30/4/10

Lingüística computacional (II)






(El capítulo anterior de esta serie puede leerse aquí )


Para que el lenguaje pueda ser procesado por un ordenador de manera mecánica es necesario plasmar el funcionamiento de un idioma en un modelo formal que pueda ser manejado por una máquina. La lingüística computacional, por tanto, debe desarrollar modelos del lenguaje que permitan decidir cómo se forman las oraciones, cuáles están bien creadas, si su significado es correcto, etc. Y, además, estos modelos deben ser matemáticos, tratables por algoritmos de cálculo.

Hay dos grandes tipos de modelos del lenguaje:

a) Modelos algebraicos o axiomáticos en los que el idioma se representa por medio de símbolos que pueden ser combinados y analizados de acuerdo a la teoría de conjuntos y la lógica algebraica. Estos modelos contienen un conjunto de elementos sobre los que aplicar los cálculos (que, en primera instancia, podríamos identificar con las palabras del idioma), un conjunto de restricciones que establecen qué combinaciones de los elementos son admisibles (por ejemplo, que un sustantivo y un adjetivo deben concordar en género y número) y un conjunto de reglas que pueden aplicarse sobre los elementos y las restricciones (por ejemplo, que una frase posible es determinante+sustantivo+verbo+adjetivo) de modo que se generen oraciones válidas.

Un modelo de este tipo intenta plasmar la estructura lógica del lenguaje.

b) Modelos estadísticos en los que no se pretende una representación precisa del idioma sino que se analiza la frecuencia estadística de la aparición en el mismo de ciertas palabras, combinación de ellas, cada morfena, cada sintagma, cada categoría sintáctica, cada significado en caso de ambigüedades, etc. Si la base de datos sobre la que actúa un modelo de este tipo es suficientemente grande será muy probable que pueda encontrarse una oración o que pueda completarse otra a partir de ciertos componentes.

Las aplicaciones comerciales existentes, especialmente en el caso de los traductores computerizados, se basan más en modelos estadísticos mientras que los desarrollos del lenguaje en el ámbito de la inteligencia artificial y la búsqueda del ordenador hablante se basan en los algebraicos. Y en la creación automática de literatura es muy posible que esta aproximación sea también más posibilista.


Los modelos algebraicos

Vimos anteriormente que, simplificando, un modelo algebraico contiene tres partes fundamentales: el conjunto de símbolos, el conjunto de restricciones y el conjunto de reglas.

El conjunto de elementos es el diccionario sobre el que queremos actuar. Si se trata de una aplicación genérica, ese conjunto será el total de palabras de una idioma. Por el contrario, si se busca un programa especializado en un campo determinado (por ejemplo, un algoritmo que interactúe en el diagnóstico médico), ese corpus se reducirá a ese nicho específico, lo que simplificará el tratamiento.

Dentro del conjunto de elementos pueden existir subconjuntos complementarios. Por ejemplo, si además de comprender expresiones y crearlas en pantalla, la máquina debe escucharla y hablarla, entonces deberemos tener una base de datos fonética.

El conjunto de reglas incluirá todas aquellas formas admisibles en la construcción de frases. Así, en castellano, una regla que habría que introducir en el algoritmo sería:

SN -> (DET) + N

Ecuación que puede leerse como Un sintagma nominal se compone de un determinante opcional y un nombre.

Con esta regla se pueden formalizar enunciados como El caballo. El componente entre paréntesis significa que puede ser opcional. En el sintagma nominal anterior, sólo el sustantivo es obligatorio.

Pero también podemos fijar reglas como:

SN -> (DET)+ N+ (ADJ) para, por ejemplo, El caballo blanco

O bien:

SN -> (DET)+ (ADJ) +N+ (ADJ) para, por ejemplo, El bonito caballo blanco

En la fase de análisis, usualmente muy laboriosa, es preciso determinar todas las reglas posibles y las excepciones (que no son sino reglas adicionales).

El conjunto de restricciones debe incluir todas aquellas normas obligatorias que el lenguaje contiene. Por ejemplo, en español, debe existir concordancia de género y número por lo que la regla anterior:

SN -> (DET)+N+(ADJ) tendría una restricción, acumulada en el conjunto de restricciones, del tipo:





O, lo que es lo mismo, si el determinante tiene un valor “a” de número (que, evidentemente será masculino, femenino o neutro), el sustantivo y el adjetivo tendrán ese mismo valor. Y si el determinante tiene un valor “b” de género (que podrá tomar el estado singular o el estado plural), el sustantivo y el adjetivo tendrán ese mismo valor. A los términos a tener en cuenta dentro de las restricciones se les suele denominar rasgos

Con estos sencillos mimbres ya tendríamos una mini gramática

Si, ahora, le propusiéramos al ordenador que nos dijera si el sintagma nominal El hermoso cielo es correcto, nos contestaría que sí lo es. Porque encontraría todas las palabras en el conjunto de elementos almacenado en su memoria, hallaría que la restricción de género y número se cumple y calcularía que ese sintagma nominal encaja en la regla SN-> (DET)+N+(ADJ) almacenada en memoria, con lo que todas las condiciones se cumplirían.

Observemos ya tres problemas.

Primero, imaginemos un sintagma del tipo El bonito, ágil, hermoso caballo. Ese sintagma SN-> (DET)+(ADJ)+(ADJ)+(ADJ)+N no estaba en la base de reglas anterior pero la sentencia es correcta por lo que deberíamos añadir esta nueva regla.

Pero, un escritor imaginativo podría también escribir El bonito caballo, ágil, hermoso, excelso caballo. También es correcto pero esa regla con cuatro adjetivos no está contemplada. Deberíamos añadirla. Y así sucesivamente.

Somos rápidamente conscientes de que toda la libertad real de un idioma requeriría una explosión de reglas que llevaría rápidamente al bloqueo del sistema. Por eso, debemos incluir el concepto de recursividad, modificando las reglas para que puedan admitirla. Así, todos los casos anteriores se podrían resumir en una regla del tipo:

SN-> (DET) + &(ADJ)& + N + &(ADJ)&

Donde “&--&” indica que ese componente puede repetirse. Con esta única regla, podríamos categorizar todos estos sintagmas nominales:


El caballo blanco
El bonito caballo blanco
El ágil, bonito caballo negro
El bello, rápido caballo negro
La lejana, recóndita, aislada casa blanca
El guepardo, rápido, cruel, indómito.



La recursividad, entonces, permite la economía de reglas lo que implica una mayor rapidez de procesamiento y menor uso de memoria y potencia de cálculo. Hubo que esperar, no obstante, a que los programas informáticos permitieran dicha recursividad para poder implementar este concepto. Particularmente, PROLOG fue el hito que marcó el uso de la recursividad en informática.

El segundo problema es que, a pesar de recurrir a procesos recursivos, el volumen de reglas es tan enorme que dificulta terriblemente la creación de la base de datos que las contiene y su tratamiento informático. Excepto que se trate de un corpus muy restringido – pongamos por caso una gramática que sólo trate de comprender y expresar mensajes meteorológicos, por ejemplo- la aproximación por reglas pronto choca con límites prácticos.

