17/12/10

Un breve almuerzo



Es curioso cómo haces que los pequeños actos cotidianos se conviertan en magníficos eventos. El otro día, sin ir más lejos, cuando compartimos un plato de jamón y unos champiñones con salsa en cazuela de barro caliente. Aunque habíamos caminado toda la mañana, no teníamos hambre. Decidimos no perder el tiempo con una comida copiosa, picar algo y echar una buena siesta. Recuerdo que el camarero me miró con envidia. Y es que, se nota que te adoro. No puedo evitarlo. Yo mismo lo siento en la forma en que te miro, en que te escucho, en que te percibo a través de unos sentidos míos que parecen más vivos cuando te me acercas. Nos sentamos el uno frente al otro, en el rincón de techo abovedado y paredes de azulejos iluminados con escenas antiguas. De tanto en cuanto, mientras me hablabas del trabajo - me encanta la pasión con que lo cuentas-, alargabas tu mano para entrelazarla con la mía. Estabas hermosa.


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