On the Life of Man, de Ingrid Ankerson es una recreación visual de un poema de Sir Walter Raleigh, un poema del siglo XVI hecho contemporáneo mediante el añadido de movimiento, sonido tribal y control del tiempo a medida que los versos van apareciendo en pantalla. Programado en Flash, no tiene interactividad.
30/4/14
29/4/14
Lo grande, lo pequeño y la mente humana
Lo grande, lo pequeño y la mente humana, (Cambridge U.P., 1999) de Roger Penrose (una biografía más resumida pero en español, en este enlace) es un libro de divulgación que requiere una lectura muy pausada y, además, tener una cierta base en física y matemática porque, de otro modo, sólo la terminología utilizada hará muy complicado entender los conceptos. Que sea una obra divulgativa no implica que, desgraciadamente, esté al alcance de cualquiera.
Penrose no es un físico al uso. Ha trabajado con otros grandes físicos actuales como Hawking, mereció el prestigioso premio Wolf de Física en 1988, es profesor de prestigiosas universidades, matemático, filósofo, experto en relatividad y cosmología, proponente de teorías rompedoras y partícipe en descubrimientos importantes, el último de los cuales se ha dado en enero de este mismo año: la vibración cuántica de los microtúbulos celulares, junto a Hameroff. Pero si todo ello no fuera suficiente, Penrose es además un físico controvertido por su estudio de la consciencia y de su relación con la mecánica cuántica, la posibilidad de que la conciencia humana tenga una base más allá de la física que hoy conocemos. Unas ideas que abrirían puertas a compaginar física y mente, quizá religión (aunque Penrose se define como ateo) y que hoy por hoy no constituyen el mainstream de la mayoría de la comunidad científica.
En Lo grande, lo pequeño y la mente humana , Penrose pasa revista tanto a las leyes de la física que rigen las grandes estructuras (el universo) como a lo muy pequeño, los átomos para, a continuación, adentrarse en el resbaladizo campo de si de estas inanimadas leyes pueden surgir la consciencia humana, el pensamiento y las manifestaciones artísticas. Es un aproximación científica, abierta, ya que Penrose incluye incluso debates al respecto con detractores de tales ideas como Hawking, Cartwright y Shimony.
Un libro para leer con la mente abierta, con el valor intelectual de cuestionarse todo, creyendo en el poder de la ciencia pero sin idolatrar el conocimiento existente porque lo que es seguro es que llegarán nuevos conocimientos que desmonten los que ahora consideramos como verdades incuestionables.
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Lecturas
28/4/14
Tetra
Tetra, de Daniel Ruiz es un pequeño trabajo digital, un poema interactivo en el que la lectura sólo es posible cuando el lector interactúa con la pantalla aunque esta simbiosis sea sólo el mover unos puntos de color por el lienzo. A medida que esto se realiza, van apareciendo los versos. Ni que decir tiene que el resultado final depende del orden en que se muevan dichos enlaces. Por lo demás, la estética es naif. Escrito en catalán.
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Literatura digital
27/4/14
La berlina de Prim
La berlina de Prim ( Planeta, 2012), de
Ian Gibson, es una novela publicitada como histórica pero que acaba siendo una
crónica política, de viajes y de costumbres de la España de finales del siglo
XIX. El estilo es policiaco, con un protagonista imaginario, el periodista Patrick
Boyd (supuesto hijo ilegítimo del irlandés Robert Boyd que financió a los
liberales frente a Fernando VII, luchando incluso con ellos por lo que acabó siendo
fusilado en Málaga en 1831 junto a Torrijos) que va encontrándose con diversos personajes,
unos históricos y otros ficticios, que le dan informaciones y pistas sobre el
asesinato del general Prim ocurrido el 27 de diciembre de 1870, pocos años
antes de que la I República española llegara a su fin. En este contexto, la
trama detectivesca encalla porque, de facto, jamás se esclareció el crimen y
tampoco Gibson pretende saber quiénes fueron los culpables. Así, los diferentes
datos, los muchos documentos, las sospechas, las referencias, los diferentes
hilos argumentales quedan deslavazados, sin conjuntar, apenas esbozados, pareciendo
la novela más un catálogo de informaciones sueltas que una trama hilada con un
fin. Como no podía ser de otra manera, y dado que no hay solución al enigma
histórico, el final de la novela es un tanto forzado aunque ahonda en el
misterio que envolvió el magnicidio, dejando más interrogantes que respuestas.
