4/2/11

In memoriam tuam



Dos poemas. El primero de la poetisa inglesa del siglo XIX Christina Rossetti y el segundo del siempre recordado Benedetti:

Passing away, saith the World, passing away:
Chances, beauty and youth, sapp'd day by day:
Thy life never continueth in one stay.
Is the eye waxen dim, is the dark hair changing to grey
That hath won neither laurel nor bay?
I shall clothe myself in Spring and bud in May:
Thou, root-stricken, shalt not rebuild thy decay
On my bosom for aye.
Then I answer'd: Yea.

Passing away, saith my Soul, passing away:
With its burden of fear and hope, of labour and play,
Hearken what the past doth witness and say:
Rust in thy gold, a moth is in thine array,
A canker is in thy bud, thy leaf must decay.
At midnight, at cockcrow, at morning, one certain day
Lo, the Bridegroom shall come and shall not delay:
Watch thou and pray.
Then I answer'd: Yea.

Passing away, saith my God, passing away:
Winter passeth after the long delay:
New grapes on the vine, new figs on the tender spray,
Turtle calleth turtle in Heaven's May.
Though I tarry, wait for Me, trust Me, watch and pray.
Arise, come away, night is past and lo it is day,
My love, My sister, My spouse, thou shalt hear Me say.
Then I answer'd: Yea.

--oOOOo--


Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.
Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.
Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarrándome idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.
Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.
Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.