un libro al sol, quizá pierda coloración. Un medio digital quedará inutilizado para su posterior lectura.
Eliminar la literatura en papel supone un esfuerzo ímprobo. Gracias a ello, los millones de tiranos que el mundo ha visto no han logrado acabar con ella. Las quemas de libros son siempre locales porque es imposible crear un incendio universal que los elimine todos. Pero bastaría una detonación nuclear de cierta potencia en la atmósfera para que el pulso electromagnético generado borrara e inutilizara casi todos los medios electrónicos modernos. Sin llegar a tanto, basta cortar el suministro eléctrico para que nada pueda ser leído.
Y, si todo ello no fuera poco, los propios humanos nos encargamos de que esta fragilidad digital sea aún mayor. La carrera tecnológica y comercial obliga a que los sistemas de almacenamiento y creación cambien cada muy pocos años. Imaginemos un autor que hubiera creado su obra en un procesador de textos corriendo en D.O.S. y grabado en un floppy o en casette. Sería realmente complicado que el usuario medio pudiera leer tal obra hoy en día, bien se tratara de un trabajo digital o de uno convencional almacenado digitalmente. Y esa carrera alocada en la que cada año cambia el sistema operativo, el procesador de textos, la codificación, etc. continua, lo que obliga a una cascada- siempre llena de fallas- de compatibilidad hacia atrás que a los pocos años queda finalmente rota.
Creo que lo expuesto es suficiente para mostrar bien a las claras la evanescencia potencial de los recursos digitales sobre los que se basa la literatura digital. La forma de compensar este enorme problema es acudir a la repetición sin fin. Cada obra está copiada y recopiada tantas veces que, cabe esperar, que alguna se salvará. Pretensión bastante ingenua ante un pulso electromagnético como el anteriormente citado.
Pero es que, además, mucha de la literatura digital se crea – e incluso se defiende que es su medio natural- para la red. Una novela digital, por ejemplo, puede tener numerosas llamadas a otras páginas de la red para aprovechar las características únicas de la misma. Puede, asimismo, mostrar imágenes o hacer sonar músicas que estarán codificados en un determinado formato (como el TIFF o el JPG para imágenes, el WAV para sonidos o el MPEG 4 para una película). Puede utilizar ciertos recursos para permitir la interactividad o la navegación o crear un interface interesante (por ejemplo, rutinas javascript, o flash o cualquier otro tipo de programación). Y, al estar destinada a la red, y estar pensada para ser leída en red, ha de volcarse en algún servidor que, en casi el 100% de los casos, no pertenece al autor sino a un proveedor que a cambio de un cierto dinero mensual, permite al escritor almacenar su obra en sus ordenadores para que sea accesible a los lectores.
Pero todos estos medios, hardware y software, son evanescentes por naturaleza. Los formatos cambian cada muy pocos años. Los formatos gráficos de imágenes que se usaban en los primeros ordenadores personales que llegamos a usar algunos, tipo Amstrad o Commodore, ya no existen. Los formatos sonoros proliferan. En vídeo, ya estamos en el MPEG4 y nada indica que no vaya a haber un MPEG5. Las rutinas javascript funcionan en unos navegadores pero no en otros (e incluso los creadores de dichos navegadores se encargan de hacerlos incompatibles para vencer en su particular guerra comercial). Los programas más usados hace unos años ya no existen y los que ahora existen no existirán dentro de unos años o estarán un una versión tan alejada de la actual que las hará prácticamente incompatibles (como los habituales problemas que todos tenemos al intentar ejecutar programas antiguos en las versiones modernas de Windows). La guerra MAC – PC sigue sin resolverse. El código HTML varía continuamente y los navegadores no lo interpretan de manera estándar.
Y las empresas que proveen alojamiento digital se crean y destruyen continuamente dejando a los usuarios (escritores) huérfanos de tanto en cuanto ya que la migración de uno a otro nunca es fácil. Y, por supuesto, el día que dejamos de pagar el servicio, la obra desaparece. Al contrario que en los versos de Machado que citábamos al inicio, nadie nos debe nada por nuestras palabras escritas. Al revés, debemos buenas cantidades para que nos las alojen en un servidor.