Como crónica de viajes y costumbres, Gibson realiza un
minucioso trabajo descriptivo de la atmósfera social y política de aquella época
en Madrid y el suroeste de Andalucía, basado en un importante esfuerzo de
documentación que logra un buen dibujo del maremágnum que supusieron aquellos
años en una España plagada de facciones políticas, en que todos parecían estar
contra todos. A veces puede parecer excesivamente prolijo porque el lector está
esperando que prosiga la trama histórica y policiaca pero esta, como se ha
señalado, no puede realmente avanzar porque el crimen jamás se aclaró ni hubo
interés en aclararlo. Es entonces cuando La berlina de Prim
se va demasiado por las ramas, hace excesivas regresiones (con apuntes que
vuelven hasta los Reyes Católicos). La novela está poblada por numerosos
personajes, con una España algo estereotipada en ocasiones y una prosa que se
recrea en palabras que describen plantas y animales, así como utensilios, vehículos
y elementos que ya han dejado de existir (por cierto, la denominación de “galerín”
de un tipo de carruaje – entiendo que como diminutivo de galera- yo no la
conozco ni he logrado encontrarla en el diccionario), insistiendo en incorporar
a la novela muchos datos y hechos de manera un tanto forzada. Paralelamente, una
historia de amor adúltero completa la necesaria dosis de sentimientos.
Con esta novela, Gibson ganó la XVII Edición del Premio
Fernando Lara de Novela 2012.
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Lecturas
Libro de relatos Santoña la mar
El pasado día 24 se presentó en la Casa de Cultura de Santoña, el libro de relatos Santoña... la mar que acaba de ser publicado y que recoge cinco relatos, entre los que se encuentra uno escrito por mi: Los días de bruma en el puerto de Hashimoto.
El acto de presentación estuvo presidido por la alcaldesa de Santoña, Sra. Milagros Rozadilla.
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Publicaciones y galardones
26/4/14
Premios en Literatura Digital
Se anuncian dos premios en el campo de la literatura digital, promocionados por la Electronic Literature Organization (ELO). El primero de ellos es el The N. Katherine Hayles Award for Criticism of Electronic Literature que se otorga al mejor texto crítico que verse sobre literatura digital y está dotado con 1000 dólares de premio. Hasta el 10 de mayo pueden proponerse nominaciones. Por otro lado, se convoca el The Robert Coover Award for a Work of Electronic Literature a la mejor obra de literatura digital presentada a este segundo concurso que también está dotado con 1000 euros. El 10 de mayo es, asimismo, la fecha límite para presentar obras.
Para más información sobre ambos certámenes, puede consultarse este enlace.
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Literatura digital
24/4/14
Letter to an Unknown Soldier
Letter to an Unknown Soldier es un proyecto de escritura colaborativa digital puesto en marcha por Kate Pullinger y Neil Bartlett que imaginará lo qué podría decir la carta que el desconocido soldado, inmortalizado en metal en la Paddington Station de Londres, está leyendo. Un conjunto de correspondencia creado por miles de personas que se convertirá en un memorial a todos aquellos que murieron en la horrenda primera guerra mundial, de la que este año se conmemoran los cien años de su comienzo.
Hasta finales de Abril, aquellos que quieran participar podrán inscribirse. A partir de mayo podrán ya enviarse las cartas y el 28 de junio se inaugurará una web donde se publicarán todas las cartas recibidas. Precisamente, en esa fecha - pero en 1914- fue asesinado el archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, suceso que originaría la gran guerra cuando, tras un mes de tensiones y ultimátums, el imperio austrohúngaro declaró la guerra a Serbia el 28 de julio, un mes después.
Todo aquel que desee inscribirse puede acceder a la página de este enlace.
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Literatura digital
23/4/14
Por San Jordi
En aquellos años, aún podían encontrarse pueblos a los que
el futuro no había llegado en forma de sucursales bancarias, cadenas de
supermercados y polideportivos subvencionados con fondos europeos. A uno de
ellos llegué yo en un autobús renqueante tras dos transbordos y seis horas de
trayecto, la camisa empapada de sudor, hambriento, sediento y deseando
instalarme cuanto antes.
Era agosto y me disponía a tomar posesión de la plaza de maestro que me habían adjudicado. Recién licenciado, había debido conformarme con lo que otros con más méritos, experiencia y puntuación habían rechazado. Se trataba de una de esas escuelas unitarias, con una sola clase a la que asistían desde niños de cinco años a muchachos de doce que luego se irían al instituto en la cabecera de la comarca. No debían ser muchos los alumnos, por lo que me habían dicho. Quince o veinte. Las clases comenzaban a primeros de septiembre pero había adelantado mi venida para acostumbrarme al lugar, limpiar la casona que le dejaban gratis al maestro y tomar contacto con las personas que me habían indicado.