Y el tercer problema que observamos con nuestra mini gramática es que ahora el ordenador es capaz de generar sintagmas nominales correctos pero no siempre con sentido. Por ejemplo, nos diría que El mar sólido es un sintagma correcto. Y lo es gramaticalmente. Pero evidentemente, no tiene sentido. Por tanto, deducimos que amén de todo lo anterior, un modelo del lenguaje debe tener contener también un submodelo semántico, que analice si el significado es correcto. Y esto es muy complicado porque incluso ese el mar sólido que, en la mayoría de los casos, es incomprensible podría tener un significado metafórico en un poema o un significado real en un relato de ciencia ficción sobre planteas lejanos con mares sólidos.


Los modelos estadísticos

Desarrollar un modelo axiomático es una tarea titánica y compleja porque, sobre todo, requiere análisis y lógica, atributos que no son propios de los ordenadores sino de las mentes humanas. Lo que una computadora hace con gran eficacia es calcular y ordenar. Para usar estas ventajas se han desarrollado los modelos estadísticos. En todos ellos, hay una base de datos de palabras y expresiones tipo. Cuanto mayor sea, más probabilidades de que los resultados sean buenos.
En un sistema de este tipo pueden existir:

- Base de datos de frases típicas, de moldes. Es el método que usábamos en el tutorial para crear poesía automática que vimos en esta entrada.
Introducir en memoria los patrones de las formas poéticas (serventesio, redondilla, soneto,…) entraría también dentro de este tipo de bases de datos. El ordenador se limitaría a rellenar los huecos de los moldes con palabras que cumplieran las restricciones.

- Almacenamiento de millones de frases, catalogándolas por frecuencia y proximidad. Usando este método, podríamos, por ejemplo, escribir al estilo de Benavente ya que el ordenador, en todo momento, recurriría a patrones usuales en ese escritor y variaría palabras para generar frases distintas pero, aún así, similares.

- Fuerza bruta, que se puede usar sobre todo en la traducción. Si es complicado traducir palabra a palabra por las ambigüedades, cambios de sentido, etc… usemos una base de datos billonaria de frases. Es muy probable que encontremos la que buscamos en ella. Y con la potencia de cálculo de las máquinas actuales, la tarea de búsqueda en un tiempo razonable es factible. Y lo será más en el futuro. En el caso ideal, si la base de datos contiene todas las frases posibles de un idioma y todas las de otro y existen relaciones biunívocas establecidas entre ambos conjuntos, la traducción será perfecta. En definitiva, este método se asemeja al que se va usando más y más en los juegos de ajedrez por ordenador en donde, amén de un algoritmo deductivo central, se almacenan millones de partidas, aperturas y finales que potencian el rendimiento.

- Retroingeniería lingüística, que se basa en deducir reglas de los millones de frases almacenadas en la base de datos. Si es complicado deducir lógicamente la gramática formal, podemos buscar frecuencias entre la miríada de datos. Si el ordenador encuentra, por ejemplo, que la regla SN->(DET)+N+(ADJ) aparece con una frecuencia del 95% deducirá que es una regla gramatical válida aún cuando el usuario no sepa nada de esa lengua. Un filólogo de Níger puede no saber español pero si su ordenador le muestra que esa regla tiene una frecuencia del 99% en español deducirá que es válida aún cuando no hable el idioma.



To be continued

(el capítulo siguiente de esta serie puede leerse en este enlace)






29/4/10

El suéter


- ¿Te gusta el suéter, cariño?
- Sí, mamá. Mucho.

Amanecía sobre la ciudad lentamente. A María José le hubiera gustado dejar al niño en la cama un rato más, observarlo y disfrutarlo sentada sobre el jergón que ambos compartían. Pero su turno en la hamburguesería comenzaba a las ocho y no podía arriesgarse a perder el empleo. El encargado era un mal tipo, resentido por tener que sudar junto a los fogones y el aceite que freía patatas de cartón. Una vez les había dicho que él era licenciado y que saldría de allá pronto, no como ellas que no valían para nada. Y antes de llegar puntual al trabajo tenía que dejar al niño en la guardería.

Juan, el chiquillo, jugueteaba abriendo sus brazos como si fuesen alas. Estaría imaginando ser un piloto aventurero, de esos que aterrizan en pistas de fortuna en medio de la selva o que arriban hasta remotos parajes para rescatar princesas. Juan tenía siete años y tenía los ojos vivarachos y alegres, ajenos a las penurias que la vida le había deparado. Sólo había volado una vez, con su madre, cuando viajaron desde América para pelear por un mejor futuro. Lo cierto es que, aún cuando el niño pasó la mayor parte del viaje dormido sobre el regazo de Maria José, la experiencia le había resultado maravillosa y había decidido que sería piloto cuando fuera grande.

- Tómate la leche- insistió ella mientras Juan continuaba imitando el rugir de los reactores- Venga, apresúrate que nos demoramos.

María José acabó de vestirse. Miró a su hijo que untaba una galleta en el tazón y sintió la amargura de no poder darle más. Aún así no podía quejarse. Otros estaban en la calle. Ellos no. Con el sueldo le daba para alquilar aquella habitación – apartamento lo llamaba el casero- que no tendría más de quince metros cuadrados en donde convivían en una única estancia la cama común, una mesa, un par de sillas, un armario que guardaba todas sus pertenencias y una pequeña cocina de bombona. Eso sí, el lugar era cálido y el invierno no había sido especialmente frío.

Mientras se pintaba los labios- no había perdido su orgullo y su coquetería- se repitió a sí misma, como para darse fuerzas, que el futuro de Juan sería brillante, que llegaría a ser un gran hombre, un piloto si él lo deseaba, o un escritor de renombre, o un licenciado de corbata y traje a rayas. La casa y la escuela con guardería se llevaba la mayor parte de sus ingresos pero lo daba por bien empleado.

Al salir, cerró el cuarto girando dos veces la llave y le dio un besazo a Juan.


- Estás guapísimo con este nuevo suéter – le dijo, y el niño sonrío feliz y le devolvió el beso.

María José pensó entonces que debería andarse con cuidado. La noche anterior, casi la habían pillado cuando estuvo desarmando el contenedor de ropa vieja para encontrar el jersey. Quizá tomar una prenda no fuera delito pero descerrajar el panel trasero del depósito, seguro que sí.