Cada día podemos ver muchas obras digitales en red que dejan de funcionar, o cuyos enlaces están rotos porque los servidores ya no existen o los autores de los vínculos los han eliminado. Obras que tienen imágenes almacenadas en formatos que no son leídos correctamente por el navegador (por ejemplo, la transparencia del formato PNG no es bien interpretada en el Explorer) o que necesitan ejecutar rutinas de contenido activo que el usuario ha deshabilitado por seguridad.
En definitiva, una obra de literatura digital – sobre todo la pensada para la red- presenta una evanescencia muy notable. Probablemente, los blogs aceptan esta evanescencia y no aspiran a perdurar más allá de un mes como lo prueba el hecho de que muy pocos lectores que llegan a un blog que no conocen navegan hacia atrás en las “entradas antiguas”. Pero también es discutible el considerar a un blog como literatura digital. Y, muy probablemente, cualquier autor que se considere tal, busca mas persistencia que la del blog diario (de hecho, muchos creadores de blogs han acabado publicando parte de sus entradas en papel) de la misma manera que un escritor tradicional busque perdurar más allá de la creación epistolar que cruce con su familia.
¿Y puede tener la literatura- cualquier literatura- vocación de evanescencia? Mi posición es que no y que esta evanescencia es su talón de Aquiles. ¿Si Cervantes hubiera escrito su Quijote en CDROM o Shakespeare hubiera publicado sus sonetos en una hipotética red del siglo XVII…. sabríamos de ellos hoy? ¿Serían los genios literarios que son y podríamos disfrutar y emocionarnos con su obra? Me temo que no.
La literatura digital, en cuanto que literatura, aspira a idéntico fin. Los escritores de literatura digital buscan, como los demás, que sus obras queden para el futuro, que otras generaciones las admiren, que las estudien, que – esto ya dependiendo del ego de cada uno- el propio escritor sea valorado entusiásticamente a lo largo del tiempo.
¿Es esto posible con la literatura digital? ¿o, por naturaleza, es evanescente?
Primero, deberíamos analizar los medios avanzados utilizados para registrar la literatura en la actualidad, bien sea para almacenar literatura propiamente digital o bien lo sea para grabar la convencional. Básicamente, hoy por hoy, estos sistemas son binarios y se basan en marcar, magnética, eléctrica o lumínicamente, señales en un sustrato determinado. En cinta o disco magnético, la base es una película ferrítica que permite la magnetización de ciertas zonas. En un CDROM o un DVD las marcas se realizan por medio de un láser que quema ciertas áreas del sustrato. En los discos tipo RAM/ROM/EPROM, etc (como, por ejemplo, las memorias que todos usamos en las cámaras digitales o en los discos USB tan comunes) estas marcas se registran mediante dispositivos semiconductores.
Para empezar, hay que decir que todos estos sistemas son mucho menos fiables que el papel o la piedra. Desde este punto de vista, la humanidad ha ido retrocediendo en seguridad a costa de lograr profusión, rapidez y flexibilidad. Pero es evidente que será difícil que podamos leer un registro actual dentro de 3000 años con la misma sencillez que podemos leer una piedra egipcia si conocemos el idioma. El papel presenta más riesgos (entre los que el fuego es el más importante) pero estudios realizados indican que un texto escrito sobre este medio puede aguantar correctamente de dos mil a tres mil años.
No es el caso de los dispositivos modernos. Un disco grabado mediante dispositivos láser quizá no aguante más de trescientos años y puede deteriorarse mucho más rápidamente si está expuesto al sol o al calor. Basta leer las recomendaciones de seguridad que los fabricantes de discos indican en las cajas. Indicaciones que no necesitaban los escribas egipcios ni los escultores hititas que cincelaban historias en las paredes y que, normalmente, no son tampoco necesitadas por los fabricantes de papel.