Era agosto y me disponía a tomar posesión de la plaza de maestro que me habían adjudicado. Recién licenciado, había debido conformarme con lo que otros con más méritos, experiencia y puntuación habían rechazado. Se trataba de una de esas escuelas unitarias, con una sola clase a la que asistían desde niños de cinco años a muchachos de doce que luego se irían al instituto en la cabecera de la comarca. No debían ser muchos los alumnos, por lo que me habían dicho. Quince o veinte. Las clases comenzaban a primeros de septiembre pero había adelantado mi venida para acostumbrarme al lugar, limpiar la casona que le dejaban gratis al maestro y tomar contacto con las personas que me habían indicado.
Me esperaba Sergi Torres, el alcalde, un tipo de no muchas
palabras pero amable, que, tras ayudarme con las maletas, me hizo subir a un
carro tirado por un percherón grandote y tranquilo. Resultó que la casa y la
escuela se hallaban a casi un par de kilómetros del pueblo, en medio de un campo
llano y agostado por el calor.
-
No te preocupes- me dijo- en media hora, uno
está en el centro y, de todos modos, tampoco hay mucho que hacer aquí. Comprar
en la tienda de Rosario, la partida de chinchón o ver la tele en la taberna y
el baile en la plaza durante las fiestas.
Aunque estaba preparado para todo, me abandonó el ánimo
cuando llegué. Tanto el barracón que hacía de escuela como mi futuro hogar eran
modelos de austeridad, con los mínimos enseres. La clase contenía apenas unos
pupitres de madera, de un modelo que ya era viejo cuando yo eran niño, una
pizarra y unos cuántos mapas pegados por las paredes. Ingenuo, pregunté:
-
¿Hay algún despacho? ¿Biblioteca? ¿Servicios?
Sergi me miró con asombro.
-
Hijo- me contestó- que esto no es la capital.
Somos casi una aldea, olvidada por los políticos, sin las comodidades de los
pueblos grandes y centrados en nuestros cultivos y a los viveros de flores. Si
tienes que arreglar asuntos con el banco, hay que irse a San Martí. El médico
pasa un par de veces por semana si todo va bien. Para las urgencias, hay un
teléfono en la alcaldía. El autobús viene los lunes y los jueves. El tren hay
que cogerlo en la capital, las medicinas hay que comprarlas en la farmacia de
San Martí.
Tardé en contestar. De hecho, no debería estar sorprendido
porque por entonces aún eran muchos los pueblos abandonados por la historia.
-
Haremos lo que podamos – sonreí.
-
Ya que lo has preguntado, tenemos una biblioteca
móvil que manda la Diputación. Pasa cada mes.
-
Algo es algo- dije, ofreciéndole la mano al
alcalde.- Muchas gracias.
Los días siguientes trabajé duro. Arreglé la casa a mi
gusto, limpié la escuela con la ayuda de dos mujeres del pueblo y le pedí a
Rosario que me encargara un buen paquete de cartulinas y pinturas que llegaron
unos días después y con las que comencé a preparar carteles y actividades. Lo
cierto es que la vida era plácida y agradable. Muchos mediodías caminaba hasta
la taberna donde me comía un buen filete con patatas. Pronto hice amigos y como
siempre he sido bastante hábil con los naipes, era bien solicitado como pareja
en las partidas vespertinas. Congenié bien con el alcalde, con Mateo que tenía
unos viveros de rosas preciosas y con Josep que se dedicaba a la fruta.
Casi ya en septiembre, una mañana estaba saliendo de la tienda
a donde había acudido para comprar algo de comida, cuando una voz a mi espalda
me sorprendió.
-
Hola, ¿Eres Jaume?
Me volví y casi se me caen las bolsas. Era una mujer
preciosa, alta, con un pelo castaño recogido en coleta, un vestido azul claro
que realzaba su figura y una sonrisa que haría temblar a cualquier hombre. Tendría
mi misma edad pero parecía más madura, sensata, inteligente, una mujer
admirable nada más verla.
-
Sí,… - balbuceé torpemente.
-
Hola, soy Alba- me ofreció su mano-. Llevo la
biblioteca.
Me di cuenta entonces. Aparcado al borde de la plaza, había
un pequeño autobús adecentado como biblioteca móvil. Uno de sus laterales
estaba abierto como si de un escaparate se tratara y dentro se podían ver
varias estanterías con libros. Recordé que ya me lo había avisado el alcalde.
-
Ah, sí- reaccioné por fin, estrechando su mano y
sonriendo mientras me preguntaba cómo una mujer podía ser tan hermosa- ¿De la
Diputación, verdad?
-
Eso es. Veo que ya te han hablado de mí.
-
Bueno, yo esperaba un funcionario adusto y
amargado- bromeé.