28/4/10

Hybrid Storyspaces




Mañana, día 29 se inaugura en la Universidad de Cornell el congreso titulado Hybrid Storyspaces Redefining the Critical Enterprise in Twenty-First Century Hispanic Literature . Ayer ya hubo una pre-conferencia y mañana serán los actos de apertura formal, comenzándose con las charlas el día 30 que están divididas en seis grandes grupos:

- Web 2.0
- Convergencias
- Interfaces
- Ciberespacios
- En común
- Auto reflexiones

Disertarán, entre otros, Vicente Luis Mora, Agustín Fernández Mallo, Doménico Chiappe, Jorge Carrió, Maite Zubiaurre, Lina Meruane, Eduardo Ledesma y Laura Borrás. Hay más información en
Wikispaces


26/4/10

Marble Springs

Marble Springs es un relato hipertextual de Deena Larsen en el que se exploran la vida de una serie de mujeres de una inhóspita región norteamericana a través de poemas abandonados en una iglesia que se van encontrando de cada una de ellas. Estos escritos sirven también para explorar lugares, paisajes, hechos y objetos que van apareciendo en pantalla, sobre unas imágenes muy esquemáticas, casi naif, en la que aparecen los enlaces. También los textos tienen enlaces que, mediante su combinación, forman una telaraña que muestra las relaciones entre las mujeres, sus ideales y sus tristezas.

Una característica de la obra es que el lector puede añadir texto, enriqueciendo o ampliando los textos. También está bien documentada con numerosas notas aclaratorias y bibliografía anexa.

La obra es de pago y la comercializa la editorial Eastgate pero puede verse un extracto aquí. Como curiosidad, señalar que Eastgate indica en su publicidad que At Eastgate, we create new hypertext technologies and publish serious hypertext, fiction and non-fiction: serious, interactive writing.. ¿Este énfasis en que veden obras serias da a entender que las obras que no se venden y simplemente están en la red no lo son?


25/4/10

Blue Lacuna


Blue Lacuna es una historia textual interactiva que no se lee en línea sino que debe descargarse para ser ejecutada desde el propio ordenador. Se trata de un relato extenso, donde exploramos la isla Lacuna y otros cuatro parajes en los que aparecen numerosos personajes, que está a medio camino entre la novela y el juego. El interface es sencillo pero, no obstante, tiene algunas características peculiares que lo hacen atractivo. Entre ellas, por ejemplo, que las descripciones de los lugares pueden variar en función del momento en que se llegue a su lectura y del camino recorrido para llegar a ese punto.

La obra ha sido galardonada con varios premios.

23/4/10

Lingüística computacional (I)




Introducción
Arte que emplea como medio de expresión una lengua.

Así define la RAE la literatura. Y queda meridianamente claro que el lenguaje y la palabra son el corazón de toda literatura, por encima de otros aditamentos artísticos que pudieran unírsele.

En la literatura digital, por tanto y en cuanto que es literatura, el tratamiento del lenguaje es fundamental. Y en cuanto que es digital, el que ese tratamiento sea informatizado es asimismo básico.

Deberíamos convenir, entonces, que el análisis lingüístico por medio del ordenador debería ser una disciplina importante dentro de la literatura digital. En la práctica, sin embargo, esto está bastante lejos de ser realidad.

Por un lado, tenemos la literatura digitalizada que no precisa ningún tipo de tratamiento informático del lenguaje. En este ámbito, los bits que representan las palabras no tienen significado semántico. O bien son bits que representan un gráfico, un color (como en los textos escaneados) o bien son una transcripción a código binario de un texto pero en el que los elementos definitorios del lenguaje se han perdido. En un e-book, el código binario 0100 0001 0100 1101 0100 1111 0101 0010 es interpretado por el microprocesador para que active determinados pixeles en pantalla que muestren la palabra AMOR. Pero el software no sabe que se trata de un sustantivo, de género masculino, que puede unirse a un determinante y ser sujeto de un verbo, ni mucho menos el sentimiento que esa palabra nos evoca ni las metáforas que pueden imaginarse a partir de la misma.

En segundo lugar tenemos la literatura digital en donde el texto necesita de ciertos algoritmos que permitan viajar a través de la historia o mostrar las letras de un modo imposible sobre papel. El ordenador maneja los códigos de manera similar al caso anterior, sólo que los programas que los modifican no se limitan a visualizarlos sino que pueden mezclarlos, detectar acciones interactivas sobre ciertas zonas de pantalla, etc. Pero el ordenador sigue sin saber qué significan las palabras, las frases y, en la mayoría de los casos, incluso si estas están bien construidas. Ciertamente, existen algoritmos narrativos que permiten generar frases correctas pero están fundamentados en que un humano ha determinado un orden muy estricto de palabras y ha seleccionado un corpus muy restringido de ellas que pueden encajar en los moldes creados. Ejemplos de este tipo pueden verse
aquí y aquí.

Para ir más allá, para lograr que un ordenador pueda generar buena literatura se precisa modelar el lenguaje, del mismo modo que nuestro cerebro lo hace. No existe, hoy por hoy, un programa capaz de manejar el idioma como lo hace un ser humano. Pero sí existe una disciplina que lo intenta: la lingüística computacional que analiza la aplicación de los ordenadores al estudio científico del lenguaje. Es una materia compleja que muchas veces suele encuadrarse dentro del campo de la Inteligencia artificial, algo bastante razonable dado que si algo caracteriza al ser evolucionado e inteligente es precisamente el habla. Como fin último se trataría de incorporar en el software de los ordenadores la habilidad en el uso del lenguaje, tanto desde el punto de vista de expresión como del de comprensión.

La lingüística computacional y la informática lingüística (quizá son malos neologismos que provienen del inglés linguistic computing y computational linguistic, pero ampliamente aceptados en cualquier caso) no sólo serían útiles en la consecución de una literatura digital de gran calidad. De hecho, si sólo fuera esta su utilidad probablemente no habría tanta actividad en torno a las mismas. Una transcripción formal del lenguaje en algoritmos permitiría, entre otras cosas, tareas como:

- Traducción automática de textos entre cualquiera de los idiomas del planeta, una aplicación anhelada por los organismos internacionales.
- Enseñanza de idiomas (si se consiguieran comprender los mecanismos profundos del lenguaje como para plasmarlos en algoritmos, posiblemente esas mismas deducciones servirían para poder aprender lenguas de modo rápido).
- La logopedia.
- El análisis sintáctico avanzado.
- La comprensión de las preguntas escritas que un usuario haga a un ordenador (algo que la
web 3.0 pretende a largo plazo).
- La generación de respuestas con sentido y razonadas.
- La conversación interactiva con una máquina (HAL sigue presente).
- Los procesos de archivo y documentación de textos.
- La edición de textos antiguos.
- El análisis de textos.
- Lexicografía.
- Análisis semántico.
- Reconocimiento del habla. Que un ordenador entienda lo que decimos y sepa interpretarlo correctamente. Aquí, podemos recordar una escena célebre de Star Trek en la que Scotty retrocede en el tiempo hasta nuestra época y su primera ocurrencia es hablar con el ordenador, no usar el ratón o teclear.
- Síntesis fonética, es decir que el ordenador nos hable en vez de mostrarnos texto, algo evidentemente útil para ciertas discapacidades.
- Escritura automática de textos técnicos a partir de bases de datos. Por ejemplo, una computadora ha podido realizar un exhaustivo análisis por el método de los elementos finitos de las solicitaciones estructurales del casco de un submarino. Sin embargo, hoy en día, el informe que muestre los resultados y los interprete será escrito por una persona. Podría pensarse que fuera el propio ordenador el que lo hiciera a partir de sus propios cálculos.
- Escritura de textos literarios que sean capaces de rivalizar con los escritores de carne y hueso.

