Una historia particular (Alfaguara, 2024), de Manuel Vicent, es una colección de recuerdos y anécdotas del escritor que, tomados en conjunto, crean un relato costumbrista y una especie de NO-DO literario en donde la historia de España ha de intuirse a través del filtro de instantes de la memoria, estampas efímeras, probablemente no realistas sino transformadas por los sentimientos, opiniones y valores de quién los relata.
En todo el libro, existe una cierta nostalgia por el tiempo pasado ya que las páginas plasman muchas más escenas de la niñez, la juventud y la primera mitad de vida de Vicent, como si a partir del siglo XXI, cuando ya se ha traspasado la frontera de los sesenta, las cosas dejaran de interesar, de sorprender, de asombrar, de merecer atención.
De hecho, el libro comienza hablando de la infancia y termina de igual manera, con un recuerdo tierno y lleno de añoranza de la misma. El caso es que se percibe una decepción clara sobre la sociedad y, sobre todo la política, a partir del año 2000.
No puede decirse que sea una biografía, aunque evidentemente tiene rasgos biográficos, porque no pretende describir hechos de manera aséptica, sino que se centra en las sensaciones, en la emotividad de lo vivido, siempre personal y subjetiva.
El conjunto de descripciones y pormenores, sí constituye una
narración de costumbres parcial de la sociedad española en la segunda mitad del
siglo XX pero si he señalado que es una especie de NO-DO, en donde siempre todo
parecía ser maravilloso en la España de la dictadura, es porque narra esa
historia propia desde la óptica de un privilegiado durante esa época. Escritor
de éxito y persona culta, viajado y leído, conocedor del mundo, su forma de ver la historia puede resultar ajena a gran parte de la población
de nuestra edad que no alcanzábamos para tener coches, viajar a todo el mundo, conocer
grandes restaurantes o asistir a los mejores conciertos. Es un un NO-DO de un
progresista, pero NO-DO al fin.
El libro está escrito como una sucesión de breves capítulos, de 3 o 4 páginas cada uno, en donde se narran momentos particulares que se vinculan a acontecimientos históricos, visiones políticas o sociales, viajes, gustos artísticos del momento u obras musicales. Momentos que nos marcan, sin saber muy bien el porqué y que nos resultan imperecederos. Quizá hubiera bastado con relatarlos en su propio valor, en su propia esencia, en el significado íntimo para la persona. Desde este punto de vista, Vicent se excede al unir la pulcritud del sentimiento revivido, que bastaría por sí mismo, con cavilaciones intelectuales que provienen del hoy, no del ayer cuando ocurrieron y que, por tanto, retuercen la estampa de la memoria. Siendo más joven que Manuel Vicent, gran parte del libro me es cercano, con vivencias que me son conocidas y propias. Muchísimas de las instantáneas que relata las he sentido, las he sufrido, las he gozado y las he temido, y por ello estimo que el autor idealiza el común pasado. Hoy, 50 años después, todos hemos repensado lo que vivimos entonces y, sin quitarle nada de lo que significó en su momento, sí hemos podido matizar nuestras historias con sus luces y sombras. Aunque no nos lo parezca, y aunque mirando alrededor veamos podredumbre, rapiña, hipocresía y cinismo más intensos que nunca, ningún tiempo pasado fue mejor.
El estilo literario de Manuel Vicent es detallista, aportando pormenores que humanizan lo escrito, con un espléndido lenguaje y perfección en las formas. De gran riqueza son esos matices mínimos de personajes, acontecimientos y lugares, descritos con atención y sutileza. Quizá, cuando habla de sus perros, se alarga en demasía, aunque viene a decirnos que la amistad de esos animales es más pura que la de los hombres.
En conjunto, se lee muy a gusto.