-
Pues ni funcionaria soy- replicó ella- … interina,
sólo interina.
La invité a comer a casa. Llevaba la compra en las manos y,
aparte de que me apetecía mucho saber más de aquella muchacha, debíamos charlar
profesionalmente porque necesitaba su ayuda para mis clases. Precisaba que me
trajera y prestara ciertos libros que yo le iría devolviendo a medida que el
curso avanzara. Además, al ser un aula unitaria, iba a necesitar distintos
volúmenes para poder adaptarme a las diferentes edades de los alumnos.
-
Oye, eres el primer maestro que conozco que sabe
cocinar- me dijo cuando ya habíamos terminado la comida y compartíamos una copa
de vino blanco en el porche de la casa.
-
Un regalo del servicio militar- aclaré-, me lo
pase pelando patatas.
-
¿Piensas quedarte mucho por aquí? La mayoría de
los profesores buscan enseguida el traslado.
-
Ya veremos cómo va el curso. No te voy a negar que
esperaba algo más cuando terminé Magisterio pero aquí la gente es encantadora,
se vive plácidamente y no me falta de nada. Soy de fácil contentar.
Acordamos que yo le haría una lista de los libros que iba a
necesitar y que se la enviaría por correo. Ella visitaba el pueblo cada mes.
Había sacado el carnet de conducir de clase C1 con la ayuda de un hermano suyo
que era camionero y como hablaba algo de francés, le habían dado el puesto. Se
pasaba media vida conduciendo por malos caminos.
-
A veces, cuesta – bajó la vista-, en invierno
cuando nieva o cuando estoy muy cansada y la noche cae pronto en invierno.
Pero, ¿sabes?, merece la pena. Merece la pena ver la ilusión de los chicos o el
interés de los mayores cuando llego a todos esos pueblos y abro la persiana del
minibús. Las filas que se forman para coger libros son el mejor regalo.
Alba llevaba toda la administración manualmente, con unas
fichas que ella misma había diseñado y en las que pacientemente apuntaba cada
préstamo, la fecha de entrega, la fecha en que debían devolverse el volumen y
el estado de cada libro. Ella los forraba si era necesario y negociaba con la
Diputación la compra o reposición cada año. Conocía a los varios cientos de
vecinos de los pueblos que visitaba por su nombre y se interesaba por sus
gustos. Ellos agradecían que les aconsejara qué leer y al tenían por una más
del pueblo, de cada pueblo.
-
Esto no durará mucho- me dijo-, un día u otro
arreglarán las carreteras, pondrán bibliotecas, consultorios médicos, la
modernidad se infiltrará … como debe ser, ¿no?
-
Sí, como debe ser- asentí pero un sentimiento de
pesar me inundó por dentro al decirlo. En verdad, el pueblo debía progresar
pero si eso significaba que aquella mujer no iba a venir cada mes, prefería que
la historia se congelara en la Edad Media.
Las clases me satisfacían. Los alumnos eran excelentes y
estaba seguro que algunos de ellos podrían hacer un gran papel en el instituto
y, quién sabe, en la universidad. Logré en poco tiempo llevar a cabo mis planes
docentes, simultaneando el avance tan dispar de los niños y niñas, con sus
diferentes edades y sus diversos intereses. Ya era uno más del pueblo y, aunque
no me daba cuenta de ello, no tenía intención alguna de marcharme ni de buscar
plaza en alguna ciudad.
Las visitas de Alba, cada mes, fueron convirtiéndose en una
fecha que yo esperaba con ansia. Comíamos juntos y pasábamos la tarde charlando
de todo, de nuestras vidas, de nuestros anhelos, de los sueños no cumplidos y
de nuestras cuitas. Por alguna razón incomprensible, parecía como si nos
conociéramos de siempre, como si hubiéramos sido amigos desde niños, tal era la
confianza que nos tomamos en tan poco tiempo.
Fui consciente de que aquello, al menos por mi parte, era
mucho más que amistad en febrero cuando una nieve espesa y persistente había
hecho desaparecer el camino y las comunicaciones quedaron cortadas durante varios
días. Suspendimos las clases durante la semana para evitar a los niños el que se
desplazaran hasta la escuela pero me encargué personalmente de ponerles un buen
montón de deberes. Estaba seguro que ella no podría venir y sentía una
nostalgia que me asustaba. Había ido hasta la taberna para ver las noticias en
la televisión y charlar un poco con los amigos. Con botas de montaña, un pesado
abrigo y un gorro que me cubría las orejas parecía más un explorador ártico que
un maestro. Salía ya de regreso hacia casa, antes de que volviera a nevar,
cuando me sobresalté al escuchar el claxon del minibús. Las luces mortecinas de
los focos aparecieron al final de la carretera y me asusté como si hubiera
enloquecido. ¿Qué hacía Alba arriesgándose a venir con aquel tiempo? Loca,
loca, loca, le grité en silencio mientras el autobús se acercaba a muy baja
velocidad y yo me daba cuenta que en el corazón se me mezclaban el miedo porque
pudiera tener un accidente con el ansia de abrazarla. La esperé parado en medio
de la plaza, los brazos caídos, haciéndoseme eternos aquellos últimos metros.
