Sobre la historia natural de la destrucción, (Anagrama, 2003), de Winfried Georg Sebald, es una obra comprometida, dura, a medio camino entre el ensayo, la recopilación de imágenes y recuerdos, y la biografía. El título no tiene nada que ver con el original en alemán, Luftkrieg und Literatur, que puede ser traducido como Guerra aérea y literatura, y es que este trabajo de Sebald es eso, una combinación de reflexiones ensayísticas sobre los bombardeos aéreos que soportaron las ciudades alemanas en la segunda guerra mundial y la omisión generalizada de ello por los escritores alemanes de post-guerra, uniéndolas en un continuo que nos ofrece una imagen fiel y dramática de aquellos días y de las connotaciones morales que conllevó.
Un asunto poco tratado, por cuanto que hablar sobre los horrores que también sufrió Alemania podía ser tachado de revisionista y que, con el tiempo, devino en un tabú. Ni los vencedores querían escuchar los horrores que infringieron, ni los alemanes querían recordar su ignominioso pasado y su inmoral complicidad con la barbarie nazi. Así, los escritores alemanes han rehuido escribir sobre la muerte y el sufrimiento que los bombardeos masivos causaron, en un amnesia que pretende ser ética pero que es lo contrario. Sebald se encarga de hablar de ello, de reflexionar sobre la necesidad volver a sentir la culpa, que es preciso relatar fidedignamente lo ocurrido durante el abominable régimen nazi para evitar que quede olvidado incluso a costa de olvidar el propio sufrimiento, no olvidar que la barbarie trae barbarie, que todo aquello era la conclusión de su aberración, que no se puede evadirse de la culpa i borrando de la memoria el propio horror. Dice:
“Así pues, la destrucción total no parece el horroroso final de una aberración colectiva, sino, por decirlo así, el primer peldaño de una eficaz reconstrucción, una reconstrucción equivalente a una segunda liquidación, en fases sucesivas, de la propia historia anterior, que impidió de antemano todo recuerdo mediante la productividad exigida y la creación de una nueva realidad. Esto es, la reconstrucción como un método para enmascarar y desentenderse del pasado, para evacuarlo de la consciencia del presente. “
Y también, Sebald habla para el otro bando, para discutir si era preciso cometer o no tales devastaciones para ganar una guerra ya ganada, sobre si un horror justifica otro horror, sobre cómo los atacantes pueden justificar cualquier barbarie en pos de una lucha justa, sobre si un pueblo cómplice de asesinatos masivos, de un régimen asesino y de una guerra cruenta puede o no pedir justificaciones por otras barbaries, sobre si el fin justifica los medios. Se trata de evitar que el silencio de todos impida ver que el horror es horror siempre, que no vale aceptar el castigo y aquí no ha pasado nada pero que tampoco vale caer en la inmoralidad para defender el bien moral, [me acuerdo aquí del emotivo y magnífico discurso de Spencer Tracy en Vencedores o vencidos cuando el juez condena a los nazis…. “We stand for justice, truth, and the value of a single human”]
Sebald usa como núcleo de la obra el ensayo de ese título basado en las conferencias que el autor impartió en Zurich en 1997 y otro de Alfred Andersch, al que Sebald vapulea por acomodaticio.
Nada de revisionista – pero tampoco nada de rompedor- hay en Sebald que depura y adelgaza el lenguaje para narrar el horror de las bombas sin asomo de justificación del nazismo y sus crímenes. El autor explora el comportamiento humano sometido a la más implacable de las devastaciones, en cómo la solidaridad surge en las peores circunstancias, en lo que el ser individual, abrumado frente al infierno, puede sentir sin metáforas, en su carne viva. Sin aspavientos, describe escenas inimaginables de pavor, odio y muerte, centrándose en el dolor humano, en las emociones de las personas, en el terrible despojo de cuerpos y ciudades. Combina testimonios, recuerdos más o menos verídicos, elaboraciones de lo leído. Una prosa introspectiva, triste, horriblemente humana.
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