El último encuentro (Salamandra, 2007) del húngaro Sándor Márai es una historia que narra el encuentro de dos ancianos que, después de haber sido íntimos amigos en la juventud y tras cuarenta años de separación, acuerdan cenar juntos en el mismo lugar donde se vieron por última vez. La preparación del evento sirve para que Márai recorra con preciosismo el mundo centroeuropeo del siglo XIX cuando el imperio austro húngaro estaba en el cenit. Los recuerdos de toda una vida y de toda una época sirven, simultáneamente, para tejer la trama del relato y para pintar un cuadro vivo, detallado, preciosista y cercano de aquellos días.
Por encima de todo ello surge la verdadera intención del autor cual es reflexionar sobre la amistad y sobre el olvido de la amistad, a tal punto que la novela tiene muchos rasgos de ensayo filosófico. Y nos habla de cómo la tristeza de una amistad rota, rumiada a lo largo de los años, puede convertirse en un resquemor profundo y vengativo. Un rencor cocinado en la propia desdicha más que en las acciones de la otra persona. Sándor Márai sabe expresar con maestría la soledad y la melancolía por tiempos pasados que siempre parece que fueron mejores. Reflexiona sobre la amistad traicionada de manera sosegada, sutil, creando en el lector la intriga atrayente del porqué de esa distancia entre los que otrora fueran tan amigos, sin apurarse, mostrando sólo pequeñas pistas, dejando que el lector se imagine lo que no dice, sugiriéndole escenarios que debe rellenar con su propia fantasía.
Incluso puede verse un cierto tono de moral cristiana en la obra ya que Márai defiende, a través de sus personajes, el valor de la amistad –amor- desinteresada. No porque se espere una recompensa del amigo, sino porque es un amigo. Sin esperar ser correspondidos, incluso dando aún más amistad cuanto menos la recibimos. El propio final ahonda en este escenario porque el escritor se cuida de no juzgar quién obró bien y quién obro mal, aunque los hechos parezcan ser claros al respecto.
Originalmente, el título de la novela fue A la luz de los candelabros y tuvo escaso éxito. Tras cambiarle de nombre y ya fallecido el autor, Márai obtuvo el reconocimiento que esta obra merece.
Por encima de todo ello surge la verdadera intención del autor cual es reflexionar sobre la amistad y sobre el olvido de la amistad, a tal punto que la novela tiene muchos rasgos de ensayo filosófico. Y nos habla de cómo la tristeza de una amistad rota, rumiada a lo largo de los años, puede convertirse en un resquemor profundo y vengativo. Un rencor cocinado en la propia desdicha más que en las acciones de la otra persona. Sándor Márai sabe expresar con maestría la soledad y la melancolía por tiempos pasados que siempre parece que fueron mejores. Reflexiona sobre la amistad traicionada de manera sosegada, sutil, creando en el lector la intriga atrayente del porqué de esa distancia entre los que otrora fueran tan amigos, sin apurarse, mostrando sólo pequeñas pistas, dejando que el lector se imagine lo que no dice, sugiriéndole escenarios que debe rellenar con su propia fantasía.
Incluso puede verse un cierto tono de moral cristiana en la obra ya que Márai defiende, a través de sus personajes, el valor de la amistad –amor- desinteresada. No porque se espere una recompensa del amigo, sino porque es un amigo. Sin esperar ser correspondidos, incluso dando aún más amistad cuanto menos la recibimos. El propio final ahonda en este escenario porque el escritor se cuida de no juzgar quién obró bien y quién obro mal, aunque los hechos parezcan ser claros al respecto.
Originalmente, el título de la novela fue A la luz de los candelabros y tuvo escaso éxito. Tras cambiarle de nombre y ya fallecido el autor, Márai obtuvo el reconocimiento que esta obra merece.
1 comentarios :
este libro me gusta mucho, especialmente la descripción de la vida palaciega imperial
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