-
¡Loca!, ¡Estás loca! ¿Pero cómo se te ocurre
arriesgarte así en ese cacharro? – le grité.
-
¡Hombres!- estaba sonriente, su nariz roja por
el frío, sus ojos llenos de vida y de vitalidad- Por cualquier cosilla os
amedrentáis. Esto es un servicio público y se cumple con independencia del
clima.
Fue instintivo. Me acerqué y la estreché entre mis brazos.
Contuve mis ansias de besarla, de comerla a besos, de decirle que nunca más me
diera estos sustos, que yo quería velar por ella hasta el fin de los tiempos.
Sólo la abracé, la estreché fuerte con mis manos y más fuerte todavía con mi
corazón que estaba desbocado. Ella no dijo nada, pero devolvió el abrazo.
-
Dormiré con Rosario. Ya quedamos así el otro día
por teléfono- me dijo, y sentí una gran decepción porque ya la había imaginado
durmiendo en mi casa.
Fueron dos días maravillosos hasta que el sol calentó lo
suficiente como para derretir la nieve y el camino se despejó. Sin clases,
pasamos los días juntos, charlando. Me despertaba antes del amanecer y hacía el
camino hasta el pueblo corriendo para desayunar con ella. Regresaba a media
noche, con una linterna grandota que me había dejado Fran, el hermano de
Mateo.
-
Estás atontado, muchacho. O se lo dices o te va
a dar un pasmo- me dijo mientras me palmeaba la espalda- que se te ve en los
ojos. Cortito, que eres cortito.
Pero no fui capaz de decírselo ni ella habló tampoco. ¿Cómo
decirle a una mujer que uno se ha enamorado locamente, radicalmente? ¿Cómo
decirle que darías la vida por ella, que la deseas, que quieres morirte a su
lado, que quieres desnudarla y no levantarte nunca más de la cama común, que la
única voz que deseas escuchar es la de ella? ¿Cómo?
-
¿Volverás? – le dije la mañana que ya marchaba.
-
Sabes que sí, sabes que sí- y me acarició la
mejilla con ternura.
Me sentí idiota. Me quedé pasmado, sin hacer ni un gesto,
viendo cómo el vehículo se alejaba, sintiendo la mirada de mis amigos que me
decían sin palabras lo imbécil que era, que me decían que moviera las piernas,
que corriera tras aquel maldito autobús que se la llevaba lejos por tantos días.
Pero no hice nada, sólo me quedé petrificado.
-
¡Mateo, Mateo! – entré gritando en el bar, al
día siguiente.
-
¿Qué diantres de pasa? – todos me miraron.
-
Necesito tu ayuda, por mi madre que necesito que
me ayudes.
-
Bueno, si esta en mi mano… - me miró con
extrañeza- ¿estás bien?
-
Estoy maravillosamente bien, pero necesito tu
ayuda. – contesté con entusiasmo.
-
Venga, ven, sentémonos y me lo cuentas.
Pedí dos cafés y una torrija para cada uno. Me senté frente
a él como si fuera a desvelarle el secreto de la gran pirámide y le expliqué mi
plan.
-
No sé si arraigarán… no es la época – me contestó.
-
Pero se puede intentar, ¿no? Tenemos dos meses.
-
Sí, claro, y con suerte sobrevivirán el
cincuenta por ciento.
-
Te pagaré- aunque, pensé, que con mi exiguo
sueldo necesitaría varios años.
-
Bueno, eso ya lo arreglaremos. ¡Joder, con lo
fácil que es decirlo! Sois complicados los de ciudad.
Fueron semanas de trabajo duro y gracias a Dios que Mateo,
con cierto regocijo, me ayudó porque yo solo nunca podría haberlo hecho.
Removimos una gran zona de terreno enfrente de mi casa y aireamos la tierra.
Luego, fuimos trasplantando los arbustos y acolchamos el suelo con hojas y
tierra vieja.
-
Hay que cubrirlos con los plásticos, que esto se
parezca lo más posible al invernadero - decía Mateo- y luego encomiéndate a todos
los santos para que no caiga otra helada.
