En 1924 ocurrió una de las tragedias más lloradas y citadas de la historia de la escalada. George Mallory y Andrew Irvine desaparecieron en una expedición al Everest y nunca más se supo de ellos hasta que, en el año 1999, a unos 500 m de la cumbre, se descubrió el cuerpo de Mallory al que los lentos movimientos de los glaciares dejaron al descubierto décadas después. El cuerpo de Irvine no ha sido aún hallado y, menos aún, la cámara que llevaban con ellos. Está meridianamente claro que ambos sufrieron una caída, per el caso es que nunca quedó claro si fue antes de llegar a la cumbre o después de hacer cima. Desaparecieron de la vista de sus compañeros mientras escalaban, entre la niebla. En el campamento base tenían un telescopio y con él fueron siguiendo la ascensión hasta que la niebla los cubrió. La última vez que les divisaron seguían subiendo, poco antes de lo que hoy se conoce por el segundo escalón (técnicamente dificultoso de pasar) y parecían en perfecto estado. Si cayeron al poco después de entrar en las nubes, en ese escalón, o lo hicieron al descender es un misterio. Si hubiese sido lo segundo, ambos hombres hubiesen sido los primeros en escalar el Everest, 29 años antes de la fecha en que Hillary y Tenzing lograron certificarlo. Mallory había prometido que si llegaba a la cima dejaría una foto de su mujer en ella. Salió del campamento con una en su bolsillo. El cadáver tenía todo lo que llevaba, congelado por el frío, pero no la foto, lo que alimenta la idea de que sí tuvieron éxito. La cámara podría tener los negativos de la cumbre, pero se la tragó la nieve. Quizá algún día la devuelva y el celuloide desvele el misterio. Kodak, fabricante del carrete, afirma que es posible que se conserve en buen estado dadas las bajas temperaturas.
Eran deportistas de otro nivel, heroicos, que no buscaban la propia gloria, jugadores de equipo, caballeros en el sentido victoriano del término, fuertes, nobles, que hacían aquello porque sí. Las fotos que se conservan del grupo en el campamento base antes de los intentos de subida, los muestra casi como si fuesen a un partido de polo o a una cita universitaria, con su ropa de calle, una bufanda y poco más, sencillos en su elegancia innata, nada que ver con la exageración y hartazgo de ropa deportiva técnica que aparece hoy en día en el campamento. Mallory e Irvine serían considerados hoy superhombres y, probablemente, se reirían del esperpento de los escaladores modernos llenos de marcas de moda y carísimos complementos. Lo único comparable a los tiempos modernos es que ambos escaladores llevaban unas botellas de oxígeno de 9kg, más o menos del mismo peso que las actuales, sólo que aquellas tenían la mitad de capacidad de oxígeno que las de hoy en día.
Se han digitalizado 361 cartas de Mallory, 447 cartas de respuesta de Ruth a él, unos poemas, tres diarios, así como cartas y telegramas de condolencia una vez que se les dio por desaparecidos. Mallory tenía 37 años e Irvine, 22.
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