En algunas de estas actividades se ha avanzado con notable éxito. Por ejemplo, la síntesis fonética puede darse casi por conseguida ya que existen programas que son capaces de pronunciar correctamente un texto escrito en diversos idiomas. Se usan, por ejemplo comúnmente en aeropuertos para dar anuncios. He escrito “casi” porque aún no pueden simular las emociones y los sonidos suenan un tanto mecánicos, demasiado iguales, con las pausas siempre en el mismo lugar aún cuando no procedan, sin pasión alguna.

Asimismo, el análisis de textos puede llevarse a cabo con gran eficacia si los textos han sido previamente categorizados. Si, por ejemplo, cada palabra individual de un libro ha sido etiquetada con atributos de manera que se almacenen, junto al propio código de la palabra, otros que definan si es adjetivo o adverbio, sustantivo o verbo, su género, si es plural o singular, nombre propio o común, a qué idioma pertenece, su etimología o cualquier otra categoría morfosintáctica que deseáramos, sería posible escribir un algoritmo que utilizara todos esos datos. Podríamos, por ejemplo, preguntar al ordenador cuántos sustantivos terminados en ced aparecen en La Celestina por poner el caso. Y, posteriormente, podríamos analizar cuántos de esos mismos sustantivos aparecen en El Quijote y comparar los modos y estilos de Rojas y Cervantes. O podríamos saber si un escritor determinado usa más o menos una palabra determinada, o en que contexto, o si repite frases a lo largo de su obra. Esto puede ya hacerse hoy en día si bien requiere de un trabajo de categorización previa que, en muchos casos, resulta titánico porque la codificación es básicamente humana.

Si, además, este corpus etiquetado morfológicamente lo está también sintácticamente, las posibilidades se multiplican.

Mas, en general, lo que queda por estudiar y descubrir representa aún un vasto territorio, lleno de oportunidades y retos. Y el vehículo que nos ha de permitir avanzar en ese desconocido universo es la lingüística computacional.

Iremos viendo retazos de la misma en próximos capítulos.

to be continued

(el capítulo siguiente puede leerse en este enlace)

San Jordi



Compré un libro hoy.

Lo elegí pensando en ti, imaginando cuál hubieses preferido para mí. Casi pude sentirte caminar por entre las estanterías de la librería. Es tan triste leer un libro que tú no me hayas obsequiado que me duele renovar los recuerdos de entonces. Casi pude imaginarte sacando el paquetito del bolso con aquella sonrisa pícara que me inundaba de cariño y ansia de ti.

Siempre hacías trampa y me regalabas dos. Me entregabas uno, envuelto por ti misma en papel de colores y seda, con tus palabras de cariño escritas en una tarjeta. ¿Sabes? añoro tu caligrafía sinuosa y amplia, mi tierna compañera. Añoro tus te quiero y tus per molts anys, amor meu. Luego, más tarde, cuando ya no lo esperaba, me dabas el segundo libro y lo hacías como Jesús con el vino de las bodas. El segundo era siempre el mejor, el más atractivo, el que sabías que leería con fruición, el título que me habías sacado con sigilo semanas antes sin que yo me percatara de por qué lo preguntabas. Te lo agradecía – mejor dicho, me gratificaba a mí mismo- con un beso largo en tu boca de nubes y estrellas y con promesas de adoración perpetua.

Yo madrugaba para comprarte una rosa. Estaban bellas las rosas rojas a las siete de la mañana, cuando el viejo tendero levantaba la persiana de la floristería y descargaba el gran cubo con flores recién cortadas, aún frescas por el rocío. Elegía la más linda y le pedía que la vistiera con celofán transparente y con un lazo rojo y amarillo. Me encantaba que mi rosa fuera lo primero que vieses al amanecer. Que fuese la primera de las muchas que te regalaban a lo largo del día. Era hermoso tomarnos un café con un croissant a medias mientras sostenías la flor sin soltarla. Porque decías que estaba llena de amores, de sueños, porque deseabas que no se marchitara nunca.

Hoy he comprado también una rosa. Igual que entonces. Pero no podré dártela.

Hoy las gotas de escarcha que la cubrían eran lágrimas y sus espinas –que antes jamás sentí- me han desgarrado el corazón.












22/4/10

Teaching Digital Writing


El próximo día 23 se celebrará en el Phoenix Square Digital Media Centre de Leicester, en colaboración con la De Montfort University, un Congreso titulado Teaching Digital Writing en el que se analizará la aplicación de lo digital a la escritura y la literatura, especialmente en el mundo de la educación.



21/4/10

Smart paper

Jae Kim está desarrollando un nuevo concepto de e-ink que se basa en una lámina semitransparente y muy fina, un formato que parece más natural para el ser humano y que, además, podría ser plegado como se hace con el papel convencional. El diseñador llama al nuevo sustrato smart paper. De momento, una idea muy en pañales. Más información, aquí.


20/4/10

El teléfono móvil




Los teléfonos móviles modernos son muy cómodos. Te permiten comunicarte con otras personas pero, además, tienen muchas funciones incorporadas que nos facilitan las tareas. A mí, la que más me gusta es la agenda de direcciones. Siempre he sido de memoria flaca o, lo que es peor, burlona. Es de esas que, cuando ves a una dama en una fiesta, te sugiere al oído que es la esposa del director mengano y tú, confiado, vas y le preguntas por su devoto marido, don mengano. Y resulta que es la esposa de uno de sus más fieros competidores en los negocios, o la amante del tal mengano. En fin, que yo confío más en la agenda del teléfono. Allá introduzco los nombres, las direcciones, los teléfonos e incluso pequeñas fotos del individuo para tenerlo todo controladísimo. Consecuentemente, utilizo mucho esa aplicación.

Quizá por esa afición mía a la agenda, me percaté de que algo extraño ocurría.

Fue hace unos cuatro meses. Recordé que debía llamar a Justo, un colega del trabajo con el que debía juntarme en un congreso profesional en Barcelona. Busqué en el teléfono y, para mi sorpresa, la pantallita no me devolvió resultado alguno. No es inusual que, al escribir el nombre, se cometa alguna errata de modo que pedí al programa que me mostrara todos los contactos que empezaran por la jota. Obediente, el aparato me devolvió un listado de veinticuatro personas. Pero Justo no aparecía. Estaba bastante seguro de que yo había grabado sus datos pero nunca me fio de mi pobre cabeza por lo que deduje que sería un error mío. Uno más. Así que llamé a Francisco, otro colega, para que me diera el número de teléfono de Justo.

