18/7/16

Pokemon Go



Pokemon Go, el nuevo juego de Nintendo, no es literatura digital pero merece una entrada porque aporta una técnica que bien podría aplicarse en literatura digital, la realidad aumentada en escenarios reales.

El juego es gratuito y, en este momento, sólo está disponible en su versión final en los Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y algunos países europeos (entre ellos España desde el pasado día 15) aunque hay versiones betas para otros lugares. El objetivo del mismo es el clásico de los Pokemons, buscar y coleccionar pokemons. Pero, en este caso, los escenarios donde estos muñequitos pueden esconderse no son diseños en pantalla, sino el mundo real. Aprovechando la capacidad de geolocalización de los teléfonos móviles, el usuario va enfocando con la cámara el lugar en donde él se encuentra y la aplicación conoce las coordenadas de dicho lugar sobre la superficie terrestre. Si esa coordenada está en la base de datos, aparece en pantalla, sobre impresionado sobre la escena real, el pokemon que allá se esconde. Y los pokemons pueden esconderse en cualquier lugar, donde los programadores los hayan situado (pueden ser posiciones predeterminadas, o calculadas al azar a medida que se juega), bien sea una playa, el último piso de un rascacielos o en la mitad de un lago (para lo que habrá que tener una canoa para desplazarse hasta allá). Además, hay lugares específicos que los programadores han designado como "gimnasios", en donde pueden "entrenarse" en nuevas habilidades a los pokemons. Ya ha habido incidentes al respecto porque, por ejemplo, las coordenadas de una casa de Massachusetts, en USA, han sido programadas como gimnasio y los propietarios se han encontrado invadidos por una multitud de jugadores que buscan entrenar a sus monigotes. Hay ya también denuncias por haber elegido lugares poco apropiados para un juego como el campo de concentración de Auschwitz (en versiones beta) o la Casa Blanca. En algunas ciudades de Estados Unidos, se ve a mucha gente paseando por parques  o calles, enfocando con su teléfono a los edificios o a los árboles para ver si se les superpone un dibujito que cazar. Una manera como otra cualquiera de pasar el tiempo. Al menos, se hace ejercicio.

La técnica puede servir bien en literatura digital, introduciendo la historia en escenarios reales, haciendo sentir al lector con más intensidad lo que los personajes viven. Podría pensarse, por ejemplo, añadir a la geolocalización, el control del tiempo de modo que un cierto texto, una escena determinada, se pudiera leer solamente de noche. Seguro que leer un capítulo de terror en una calle desierta en medio de una zona poco recomendable de la ciudad, espanta más que hacerlo sentado en un sillón de la sala.









  

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