Pero, amén de estos riesgos, los elementos digitales son frágiles, críticamente frágiles, ante muchos otros eventos. Un rasguño en papel no implica ningún problema significativo en un libro clásico mientras que ese mismo rasguño puede dañar para siempre un DVD o un CDROM. Si acercamos un imán a un obelisco o a una novela impresa, no ocurre nada. Pero un disco semiconductor, un floppy o un disco magnético quedan borrados inmediatamente. Si dejamos un libro al sol, quizá pierda coloración. Un medio digital quedará inutilizado para su posterior lectura.
Eliminar la literatura en papel supone un esfuerzo ímprobo. Gracias a ello, los millones de tiranos que el mundo ha visto no han logrado acabar con ella. Las quemas de libros son siempre locales porque es imposible crear un incendio universal que los elimine todos. Pero bastaría una detonación nuclear de cierta potencia en la atmósfera para que el pulso electromagnético generado borrara e inutilizara casi todos los medios electrónicos modernos. Sin llegar a tanto, basta cortar el suministro eléctrico para que nada pueda ser leído.
Y, si todo ello no fuera poco, los propios humanos nos encargamos de que esta fragilidad digital sea aún mayor. La carrera tecnológica y comercial obliga a que los sistemas de almacenamiento y creación cambien cada muy pocos años. Imaginemos un autor que hubiera creado su obra en un procesador de textos corriendo en D.O.S. y grabado en un floppy o en casette. Sería realmente complicado que el usuario medio pudiera leer tal obra hoy en día, bien se tratara de un trabajo digital o de uno convencional almacenado digitalmente. Y esa carrera alocada en la que cada año cambia el sistema operativo, el procesador de textos, la codificación, etc. continua, lo que obliga a una cascada- siempre llena de fallas- de compatibilidad hacia atrás que a los pocos años queda finalmente rota.
Creo que lo expuesto es suficiente para mostrar bien a las claras la evanescencia potencial de los recursos digitales sobre los que se basa la literatura digital. La forma de compensar este enorme problema es acudir a la repetición sin fin. Cada obra está copiada y recopiada tantas veces que, cabe esperar, que alguna se salvará. Pretensión bastante ingenua ante un pulso electromagnético como el anteriormente citado.
Pero es que, además, mucha de la literatura digital se crea – e incluso se defiende que es su medio natural- para la red. Una novela digital, por ejemplo, puede tener numerosas llamadas a otras páginas de la red para aprovechar las características únicas de la misma. Puede, asimismo, mostrar imágenes o hacer sonar músicas que estarán codificados en un determinado formato (como el TIFF o el JPG para imágenes, el WAV para sonidos o el MPEG 4 para una película). Puede utilizar ciertos recursos para permitir la interactividad o la navegación o crear un interface interesante (por ejemplo, rutinas javascript, o flash o cualquier otro tipo de programación). Y, al estar destinada a la red, y estar pensada para ser leída en red, ha de volcarse en algún servidor que, en casi el 100% de los casos, no pertenece al autor sino a un proveedor que a cambio de un cierto dinero mensual, permite al escritor almacenar su obra en sus ordenadores para que sea accesible a los lectores.
Pero todos estos medios, hardware y software, son evanescentes por naturaleza. Los formatos cambian cada muy pocos años. Los formatos gráficos de imágenes que se usaban en los primeros ordenadores personales que llegamos a usar algunos, tipo Amstrad o Commodore, ya no existen. Los formatos sonoros proliferan. En vídeo, ya estamos en el MPEG4 y nada indica que no vaya a haber un MPEG5. Las rutinas javascript funcionan en unos navegadores pero no en otros (e incluso los creadores de dichos navegadores se encargan de hacerlos incompatibles para vencer en su particular guerra comercial). Los programas más usados hace unos años ya no existen y los que ahora existen no existirán dentro de unos años o estarán un una versión tan alejada de la actual que las hará prácticamente incompatibles (como los habituales problemas que todos tenemos al intentar ejecutar programas antiguos en las versiones modernas de Windows). La guerra MAC – PC sigue sin resolverse. El código HTML varía continuamente y los navegadores no lo interpretan de manera estándar.