- No sabes cómo me apena tener que ser yo el que te lo diga. Justo falleció la semana pasada en un accidente.

Balbuceé, consternado, y le agradecí la información. Vaya casualidad macabra. Aunque por un lado me alivié por no haber hallado su número. Hubiese sido de lo más incómodo el que me hubiera contestado algún familiar. Eso sí, envié una nota de condolencia y hube de rehacer los preparativos del viaje a Barcelona. No mentiré si digo que la noticia me afectó más de lo que yo esperaba, quizá por la sorpresa con la que me la encontré, pero un par de días después había olvidado totalmente el incidente.

Pasaron un par de semanas, tres quizá, cuando volví a inquietarme sobremanera. Recibí un e-mail de mi jefe en el que me pedía llamara a un cliente que nos debía algún dinero. Uno de esos marrones que de vez en cuando le caen a uno. Busqué el número del señor en mi agenda y no lo encontré. Buceé en la memoria y me fue imposible dar con él. Este era un contacto empresarial y sincronizado con el Outlook. Por tanto, era seguro que había sido grabado. No había duda. Así que pensé que la memoria del teléfono me estaba jugando malas pasadas. Ya lo había oído alguna vez. Para abaratar costes, algunos fabricantes incorporan chips de baja calidad, clones chinos de esos. Y claro, sucede lo inevitable. Que, al poco, a la más mínima interferencia electromagnética, se desconfiguran o se borran. Debería pedir una memoria nueva, me dije. En cualquer caso, no era un problema importante. Tenía el número de la centralita de la empresa, de modo que llamé y pedí que me pasaran con la persona a la que deseaba contactar.

Quedé mudo. La recepcionista, compungida, me comunicó que aquel señor había fallecido un par de semanas antes de un ataque al corazón. Nada raro, razonó, dado lo obeso que estaba y el alcohol que consumía.

- Su mujer le había insistido mil veces para que se hiciera un chequeo completo pero él nunca la hizo caso – me confesó bajando la voz, la señorita que me contestó.

He de reconocer que ya entonces una idea alocada pasó por mi mente. Algo tan insólito que no existió por más de dos segundos en mí. Mucho más teniendo en cuenta que yo soy un agnóstico convencido y muy poco dado a creer en nada sobrenatural.

Cambié de opinión unos días después. No me extenderé porque creo que ya habrán supuesto los hechos. Esta vez, debía telefonear al hotel Candora Luxe y como llevo muchos años hospedándome en él, tengo la suficiente confianza con el director para llamarle un par de días antes y pedirle que me reserve una buena habitación. Como en las ocasiones anteriores, su número no estaba en la agenda y hube de llamar al hotel. Pregunté por él y el hombre que me contestó me dio la mala nueva. Reconoció mi voz y, sabiendo de mi amistad, me dio un sentido pésame.

Lo que había sido una fugaz y loca hipótesis se convirtió en un terrorífico presentimiento. Al llegar a casa, desasosegado y sudoroso, cerré la puerta por dentro- algo que nunca hago- y me senté en el sillón junto a la ventana. Atardecía rápido y las nubes que auguraban tormenta pintaban de gris plomizo y naranjas el cielo, iluminando el ambiente con una luz inquietante y mórbida. Desde luego, si alguien pretendía asustarme sabía cómo preparar el decorado.

Tardé al menos diez minutos en atreverme a empezar la tarea que me había encomendado a mí mismo. Repasé nervioso con el pulgar el terminal antes de osar pulsar la tecla con las flechitas, la que me presentaba la agenda de direcciones. Por supuesto, no recuerdo todos los nombres pero fui apuntando todos aquellos que yo creía recordar había memorizado y que ahora no encontraba en la lista. Al acabar, revisé el papel. Tenía siete nombres escritos. Fui hasta la cocina y bebí un gran vaso de agua que no consiguió eliminar la sequedad de mi boca ni licuar la pastosa saliva que iba acumulándose en mi paladar.

Fui localizando, uno a uno, a aquellos personajes a través de amigos comunes. Sí, como sospecha el lector, todos ellos habían marchado a mejor vida. Unos en accidente reciente, otros de enfermedades súbitas y uno de no se sabía qué porque estaba desaparecido desde hace un año. No le dije a la señora que me lo contó cuáles eran mis sospechas y dejé que siguiese alimentando la esperanza de su aparición sano y salvo.

Dejé aquel diabólico artefacto sobre la cómoda justo en el instante en que la tormenta descargaba con violencia sobre la ciudad. La ventana estaba abierta y una ráfaga de viento hizo que el granizo penetrara hasta la mesita de té con que decoro el salón. Como pude, cerré el ventanal y sequé todo aquello, asustado como nunca había estado. Apenas dormí y aunque el temporal cesó un par de horas después, permanecí alerta al menor ruido que pudiera escucharse en la casa.

Al día siguiente hice una copia de seguridad de la memoria del teléfono. Desde entonces, cada día, con matemática precisión, compruebo las direcciones que aún quedan y las cotejo con la lista de seguridad. Poco a poco, van desapareciendo nombres, diluyéndose como humo en el aire. Ya no me preocupo de comprobar lo que sé que es inevitable. Me he arrepentido cien mil veces de haber comprado un teléfono móvil pero uno se hace incluso a esto.

Creía estar acostumbrado. Hasta ayer. Fui a tomar un café a la máquina del piso inferior de la empresa. Estaban charlando Susana, de Administración, y Clara de Compras. No se percataron de mi llegada y, casi por azar, las oí charlar.

- Oye, Clara, ¿tienes el teléfono de Cándido? es que pensaba que lo tenía archivado en el móvil pero no lo encuentro y debo darle un encargo.

Recordé que mi nombre era Cándido justo cuando empecé a notar un fuerte dolor en mi brazo izquierdo.






19/4/10

Hispana



Hispana es una iniciativa del Ministerio de Cultura que se define como un recurso de acceso a la información digital producida por todo tipo de instituciones españolas que se constituye en la red mediante la interconexión de sus bases de datos. Este portal facilita el acceso a más de cuatrocientos proyectos de digitalización (cuyo listado puede verse aquí) , así como a la participación en Europeana. Entre estos, se encuentran los archivos digitalizados de la Biblioteca Nacional.




18/4/10

Un e-book en papel


Aunque parezca una contradicción, el curioso experimento llevado a cabo por Bertrand Duplat y Étienne Mineur en
Les editions Volumiques 2010 intenta aunar ambos conceptos, más como curiosidad divertida que como artefacto útil hoy por hoy. Intercalando una serie de actuadores magnéticos en las páginas, estas pueden pasarse de manera automática desde un ordenador sin necesidad de usar las manos, al modo de cómo las páginas cambian en un e-book. Quizá, con el tiempo, la miniaturización de los dispositivos pueda permitir un auténtico libro electrónico en papel. Puede verse un vídeo del funcionamiento aquí.