Cuando Alba regresó en marzo, me hice el escurridizo. Si la
veía antes, lo estropearía todo. Me inventé que tenía una reunión en Barcelona
y mis amigos así se lo hicieron creer. Afortunadamente, para entonces, ya medio
pueblo estaba conchabado conmigo y yo me había convertido en la comidilla
jocosa de todos, que me ayudaban de buena gana a cambio de burlarse de mí cada
noche y de tener que invitar a café y bollos un día sí y otro también.
-
¿Se lo has dicho? – asalté a Sergi en cuanto el
autobús se marchó.
-
¡Anda, se me ha olvidado! – me dijo.
-
¡No jodas!- grité.
-
¡Que no, chaval!, que no… tú vete preparando el
jardín- se echó a reír y se pidió un carajillo – Paga este.
-
Menos mal- suspiré, al tiempo que soltaba el
dinero.
-
Vendrá el día de San Jordi. Le ha parecido buena
idea que el alcalde se haya percatado de la fecha. Es que por algo soy alcalde-
volvió a reírse.
-
Te debo una, pero te juro que me pagarás el
susto- le contesté.
Aquel mes fue el de más larga espera de mi vida. Cada día y
cada noche vigilaba el jardín y Mateo se pasaba los martes y los viernes para comprobar que todo iba bien.
-
¿No pasará nada, verdad? – le atosigaba con
preguntas sin que él pudiera hacer más de lo que ya hacía tan
desinteresadamente.
-
Tú, cada noche, reza a la Moreneta para que no
hiele, que todavía es abril y nunca se sabe.
Llegó el veintitrés de abril. Aquella mañana estaba ya
despierto mucho antes del amanecer. El cielo estaba lleno de estrellas y la
temperatura era agradable. Iba a ser un día azul, hermoso. No pude sino dar
gracias al cielo. Antes de asearme, salí al jardín y retiré con cuidado todos
los toldos. Luego, intenté desayunar y me esforcé en tragar algo para no
desfallecer cuando llegara el momento. La mañana pasó lenta, como si el tiempo
se estuviera divirtiendo a mi costa, viendo cómo me desesperaba con la espera y
la inquietud.
-
Con lo fácil que es decírselo sin más- repetía
Mateo mientras echaba una última ojeada al jardín- qué jodidos sois los de la
ciudad.
A las once más o menos, escuché el ruido del motor. En mi
interior di las gracias a Sergi que, una vez más, había engañado a la chica
para favorecerme.
-
Aparcas cerca de la escuela. Como es San Jordi,
así a los chavales les contamos la tradición. ¿te parece?- le había mentido
porque no hacía falta explicar a nadie lo que todos sabían desde siempre.
Yo había hecho que los niños salieran a la puerta y le
saludaran con las manos en alto para que ella centrara su atención en ellos y
no mirara hacia mi casa. Yo también saludé y ella respondió haciendo sonar el
claxon un par de veces.
-
Me alegro de verte – le dije con la mejor de mis
sonrisas.
-
Bueno, el mes pasado me dejaste plantada- me
respondió, pero no sentí acritud en sus palabras.
-
Ya, lo siento… es que estuve ocupado…
-
Sí, una reunión, ya me lo dijeron.
-
Anda, abre el bus- le pedí – todos estamos
deseando ver los libros. Hoy es San Jordi- dije.
Ella se volvió y en un instante abrió el portalón lateral
dejando a la vista todos los nuevos títulos que traía.
-
Mirad, hay muchos libros nuevos. Hemos recibido
dinero de la Diputación por San Jordi y traigo muchas novedades.
Azuzados por mis instrucciones, los chiquillos se
abalanzaron sobre el muestrario. Yo aproveché para tomar del brazo a Alba y alejarla
unos pasos.
-
¿No me has traído un libro de regalo?- le
pregunté mirándola a los ojos.
-
¿Debería? – sonrío, mientras yo sentía que mi
corazón chocaba contra mi pecho.
-
No sé. ¿Qué piensas tú?
Tardó unos segundos en contestar, haciéndome sufrir. Sentí
sus ojos hermosos recorriendo mi cara, estudiando mi expresión.
-
Pienso que sí. Aquí está- y sacó de su bolso un
pequeño paquete. Me sonrió con toda la ternura del mundo- ¿Y mi rosa?
La tomé por la cintura y la hice girarse hacia el jardín de
mi casa. El centenar de rosales que Mateo y yo habíamos trasplantado desde el vivero
se asemejaban a un mar de flores. El jardín estaba hermoso, con las rosas
abiertas, rojas, vibrantes, reluciendo bajo el sol y el azul del cielo. Una
ligera brisa las mecía como también lo hacía con el cabello de Alba. Miles de
rosas se movían frente a la mujer que amaba, la atmósfera henchida de
fragancias, un océano de pétalos dibujando arabescos de color frente a ella.
