Ha muerto Mario Benedetti. Ha muerto un escritor. Uno, extraordinariamente hábil con la pluma. Ha muerto un poeta. Un maravilloso poeta. Ha muerto un hombre con mayúsculas. De esos que dignifican nuestra especie. Un ser humano humilde, discreto, lleno de lirismo, capaz de amar con locura, consciente de sí mismo, cómplice con sus congéneres a través de sus versos, coherente, sin dos caras – siempre una y sin maquillaje-, tranquilo pero capaz de mostrar el coraje más resistente contra la injusticia a través sólo de las ideas. Un hombre que no calla ante la miseria y ante la injusticia. Alguien que nos habló a todos con palabras sencillas que, en su mano, creaban catedrales de emociones y sentimientos. Benedetti se ha ido y hay un desgarro en la literatura, como si un terremoto la hubiera abierto en dos tragándose, de pronto, la montaña más alta y hermosa. Quizá la muerte hoy parece más dura porque nos ha arrebatado tanta vida, tanta sabiduría, tantos versos bellos que aún estaban por escribir.
Usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre, siempre
un lío
entonces, usted muere
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