16/4/10

Los e-books son servicios



Según ha informado un portavoz del comisario europeo de fiscalidad, Mr. Semeta, los libros en papel son productos mientras que los e-books son servicios. Esta diferencia tiene efectos legales y fiscales importantes. Mientras que un producto puede beneficiarse de un IVA reducido, un servicio no puede hacerlo. Así, Bruselas, traza una línea divisoria entre aquellos textos soportados físicamente (papel, CD, audiolibro, etc) y los que sólo son un fichero electrónico. Los primeros, en España, podrán beneficiarse de un IVA reducido del 4%. Los segundos no y, por tanto, su IVA deberá ser del 18% a partir de próximo 1 de Julio. En el existente debate sobre si los libros electrónicos deberían ser más baratos porque sus costes son más reducidos, esta noticia supone que tal diferencia se acorta.



El Club MacLaurin


Mi relato El club MacLaurin resultó finalista en el CONCURSO DE RELATOS CORTOS RSME-ANAYA 2009 que convoca junto a la Real Sociedad Matemática Española. El ganador del certamen ha sido Manuel Barbero Díaz con el trabajo Operación Pitágoras, un relato de intriga de gran calidad.

Por su parte, El club MacLaurin es una historia de un amor imposible que cambia la vida del protagonista, un profesor de matemáticas.


14/4/10

Alicia en el país de las maravillas


La empresa Atomic Antelop ha puesto a la venta (aún no ha llegado al mercado español) la famosísima obra de Lewis Carrol, Alicia en el País de las maravillas, en formato para Ipad. Se trata de una aplicación interactiva en donde los personajes y varios objetos están animados. Además, y dado que la Ipad contiene micro giróscopos para detectar la posición de la pantalla, el software determina dicha situación y, en función de ella, los objetos caen o se desplazan. Si giramos 180º la pantalla los elementos que estaban en el suelo – repentinamente convertido en techo por el capricho del usuario- caerán por la fuerza de la gravedad. La obra está en inglés y el texto está resumido respecto a la versión clásica. Los gráficos tienen el aire de cuento clásico del siglo XIX. Una demostración publicitaria puede verse en este
vídeo.

11/4/10

Conferencia en Lleida


Dentro de la exposición La maquinaria de la lectura: La impremta a Lleida, de Botel al segle XXI que tiene lugar en Lleida del 8 de abril al 23 de mayo en la sala Montsuar del Institut d’Estudis Ilerdencs se celebrará el próximo día 13 de abril una jornada de conferencias sobre la imprenta y su evolución histórica, marco en la que la profesora de la Universidad de Barcelona, Laura Borrás, disertará sobre “Los nuevos formatos del libro y el futuro de la edición”. Para más información se puede acceder al catálogo de la exposición aquí.



El zoótropo





Eres para mí el zoótropo de mi vida. Una vez estudié intrigado uno en un museo. Ya sabes, esos artefactos victorianos en los que introducías un cilindro de cartulina donde estaban dibujadas, a intervalos regulares, figuras que representaban los diversos instantes de un movimiento. Que si un caballo al galope, que si una bailarina de ballet con su tutú, que si una golondrina revoloteando entre las nubes. Hacías girar la rueca con toda la fuerza de tu alma y mirabas a través de la rendija mágica. Entonces, el hechizo se producía. Lo que hasta entonces era sólo una sucesión de imágenes inconexas se convertía en una película viva, en movimiento, atractiva por la acción de la persistencia en la retina.

Así es el mundo de mis recuerdos contigo. Están, ahí, en mi mente, aislados los unos de los otros, sin aparente relación entre ellos. Aquí, el instante fugaz e intenso en que te vi tan distinta que me pareció increíble no haberte amado desde siempre. Un poco más allá, aquella comida en la que me quedé paralizado, sin ser capaz ni de hablar ni de comer, tan sólo de mirarte. O el recuerdo de nuestro primer beso, o el de nuestra primera gran charla, tan lejana en el espacio, tan cercana en el corazón. Tengo en otro recodo de mi memoria la visión del río de prendas que formaron nuestras ropas al caer apresuradas sobre el suelo mientras las sábanas nos reclamaban ansiosas. O tu silueta deseada recortándose en el alfeizar; Orión sobre el puerto en calma; tu cabello apresado en una coleta para que yo pudiera besar tu cuello; el sonido del cajón y la guitarra junto a ti; el goce de mirarte por puro placer, más allá de cualquier necesidad física; tu voz al teléfono regalándome mil besos cuando no esperaba que llamases.


Cada recuerdo parece solitario, perdido en una nube de hechos anodinos. Y, de pronto, el cariño tierno que te tengo los pone a girar y los une entre sí en una gozosa vida. Y surge el embrujo. Todas esas dulces memorias se hilan, se trenzan en la rendija de mi amor. Y todo tiene sentido. Y los huecos que existen entre ellas desaparecen al igual que no se perciben las zonas en blanco entre las figuras del zoótropo. Entonces, mientras giro en torno a ti, mi existencia es continua, plena, deliciosa a tu lado, llena de matices sutiles, un tsunami de sentimientos. Y yo no quiero que se detenga nunca.




10/4/10

VeloCity



VeloCity de Alma Pérez es un poema interactivo y visual (de una serie) en el que la autora juega sólo con el movimiento de los textos y la dinámica de la tipografía para crear un cierto embrujo en el lector ya que las palabras, los versos se van uniendo de una manera coherente, con unas trayectorias que tienen sentido, que no son aleatorias sino que realzan el sentido y el sentimiento (como ese Te invoco final que lo llena todo). Pequeños enlaces nos permiten saltar entre las estrofas. Puede leerse en la web de
Badosa.



9/4/10

Biblioteca




Biblioteca es una obra que circula en esas cadenas de e-mails insulsos, casi spam, de esos mails que se reciben y no se leen pero se reenvían en una cadeneta interminable. Y es una pena porque es un trabajo lleno de delicadeza y, sobre todo, lleno de ingenio. Porque está hecho sólo con PowerPoint y con los pocos recursos que este programa tiene. Tiene literatura (con una buena selección de textos), tiene un interfaz cuidado, tiene interactividad.

No estoy seguro de quién es el autor porque circula anónimamente por la red. En algunos lugares se atribuye a Richard Vargas pero no sé a ciencia cierta si es el autor. Puede descargarse
aquí






El libro digital


El libro electrónico. Abril 2010, que puede descargarse en formato PDF aquí , es el informe final que el Grupo de trabajo sobre el libro electrónico del Observatorio de la lectura y el libro, adscrito al Ministerio de Cultura. Es un análisis concienzudo del estado actual del libro digital en España en el que, a lo largo de 79 páginas, se pasa revista a materias como la propiedad intelectual, la visión de los autores, las iniciativas editoriales ante la llegada del e-book, los retos que afrontan las librerías, las bibliotecas digitales, los libros digitales en los colegios, el papel de la Administración, etc.

Muy interesante de leer.