-
Una sola no te hace honor, un millón de ellas
quizá.
Agarré su mano, la hice volverse hacia mí y la besé. Los
chiquillos reían mirándonos de reojo.
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Relatos breves
22/4/14
Glossi
Glossi es un programa on-line para componer y publicar revistas digitales. Es preciso registrarse. El sistema permite añadir textos e imágenes, disponiendo de modelos de maquetación que pueden usarse de una manera bastante sencilla. Evidentemente, el editor de textos dispone de opciones para variar la fuente, el tamaño y el estilo. Asimismo, permite añadir enlaces al propio documento o a otras páginas en la red. La publicación visualiza la revista con paso de página aunque este efecto es bastante burdo en comparación con otros programas.
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Literatura digital
21/4/14
La casa de hojas: Literatura de culto
Mañana, se celebra el coloquio La casa de hojas: Literatura de culto en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, dentro de Kosmópolis 2014. Moderado por Javier Blánquez, se dialogará con Mark Z. Danielewski, el autor de La casa de las hojas, una novela icónica en literatura experimental.
El evento será a las siete y media de la tarde y la entrada cuesta tres euros.
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Literatura digital
20/4/14
Ilib Shakespeare
Ilib Shakespeare (The Perturbed Sonnet Project) es un mash-up social que crea sonetos shakesperianos a partir de las entradas colaborativas de los usuarios. Al lector se le propone que introduzca una palabra que rime fonéticamente con otra y, a partir de ahí, el algoritmo re-escribe el soneto manteniendo su solidez estructural y usando otras rimas introducidas anteriormente por otros lectores. Es decir, la reescritura del soneto se da en parte por nuestra propuesta y en parte por todas las propuestas anteriores introducidas por otros participantes. Evidentemente, el resultado poético - dadaísta lo llama el programa- no alcanza las alturas de Shakespeare y esto, amén de indicar cuán complicado es generar texto automático de calidad, demuestra la altura lírica del escritor.
En cualquier caso, uno se divierte jugando a competir con Shakespeare y, quién sabe, quizá tras unos cuantos miles de intentos logremos un soneto que pueda compararse a los de aquel.
Se trata de un trabajo de Scot Gresham Lancaster y Tim Perkis por encargo de la New Radio and Performing Arts Inc.
Una prueba hecha por mí. Al arrancar la aplicación, esta me pidió que propusiera una rima fonética con summer a lo que respondí con la palabra glummer. El resultado fue:
Soneto original
Shall I compare thee to a summer's day?
Thou art more lovely and more temperate:
Rough winds do shake the darling buds of May,
And summer's lease hath all too short a date:
Sometime too hot the eye of heaven shines,
And often is his gold complexion dimm'd;
And every fair from fair sometime declines,
By chance, or nature's changing course, untrimm'd;
But thy eternal summer shall not fade
Nor lose possession of that fair thou ow'st;
Nor shall Death brag thou wander'st in his shade,
When in eternal lines to time thou grow'st;
So long as men can breathe or eyes can see,
So long lives this, and this gives life to thee.
Thou art more lovely and more temperate:
Rough winds do shake the darling buds of May,
And summer's lease hath all too short a date:
Sometime too hot the eye of heaven shines,
And often is his gold complexion dimm'd;
And every fair from fair sometime declines,
By chance, or nature's changing course, untrimm'd;
But thy eternal summer shall not fade
Nor lose possession of that fair thou ow'st;
Nor shall Death brag thou wander'st in his shade,
When in eternal lines to time thou grow'st;
So long as men can breathe or eyes can see,
So long lives this, and this gives life to thee.
Soneto generado
Shall I compare thee to a donkeys bray?
Thou art more lovely and more accelerate:
who wins do fake the elmer fuds of Ugly git,
And drummer's niece hath all You thought a substantiate!:
Sometime deadly shot the shy of seven hermines,
And often is his gold complexion dimm'd;
And hair from bear oftentime reclines,
By plants, or iLib's drunken horse, bedimmed;
But referral glummer get laid
Nor liberession of cat hair thou ow'st;
Nor With meth nag tallest in his shade,
When in immortal crimes to time meow knowest;
So long as Joyce can seethe! or drives a manatee,
So long little miss, and it lives life to thee.
