En el libro VII de la obra Los nueve libros de la Historia, o más brevemente Las Historias, de Heródoto, se cuenta cómo Demarato, hijo de Aristón, deseaba avisar a los lacedemonios de un próximo ataque persa (ataque que daría lugar a la acción de las Termópilas) sin que los enemigos pudieran leer el mensaje en caso de interceptación. Con ingenio, eliminó toda la cera de una de las tablillas que usaban los escribas y cinceló el mensaje en la propia madera soporte. Luego, recubrió la tabla con nueva cera y escribió un mensaje anodino sobre ella. Así, el mensaje que importaba llegó a salvo a los lacedemonios.
Esto, ocultar un mensaje dentro de una portadora anónima es lo que se conoce por esteganografía y, como se ve, la escritura, o la literatura, ha hecho uso de ella desde tiempos remotos. Relatos similares al de Heródoto son comunes en la literatura clásica. La liebre con un mensaje escrito bajo su vello en la historia del noble Harpagus, el esclavo con un mensaje tatuado bajo su cabello en la historia de Histiaeo (narrado también por Heródoto), la tinta invisible a base de leche vegetal que narra Plinio el Viejo, los textos dentro de barriles de cerveza que se intercambiaba Maria de Escocia con sus capitanes, el mensaje oculto dentro de un huevo cocido de Giovanni Porta, ya en el siglo XVI, o los mensaje escondidos en partituras que describe Gaspar Schott, en el libro Schola Steganographica del siglo XVII, entre otros.
Desgraciadamente, en los tiempos contemporáneos la esteganografía es un medio poco literario y que, por el contrario, sirve a los usos más perversos desde el espionaje, la distribución de malware, el robo, la distribución de imágenes pedófilas o el terrorismo.
La palabra esteganografía proviene del título de un libro medieval, Steganographia, escrito por el abad alemán Johannes Trithemius en 1499, obra en 3 volúmenes escritos en latín. Los dos primeros tomos explican procedimientos de escritura oculta, mientras que el tercero se centra en la astrología. Trithemius describe, en su análisis, diversos métodos para ocultar mensajes secretos dentro de otros mensajes aparentemente inofensivos. No fue una obra de éxito y sólo llego a imprimirse en 1606.
La esteganografía actual utiliza algoritmos digitales, es decir programas de todo tipo que ocultan dentro los mensajes.
Uno de los métodos más utilizados es esconder un texto dentro de una imagen aparentemente inocua. Por ejemplo, dentro de una foto de un paisaje cualquiera podemos alterar el color de una serie de píxeles previamente definidos (por ejemplo, cada 10 píxeles) para que el valor de unos de los canales RGB de ese color (por ejemplo, el canal del rojo) coincida con el código ASCII de una letra . El ojo humano difícilmente percibirá este cambio de píxeles individuales si la imagen está bien elegida (muchos colores mezclados, un campo con flores, etc.) y será sencillo leer el código que oculta.
Por ejemplo, si tenemos la siguiente fotografía, el píxel señalado tiene un valor RGB de (177,131,13).
Si cambiamos el valor del canal rojo a 72 (=código ASCII de la H), el color de ese píxel cambia a verde. Ampliado 400 veces, se aprecia el verde (primera imagen de abajo) pero dentro de la resolución original (segunda imagen), no se ve.
Si, además, cambiamos el valor del canal verde a "68" y el del canal del azul a "1", el color resultante es muy cercano al original. Ya no es el verde chillón, es un marrón cercano a los colindantes. Pero su valor de rojo es 72, la "H".
Así, en esta foto, está escrita la palabra "HOLA" sin que se aprecie.
Igualmente, pueden incluirse mensajes en un archivo sonoro. Para ello, basta utilizar software de uso libre. Por ejemplo, con Coagula, puede crearse una onda WAV en función de una imagen. Coagula crea una onda sinusoidal (que se escucha como un tono puro) para cada línea de la imagen, alterando la onda sinusoidal en función de los valores de rojo, azul y verde que encuentra en cada píxel.
Basta descargar Coagula, cargar la imagen, clickear en "Sound", luego en "Render image to sound" y grabar el fichero sonoro generado. Los ajustes por defecto pueden servir si no se conoce nada de este programa. Conociéndolos, puede variarse considerablemente el sonido obtenido. el resultado se parece más a ruido que a música.