5/4/10

Mesa redonda sobre lectura digital



El próximo jueves, día 8 de abril, a las 7 de la tarde, la Biblioteca de Palafrugell organiza una mesa redonda bajo el título de "Lectura digital", evento en el que se presentarán los nuevos e-books de la biblioteca. Como ponentes, asistirán Jordi Cervera, Arantxa Mellado, Pep Torn, Laura Borràs y Anna Aguiló.



Puede obtenerse más información aquí.











4/4/10

Dillon Foster, el aventurero incansable


Dillon Foster, el famoso explorador nacido en Mellow Evy, representaba los más elevados ideales de la sociedad victoriana. Todo el mundo sabía quién era el personaje. Él sólo había recorrido más lugares remotos que todos los regimientos de Jorge IV. Sus conferencias en la British Academy eran escuchadas con devoción y sus descubrimientos geográficos y científicos eran admirados en el continente.

Dillon fue un niño tranquilo, tímido incluso, que ejercía de ayudante en el servicio que el padre Stelton dirigía a las doce de cada domingo, con una puntualidad tan extrema que no dejaba entrar en la iglesia a todo aquel feligrés que se demorara más de cinco segundos. Sin duda, aquella precisión habría de marcarle para el resto de sus días pues era bien conocido que sus notas eran siempre muy exactas y repletas de un detallismo que alababan los académicos y estudiosos. Con catorce años, comenzó a trabajar de aprendiz de marroquinero en los establos de Mr. Hellington, un corpulento y bruto hombretón que, sin embargo, siempre le trató como a su propio hijo. Foster adquirió pronto una notable destreza en el trabajo del cuero y todos en la ciudad le auguraron un prometedor futuro en el sector. Incluso, algunos se aventuraron a pronosticar que podría llegar a ostentar un cargo de cierta importancia en el gremio de curtidores. Nunca se le conocieron peleas ni se le vio nunca ebrio como a otros de su misma edad. Era un muchacho prudente, que no discutía más allá de lo estrictamente indispensable y al que la idea de dejar Mellow Evy nunca se le había pasado por la cabeza.

En 1823, su vida se cruzó, de sopetón, como ocurren siempre los hechos decisivos en una vida, con la de Sheila Durvan, condesa de Mapletown. Muchacha muy hermosa, de ojos verdes coralinos y rizos que jugueteaban sobre unos hombros delicados, era pretendida por buena parte de los adolescentes con futuro de la comarca. A pesar de su apariencia de joven anodina, educada para conseguir un buen matrimonio que ampliara el patrimonio familiar, Sheila era una mujer notable. A sus veinte años, había leído a Voltaire y era una apasionada de los poemas de George Byron que, por aquel entonces, comenzaba a ser célebre en los ambientes más selectos. Una tarde de primavera, cuando el cielo se cubría ya de altas nubes anaranjadas y los faroleros comenzaban a prender el gas de los candiles, se puso a recitar en medio del parque:

For the sword outwears its sheath,
And the soul wears out the breast,
And the heart must pause to breathe,
And love itself have a rest.

Though the night was made for loving,
And the day returns too soon,
Yet we'll go no more a-roving
By the light of the moon



Su tutora, Miss Trevor debió llamarle la atención y le reprochó que una señorita de su cultura se pusiera en entredicho de tal manera. Afortunadamente, suspiró, ninguno de los posibles futuros maridos había presenciado tal desafuero pues – la experimentada ama le había explicado con paciencia- bien era sabido que un caballero no elige como esposa a una mujer que malgasta su tiempo en soñar con poemas de barones alocados.

Sea como fuera, la avenida de oropeles de Sheila se encontró con el camino aburrido y empedrado de Foster. Ni que decir tiene el muchacho se enamoró, de pronto y sin posibilidad alguna de resistirse, de la bella. Se trató de una pasión arrebatadora, radical, de esas que inundan el entendimiento y que ocurren una sola vez en la vida por mucho que, más tarde, otras mujeres evoquen el eco del paraíso encontrado y perdido casi a un tiempo. Y, ciertamente, aquel amor no duró mucho ni siquiera quedó claro si ella llegó a amar a Dillon. Tampoco importaba. El conde de Mapletown tomó medidas apenas fue informado de que un caballerizo tonteaba con su querida hija. Ella fue enviada a estudiar a Londres y él fue despedido sin contemplaciones, sugiriéndole que se alistara en el ejército sino quería verse encarcelado por acoso a una dama. Lady Sheila casó posteriormente con un comerciante de sedas, algo mayor que ella, con el que parió tres hijos antes de fallecer al cumplir los cuarenta a consecuencia de tonto accidente doméstico.

Aquel amor roto cambió la vida de Dillon Foster. Sus dos años de servicio en el 65 de fusileros de línea, desplegado en Bengala, le abrieron los ojos y el chico diestro en la marroquinería se convirtió en un hombre ansioso de conocer el mundo y sus secretos. Cuando regresó a Londres era ya un apuesto y experimentado joven que se dejaba querer por las más variadas mujeres, dándoles a todas un fugaz amor y a ninguna el definitivo. Adquirió pronto fama de rompecorazones y llegó a casarse en dos ocasiones aunque en ambas los matrimonios duraron poco al ser acusado, posiblemente con toda razón, de adulterio. Mas no sólo por ello. Foster era una persona que no podía permanecer en un lugar determinado, que necesitaba embarcarse en aventuras, hallar paisajes por descubrir, gentes a las que conocer, atardeceres que disfrutar, cielos estrellados que comparar.

Su primer gran logro fue la exploración del río Esequibo, en la Guayana. Foster remontó el caudal a lo largo de mil kilómetros, hasta encontrar sus fuentes y dedicar unos meses a catalogar las especies de flores y animales que allá encontró. La presentación, en la London Bothanical Society, de la Esequibitas Petuniae es aún recordada, no sólo por lo extraño de aquella flor blanquecina que brillaba por las noches sino por el encanto y el lirismo con que Foster había escrito acerca de su descubrimiento y los deliciosos gráficos con los que ilustró su moleskine:

Acampé en un recodo del río. Hacía calor pero, aún así, prendí una buena fogata con el propósito de espantar a las alimañas que pudieran ser atraídas por mi olor o el de mis provisiones. Había sido un día agotador y, tras cenar una perca que logré pescar en el Esequibo, quedé profundamente dormido. Sin atención, el fuego se extinguió pronto. Me desperté alertado por algunos ruidos que provenían de la profundidad de la selva. En tensión, agarré mi arma y permanecí en silencio por algunos minutos. Fue entonces cuando descubrí la flor. El silencio profundo, lejos de atemorizarme, acariciaba mi alma y la confortaba. Me pareció flotar en un océano de estrellas y pensé por un momento que estaba soñando. Estaba completamente rodeado por luceros que titilaban a mi alrededor. No sólo arriba, en el firmamento, sino bajo mis pies, al frente de mis ojos, por todos los lados, como si yo flotara dentro de un universo de estrellas. Mis pupilas, asombradas por aquel espectáculo celestial, tardaron en adaptarse. Por fin, casi como un susurro, regresó el cantar suave de las aguas del río que, como yo, permanecían enmarcadas por estrellas titilantes. Reconocí, arriba, a Scorpio y a Sagitario, pero por más que me esforcé no logré distinguir constelación alguna en los arabescos que me rodeaban. Por fin, me percaté de lo que ocurría. Era un milagro y, sin duda, debía haber arribado sin saberlo al Paraíso o a algún secreto jardín reservado a los dioses. Aquellas luces que me rodeaban y que parecían estrellas fulgentes eran en realidad pequeñas flores que destellaban y tremolaban como las estrellas del firmamento. Debían disponer de algún mecanismo fosforescente que les permitía emitir por la noche la luz que recogían durante el día. Me sentí el ser más agraciado del mundo, un Tántalo que acabara de robar los secretos de Zeus. Mi corazón latía apresurado y no puede dormir en lo que quedaba de noche. Me quedé allá, absorto, anonadado por la belleza de un mundo desconocido que aguarda a ser descubierto…

Foster se embarcó, en los años posteriores, en expediciones que le llevaron a las llanuras de Alaska, donde casi fue asesinado por un grupo de cazadores rusos encolerizados y a cartografiar los establecimientos comerciales que se asentaban a lo largo del Yukón y del Rat junto a su mayordomo Melvin. Dos años después, a poco muere en la batalla de Yungai, en la cual se vio envuelto cuando había aceptado una invitación del joven gobierno de Chile para que explorara los glaciares de Ancash con tan mala fortuna que la guerra entre Bolivia, Perú y sus huéspedes se declaró justo en aquellos días.

Era hombre tan inquieto que no permanecía en la metrópoli más allá de lo estrictamente necesario para ordenar sus asuntos administrativos, pasar a limpio las anotaciones que sus editores esperaban con ansia y ofrecer un par de conferencias que siempre eran remuneradas con generosidad. Los periódicos encontraron en él una mina de rumores y de murmuraciones que causaban admiración en unos y escándalo en otros. Que si mantenía un harén en Bengala desde sus tiempos de fusilero del Rey, que si la reina Victoria- que pare entonces había iniciado ya su reinado- le consideraba un buen amante que amenizaba, además, sus encuentros con relatos extraordinarios de sus aventuras que sólo su majestad conocía; que si era capaz de enfrentarse en solitario a una tribu entera de nativos africanos. Lo cierto es que la propia ausencia y la hiperactividad de Foster alimentaba cualquier pequeño rumor hasta convertirlo en hecho tan cierto como la luz del sol.

Cuando cumplió los cincuenta, muchos pensaron que la edad y el cansancio de una vida llena de peligros y esfuerzos harían mella en él. Pero Dillon continuó con su ajetreada vida y, de hecho, quizá aquella fue la época más fructífera en descubrimientos: la isla de los esqueletos, en la lejana Nueva Zelanda; los cantos rituales de las aves de Tasmania; los milenarios árboles que se abrazaban a las orillas del río Empele; los enjambres de mariposas azules del jardín botánico del sultán de Amarcanya… sin olvidar que, en las tertulias que regularmente organizaba la duquesa de Melsonboroug, las fuentes siempre bien informadas aseguraban que su harén oculto alcanzaba ya la cifra de treinta y seis odaliscas.

Una sociedad de médicos estudió el caso de Foster y llegaron a la conclusión de que aquel hombre representaba lo más selecto de la etnia sajona. Un cuerpo labrado por el mundo y en perfectas condiciones a pesar de la edad. Un ejemplo viviente del mens sana in corpore sano romano. Incluso, le concedieron una medalla y le pidieron que escribiera un tratado en el que explicara cuál era el secreto de aquella capacidad de trabajo y aquel entusiasmo por la vida que era la admiración de sus coetáneos y la envidia de otras naciones.

Foster declinó escribir el tratado y continuó incansable con sus expediciones, dejando cada vez que pasara menos tiempo entre ellas. Los periódicos llegaron a escribir que nunca se jubilaría y que moriría en algún remoto lugar, envuelto en algún desafío titánico. Nadie podía entender de dónde extraía toda aquella energía. Nadie sabía cuál era su objetivo. Ni siquiera su fiel acompañante, Melvin, mayordomo en un tiempo, ayudante después, amigo al cabo de tantos años de correrías.

La vida es extraña. Foster, el indestructible, el entusiasta, llegó al fin de sus días en un barco que cruzaba el Mediterráneo lentamente. Regresaba de un viaje de estudio de los pictogramas de un templo egipcio. Al parecer, según relató el capitán del barco, fue un catarro común con complicaciones lo que acabó con su vida. No dio tiempo a que el buque llegara a Malta para ingresarle en un hospital.

Un fin tan mediocre para una vida tan admirable resultaba irónico. Cuando, dos semanas después, llegaron a Londres, la British Academy convocó un funeral institucional al que asistieron miles de admiradores.

Melvin tuvo que leer un breve panegírico en el que ensalzó la figura de Foster y su frenética y fructífera actividad. Tras hacerlo, Melvin lloró y pensó en la última confidencia de Foster cuando yacía, envuelto en fiebre, en el camarote del navío.

- Usted no puede morirse, señor- le había casi suplicado Melvin- Usted que nunca se ha detenido por nada no puede dejarse vencer por un catarro.

- No podía- susurró Dillon Foster- No podía parar

Melvin no entendió la respuesta y la expresión de incomprensión de su rostro fue suficiente para que Foster continuara.

- No podía detenerme, Melvin. No podía. ¿No lo entiendes?... No pude asistir a su funeral…Sheila

- ¿Sheila?- preguntó el buen amigo al que aquel nombre no le decía nada.

- Sheila. Sheila. Recuerdo tan bien su sonrisa. La amo aún. La he amado siempre. Ella me amó, ¿sabes?. Y su recuerdo y su ausencia eran tan insoportables – lo son aún- que debía embarcarme en desafíos inútiles para ocupar mi mente en algo, para que el espectro de mi amor por ella no me inundara. Si me hubiese quedado en casa, si hubiese permanecido en Inglaterra, la memoria de su amado rostro me hubiera devastado cada atardecer, con cada trino de los ruiseñores en el parque, con cada campánula que hubiera florecido y con las que ella se decoraba su cabello adorado. Hubiera deseado el suicidio con cada amanecer en solitario, sin el calor de su piel nacarada. ¿No lo entiendes, Melvin? Si me ha sido imposible olvidarla todos estos años, al menos el dolor remitía obligando a mi mente a bordear la muerte cada día, forzándola a pensar en lo inmediato, en la supervivencia del segundo siguiente…


Melvin le había agarrado la mano y le había mirado a los ojos. No había visto al explorador valeroso e indómito, lleno de méritos, sino a un hombre triste y doliente. Un ser que había perdido el único éxito que había deseado en su vida.

- ¿Crees que me estará esperando, Melvin? – fueron sus últimas palabras.