Hoy.
Ojalá los calendarios no tuvieran esta fecha. Ojala, vientos amigos hubiesen arrancado todas las hojas de todos los calendarios de todos los años de tal día como hoy. Ojala nunca hubiese ocurrido. Los malos duendes de la melancolía, la desesperanza y el dolor rebuscan hoy por los cajones de mi memoria y te evocan. El universo te recuerda. El cosmos llora. Yo lloro. Y las artes de toda la historia confluyen para honrarte cuando llega este día.
Los timbales y las trompetas de Purcell fueron musicados para ti, para ser escuchados en tu honor.
Ojalá los calendarios no tuvieran esta fecha. Ojala, vientos amigos hubiesen arrancado todas las hojas de todos los calendarios de todos los años de tal día como hoy. Ojala nunca hubiese ocurrido. Los malos duendes de la melancolía, la desesperanza y el dolor rebuscan hoy por los cajones de mi memoria y te evocan. El universo te recuerda. El cosmos llora. Yo lloro. Y las artes de toda la historia confluyen para honrarte cuando llega este día.
Los timbales y las trompetas de Purcell fueron musicados para ti, para ser escuchados en tu honor.
Neruda escribió La noche está estrellada y tú no estás conmigo para que yo lo leyera esta noche.
El destino sabía que el Lacrimosa de Mozart fue creado para nosotros.
El grito final de muerte helada de La Boheme era por tí.
y con Machado he aprendido que habría de hacerse Su voluntad contra la mía. Siempre fue así, siempre es así.
La barca rosa de Gabriela Mistral era la tuya, tierna compañera.
Dante ya sabía que serás la Beatriz que me guíe y me salve cuando arribe mi turno.
Te buscaré más allá de las tinieblas, mi dulce Eurídice. Y no miraré atrás.
También yo, como León Osorio, cien veces quise interrogar al cielo pero ante mi desventura el cielo calla.
He sentido el manotazo duro, el golpe helado, el hachazo invisible y homicida que Hernández anunció.
Con Quevedo espero que seas polvo enamorado. Yo lo soy. Siempre lo seré.
Me aferro a los versos de Dylan Thomas: aunque los amantes se pierdan quedará el amor y la muerte no tendrá señorío. Eso sí te lo garantizo.
Y Martí i Pol sabía ya que no tornarás pero que perduras en mí de tal manera que me cuesta imaginarte ausente para siempre.
Sólo anhelo, con Manrique, a que mi río desemboque en tu mismo mar y nuestras aguas se confundan otra vez.
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