Y las empresas que proveen alojamiento digital se crean y destruyen continuamente dejando a los usuarios (escritores) huérfanos de tanto en cuanto ya que la migración de uno a otro nunca es fácil. Y, por supuesto, el día que dejamos de pagar el servicio, la obra desaparece. Al contrario que en los versos de Machado que citábamos al inicio, nadie nos debe nada por nuestras palabras escritas. Al revés, debemos buenas cantidades para que nos las alojen en un servidor.
Cada día podemos ver muchas obras digitales en red que dejan de funcionar, o cuyos enlaces están rotos porque los servidores ya no existen o los autores de los vínculos los han eliminado. Obras que tienen imágenes almacenadas en formatos que no son leídos correctamente por el navegador (por ejemplo, la transparencia del formato PNG no es bien interpretada en el Explorer) o que necesitan ejecutar rutinas de contenido activo que el usuario ha deshabilitado por seguridad.
En definitiva, una obra de literatura digital – sobre todo la pensada para la red- presenta una evanescencia muy notable. Probablemente, los blogs aceptan esta evanescencia y no aspiran a perdurar más allá de un mes como lo prueba el hecho de que muy pocos lectores que llegan a un blog que no conocen navegan hacia atrás en las “entradas antiguas”. Pero también es discutible el considerar a un blog como literatura digital. Y, muy probablemente, cualquier autor que se considere tal, busca mas persistencia que la del blog diario (de hecho, muchos creadores de blogs han acabado publicando parte de sus entradas en papel) de la misma manera que un escritor tradicional busque perdurar más allá de la creación epistolar que cruce con su familia.
¿Y puede tener la literatura- cualquier literatura- vocación de evanescencia? Mi posición es que no y que esta evanescencia es su talón de Aquiles. ¿Si Cervantes hubiera escrito su Quijote en CDROM o Shakespeare hubiera publicado sus sonetos en una hipotética red del siglo XVII…. sabríamos de ellos hoy? ¿Serían los genios literarios que son y podríamos disfrutar y emocionarnos con su obra? Me temo que no.
8 comentarios :
Creo que estás equivocado. Niego la mayor, no creo que los soportes antiguos, Piedra, Papyre, Pergamino y Papel, principalmente sean más duraderos y fiables que el soporte tecnológico actual.
Lo primero es que diferencias la literatura convencional de la literatura digital, ¿por qué?, yo creo que la literatura es independiente del soporte en el que esté registrado.
Lo importante es el contenido y no el soporte.
¿Por qué dices que dentro de 3000 años no podrá leerse un soporte magnético? Creo que es absurdo. Dentro de 3.000 años la técnica estará tan desarrollada que recuperar un soporte magnético (aunque tenga rayas) será cosa de niños. Además creo que la literatura estará almacenada en soportes digitales renovables.
Hablas de la fragilidad de los soportes digitales, creo que no has recuperado nunca un disco duro dañado, te aseguro que hay gente que ha recuperado hasta los discos duros de incendios, inundaciones, ..
Pero bastaría una detonación nuclear de cierta potencia en la atmósfera para que el pulso electromagnético generado borrara e inutilizara casi todos los medios electrónicos modernos.
¿De verdad te crees eso?
Sin llegar a tanto, basta cortar el suministro eléctrico para que nada pueda ser leído.
Claro y si no existiera el aire, no existiría nada. Hombre yo creo que la energía, es hoy en día imprescindible para todo, o crees que la sociedad puede vivir hoy en día sin la electricidad.
El debate puede continuar en todos y cada uno de los párrafos que has escrito. Yo solo te digo que tengo un ebook (Papyre) y nunca, repito nunca había leido una novela en un ordenador, tablet pc, portátil, agenda, o cualquier otro dispositivo, pero los ebook de tinta electrónica son otra cosa, son papel electrónico, son el soporte que acabará con el soporte papel.