Una vez creado este fichero sonoro (que contiene el mensaje de texto impreso en la imagen), puede distribuirse y sólo aquel que sea capaz de leer el espectrograma podrá leer el enigma. Una aplicación para ver los espectogramas de un fichero sonoro es, por ejemplo, Sonic Visualizer.
Como que alguien que escuche el extraño sonido podría sospechar que hay algo oculto, puede darse un paso más. Puede añadirse el fichero WAV (ruido) obtenido a otro sonido menos sospechoso, por ejemplo una canción de moda. Con un editor de sonidos, como Audacity, puede modularse la portadora (la canción) con el WAV del mensaje, enmascarándose todavía más el texto.
Bien, y con todos estos elementos, ¿qué podemos hacer en literatura digital? ¿Qué haría un Heródoto moderno?
Algunas ideas:
- Enmascarar párrafos dentro de sonidos o canciones y que estos sean accesibles sólo cuando ocurran ciertas cosas en la narración o cuándo el lector seleccione ciertos enlaces. Por ejemplo, un relato en donde un pianista aficionado, Ferdinand von Elsthem, escribe un diario en el que cuenta su amor extramarital con la duquesa Aurora Schaumberg, affaire que, de saberse, arruinaría su vida y la de su familia. Aún así, no quiere que tal maravilloso amor quede en el olvido y se propone que sea conocido mucho tiempo después, cuando todos estén ya muertos. Así, compone una sonata para piano que lega en herencia al primer tataranieto de su descendencia. Muchas décadas después, Thomas von Elsthem, joven de veintidós años, descubre la partitura de su tatarabuelo entre libros polvorientos abandonados en el desván. Ha recibido lecciones de piano y le ilusiona interpretar una pieza de un antepasado suyo del que nada sabe. Descubrirá mucho más que la música que yace sobre el pentagrama...
- Enmascarar párrafos o narraciones en dibujos. Por ejemplo, la historia de Zarek Nowasky, resistente polaco en el gueto de Varsovia, a finales de 1943. Desde niño fue un buen dibujante y llegó a vender algunos lienzos en la galería Pietrov de Cracovia. La guerra lo destruyó todo. Encerrado entre ruinas, escribe un diario en el que relata los horrores que vive, los nombres de los que se han llevado en los convoyes y los de los oficiales nazis que cometen las atrocidades. Esconde todas esas informaciones en dibujos que realiza en su cuaderno con una caja de pinturas que guardó antes del confinamiento y que esconde como un tesoro. Los lápices de colores se van desgastando y tiene que escribir tanto aún...
- Enmascarar historias en fotografías antiguas. Joaquin Salcedo, periodista en la postguerra española de 1947, va de pueblo en pueblo para narrar noticias anodinas que ensalcen la labor del régimen: inauguraciones de escuelas, fiestas patronales, entrevistar a familias numerosas, visitar casas de protección oficial y explicar lo perfectas que son, este tipo de cosas. Siempre, aderezado con unas cuantas fotos en blanco y negro. No obstante, él ve más, él ve el dolor, la tristeza, las esperanzas no cumplidas de las gentes con las que se cruza. Siendo imposible escribir una crónica sobre ello, decide ocultar esas otras crónicas, las que de verdad él quiere escribir, dentro de las fotografías que toma, con la esperanza de que algún día alguien sea capaz de leerlas y conocer la verdad. Encerrado en el cuarto que le sirve de laboratorio fotográfico, alumbrado por una bombilla roja, retoca los negativos con pequeños puntos de tinta...
Estas historias serían relativamente fáciles de implementar en un relato digital electrónico. El lector no debería, entonces, limitarse a leer lo evidente, lo escrito a primera vista, sino buscar una manera de leer también lo que está oculto, de buscar por Internet el software o la aplicación que le permita acceder al contenido, aprender a usarlo, utilizarlo y leer finalmente la historia oculta. Sin duda, el resultado final sería emocionalmente muy completo porque este "hacer para leer" fijaría la historia permanentemente en el cerebro. Además, se aprendería, como beneficio colateral, a utilizar nuevas herramientas informáticas.
Para más adelante dejamos otra entrada relativa a la esteganografía lingüística computacional.
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