19/7/08

El niño con el pijama de rayas


El comentario sobre este libro podría resumirse en una palabra: magnífico.

He leído críticas en que lo califican como libro para niños, como libro ingenuo, ignorante, de prosa plana. No estoy de acuerdo. El niño con el pijama de rayas (Salamandra, 2007), de John Boyne, es una gran historia sobre el holocausto que recuerda la aproximación que también hacía la película La vida es bella de Roberto Benigni. Si, en aquella, a través del humor sentíamos el más profundo de los horrores (un mérito notabilísimo), en esta ocasión es a través de la visión cándida de un niño alemán el cómo llegamos a horrorizarnos. Bruno, el hijo del comandante del campo de exterminio de Auschwitz entabla amistad – a través de la verja del campo de concentración- con un niño judío de su misma edad hasta acabar compartiendo el destino.

No es una historia sólo para niños porque, en todo momento, es precisamente el conocimiento que como adultos tenemos de los hechos reales el que nos hace entender la historia y comprender y compartir lo que el niño ve. Es al contraponer la visión del chiquillo con lo que sabemos, cuando el estómago se nos encoge. Así entedemos cómo pudieron sentirse los millares de niños judíos que tampoco entenderían el mundo de los adultos, pero sí el sufrimiento absurdo. No es necesario más realismo, no es necesario que el niño se percate de lo que realmente sucede. Porque no es una crónica histórica. Lo importante es que, al final, sentimos ese escalofrío y esa conmoción que la crueldad infinita del Holocausto produce y nos hace estar del lado correcto con toda nuestra alma. Y el lograr ese sentimiento es un logro. Boyne no precisa enfrentarnos directamente con escenas desgarradoras y asesinas para que nos emocionemos. Con una prosa sencilla (filtrada por la visión del mundo del niño) y realista, sin estrambotes, consigue mostrarnos realmente la barbarie.

¿Y no es acaso la ingenuidad, candidez, estupidez de Bruno, que no se entera de la realidad, una metáfora de la estupidez, ingenuidad o cinismo de toda una sociedad que tampoco quiso enterarse de lo que ocurría?

1 comentarios :

Anónimo dijo...

a mí me gustó mucho y lo leí de un tirón