No tengo ninguna duda.
En la feria del libro de Sevilla, hice mi apuesta. 10 años y el 95% de la lectura, libros, libros de texto, .. se hará en dispositivos electrónicos.
Saludos. Juan González
Pues acepto esa apuesta virtual que es más que probable que pierdas. El problema será seguramente que esta apuesta amigable que hacemos aquí no estará disponible en el 2018 porque probablemente nuestros blogs no existirán y, como no lo escribamos en papel, no quedará rastro de ella.
Por la forma de expresarte creo que hablas más con ilusión que con conocimiento técnico. Tu primera afirmación de que “niegas la mayor” en cuanto a la duración de los soportes informáticos me parece cuando menos osada. ¿Por qué crees que en las cajas de los CDROMS o los DVD hay instrucciones de que no se dejen al sol, a la humedad, etc? (cosa que no pasa con ningún libro). Por razones profesionales sé lo que digo ya que soy ingeniero. Los soportes comerciales, el CDROM o el DVD del supermercado no dura más de 50 años (vamos, esto viene hasta en la WIKI http://es.wikipedia.org/wiki/CD-ROM ). Evidentemente, los soportes profesionales o militares son más duraderos pero, incluso guardándolos primorosamente (sabrás que en todas las grandes empresas e instituciones se guardan en lugares con aire acondicionado, de humedad controlada, etc) no llegan ni por mucho a lo que aguantan otros medios. No sé si tienes formación en ingeniería, así que no me atrevo a sugerir documentos muy técnicos pero te aseguro que duran poco (en términos históricos. Para nuestras vidas, más que suficiente). Incluso algunos fabricantes limitan la duración a 200 años (http://www.melbpc.org.au/pcupdate/2106/2106article14.htm ).
Esto con la tecnología que conocemos hoy. Seguro que en el futuro habrá otras pero muy probablemente NO con efectos retroactivos. Y, si no, intenta que alguien te lea hoy una memoria de ferritas de los ordenadores que usábamos en los años 80 (y que yo sí he usado!). Incluso, intenta leer un programa en casette de un Amstrad que fue el primer ordenador que algunos tuvimos en los 80. ¿¿A qué no?? Te aseguro que los que tenemos más años hemos perdido ya muchos escritos almacenados en ferritas, casettes o incluso disckettes de 5”. Ah! y te aseguro que sí he recuperado discos y sé lo que cuesta hacerlo (si quieres saber los miles de euros que te costaría- y siempre sin garantía de recuperar todo- puedes contactar con cualquier empresa especializada como http://www.recoverylabs.com/servicios/recuperacion_datos.asp?gclid=CLHc19yjr5YCFQWR1QodhFhJLQ o http://www.aigon.es/ ). Claro, así no es extraño, que la mayoría formatee el disco o compre uno nuevo y tire de back-up si es que lo tiene. Te deseo que no te toque tener realmente que recuperar una información valiosa de un disco deteriorado.
La literatura convencional de la digital SÍ tienen una diferencia aunque ambas sean literatura. Del mismo modo que la música barroca y la romántica tienen diferencias aunque ambas sean música. Yo creo que tú te refieres a la literatura digitalizada (que sólo se diferencia de la de papel en el soporte) y no a la digital que esa aquella que usa los medios digitales para hacer cosas que no pueden hacerse sin los medios digitales. Puedes, al respecto, si lo deseas http://www.fondodeculturaeconomica.com/prensaImprimir.asp?art=10832 o bien http://www.interliteral.com/preblog/articulo/archivo////conclusiones-del-1er-encuentro-de-literatura-digital-interliteral/ o bien http://biblumliteraria.blogspot.com/2008/06/existe-la-literatura-digital.html o, si ya quieres profundizar mucho, las excelentes páginas especializadsa http://www.uoc.edu/in3/hermeneia/cast/HERMENEIA_home.htm o http://www.bibliele.com/CILHT/cilht01.htm o http://www.bibliele.com/CILHT/cilht01.htm http://www.dichtung-digital.de/
Coincido contigo en que lo importante es el contenido y no el soporte. Pero el contenido de la literatura digital puede y debe ser distinto al de la digitalizada. Te recomiendo el interesante artículo http://scrineum.unipv.it/saez.htm
Respecto al pulso electromagnético general espero que nunca lo vivamos. Puedes leer al respecto, de forma muy sencilla, http://www.aprendergratis.com/%C2%BFque-es-una-bomba-de-pulso-electromagnetico-emp.html . Por cierto, este es uno de los mayores problemas en las naves espaciales ya que en el espacio los rayos cósmicos actúan de manera similar.
En cualquier caso, lo importante es que estemos aquí en el 2018 para discutirlo.
Saludos
Discutir algo técnico me parece una tontería. No es cuestión de opiniones. Es o no es. Y en este caso es técnicamente claro que los soportes digitales son los que menos duran hoy por hoy.
Si sabéis inglés leed http://www.softpres.org/cache/DigitalMediaLifeExpectancyAndCare.html y si no el dibujito que aparece es muy clarito.
Juan José
“Año 2054. Mis nietos están explorando el desván de mi casa. Descubren una carta fechada en el 2004 y un CD-ROM. La carta dice que ese disco CD-ROM que tienen entre sus manos contiene un documento en el que se da la clave para heredar mi fortuna. Mis nietos tienen una viva curiosidad por leer el CD, pero jamás han visto uno salvo en las viejas películas. Aún cuando localizaran un lector de discos adecuado ¿cómo lograrían hacer funcionar las programas necesarios para la interpretación del disco? ¿Cómo podrían leer mi anticuado documento digital? Dentro de 50 años lo único directamente legible será la carta.”
Capítulo 45 de Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo
Pues acepto esa apuesta virtual que es más que probable que pierdas.
Pues apostado queda...Guardo la entrada en el formato adecuado y la almaceno en un disco duro virtual, solo es cuestion de proponerselo el almacenar información electrónica.
Por la forma de expresarte creo que hablas más con ilusión que con conocimiento técnico.
Bueno... soy Físico Nuclear y he trabajado en informática desde hace 25 años.
BBS en 1989
Monté un servicio de Ibertex en 1992
Y mi primera empresa de Internet en 1996 (www.axesor.es)
Actualmente estoy introduciendo el eReader Papyre en España (www.papyre.com)
¿Por qué crees que en las cajas de los CDROMS o los DVD hay instrucciones de que no se dejen al sol, a la humedad, etc? (cosa que no pasa con ningún libro)
Es verdad que en los libros no viene el manual de instrucciones para el mantenimiento del papel. Humedad, Calor, ..
Efectivamente los soportes electrónicos tienen fecha de caducidad, y con el mantenimiento adecuado podrían durar bastante más que el papel. He diseñado el archivo del Registro Mercantil y con mínimo coste se puede mantener bastantes años
Pero el contenido de la literatura digital puede y debe ser distinto al de la digitalizada.
¿por qué?. No entiendo. Yo puedo escribir un libro (contenido) en un procesador de textos y luego llevarlo a una editorial y publicarlo en cualquier soporte / cualquier formato . Otra cosa es que un formato electrónico te permita contenidos y servicios que no podrían reproducirse en papel.
Respecto a las consecuencias del Pulso Electromagnético....
¡No te creas todo lo que dicen por ahí!
Saludos. Juan González
encontrado en meneame.com
http://www.techarp.com/showarticle.aspx?artno=641
la situación es aún mucho peor de lo imaginable!!
voy a comprobar que aún funcionan mis CDs!
el diario Clarin durará más que los emails http://weblogs.clarin.com/diariodelaferia/2011/05/02/la_fragilidad_de_los_archivos_digitales_una_mesa_sobre_los_desafios_de_archivar_los_medios_digitales/
Ya está claro. El papel gana. ¡Menos mal!
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/23/actualidad/1445623004_054856.html
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