Thou art more lovely and more accelerate:
who wins do fake the elmer fuds of Ugly git,
And drummer's niece hath all You thought a substantiate!:
Sometime deadly shot the shy of seven hermines,
And often is his gold complexion dimm'd;
And hair from bear oftentime reclines,
By plants, or iLib's drunken horse, bedimmed;
But referral glummer get laid
Nor liberession of cat hair thou ow'st;
Nor With meth nag tallest in his shade,
When in immortal crimes to time meow knowest;
So long as Joyce can seethe! or drives a manatee,
So long little miss, and it lives life to thee.
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Literatura digital
19/4/14
Orange Sweatshirt
Orange Sweatshirt, de David Devanny es un juego poético, un generador de versos en el que el usuario dispone de varios métodos como modificar dónde se separan las frases, cambiar palabras, borrar otras, aumentar el número de adjetivos, incidir en el erotismo, etc. y, a medida que el lector juega con esos controles, los versos se van modificando en tiempo real.
Está programado en HTML y su uso es intuitivo y sencillo, siendo los resultados literarios , como en casi todos los sistemas de generación automática de texto, no muy brillantes.
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Literatura digital
18/4/14
Este tiempo en que les añoramos tanto
Sólo la esperanza del retorno se constituye en bálsamo del
dolor de la ausencia. Un anhelo radical, hermosamente vengativo de victoria
sobre la muerte. Todo lo que no suponga la vuelta completa del ser amado, de su
cuerpo, de su abrazo, de su piel cálida es baladí, es insuficiente. No queremos
que regresen luces sutiles e ingrávidas, espíritus volátiles y perfectos, liras
y laúdes mágicos sonando con acordes blanditos y celestiales. Menos queremos aún
que no haya nada, que la tierra lo consuma todo y las cenizas y los recuerdos se hundan en el
mar. No. Lo que anhelamos es el reencuentro con la carne imperfecta de los que
amamos, con esos cuerpos que lo eran todo, asirnos a sus manos, mirarnos en sus
ojos, escuchar su voz, jugar con su cabello y dormirnos abrazados a su cintura, poder
tocar sus llagas, meter nuestros dedos en la herida del costado, limpiar la
sangre seca que hirió a los seres que se nos fueron. Queremos retornar al lugar
exacto en donde nos separamos. Nos lo han leído tantas veces que se nos ha
convertido en una cantinela vacua sin serlo. El evangelio de San Juan empieza
en un jardín, el de Getsemaní, que se sumerge en la sombras de la amargura y la
injusticia. Pero, cuando ya todo parece perdido para siempre, absorbido por las
tinieblas, por los lamentos, por la congoja del tiempo perdido, surge la luz, la
vida nueva, justamente en otro jardín, el de Nicodemo. Aquí lo dejamos, aquí nos volvemos a encontrar; aquí
nos arrancaron nuestra alma, aquí vencemos. Se
recomponen el cuerpo, el jardín, la vida, el hermoso escalofrío de las manos
en contacto. Es un “como decíamos ayer” en el que el tiempo de penalidades
transcurrido ha servido para entender cuánto apreciábamos a nuestros muertos,
cuánto los amamos, qué poco se lo dijimos, cuánto los necesitamos. Para saber
que ahora nada nos separará ya de ellos.
En estos días en que las calles se llenan de ceroferarios, de capirotes, de cíngulos, de cruces de guía y cirineos, de gólgotas y centuriones, de melancolía y nostalgia, es el amor ausente el que nos llama a seguir esperando. Es el saber que hemos cerrado una puerta sólo para abrir otra, que hemos dejado el jardín sólo para regresar a él, que el viernes santo pasará, que la noche acaba y que el domingo de gloria está al caer, justo tras la madrugá que ya se viste de carmines, justo tras este tiempo en que les añoramos tanto.
En estos días en que las calles se llenan de ceroferarios, de capirotes, de cíngulos, de cruces de guía y cirineos, de gólgotas y centuriones, de melancolía y nostalgia, es el amor ausente el que nos llama a seguir esperando. Es el saber que hemos cerrado una puerta sólo para abrir otra, que hemos dejado el jardín sólo para regresar a él, que el viernes santo pasará, que la noche acaba y que el domingo de gloria está al caer, justo tras la madrugá que ya se viste de carmines, justo tras este tiempo en que les añoramos tanto.
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Relatos breves
16/4/14
Mémoire involontaire
Mémoire involontaire, de Braxton Soderman es un poema mutante que cambia las palabras cada segundo, constituyéndose en una metáfora de la fragilidad de la memoria. Creemos que hemos leído algo cuando, en realidad, hemos leído otra cosa.
La mutación no es arbitraria. El programa utiliza una base de datos lingüística, la RiTa.Worldnet, cuyas palabras son relacionadas entre sí usando criterios conceptuales y semánticos. Así, los cambios son más naturales, más "lógicos" ante en el lector, puede efectivamente parecer que hemos podido equivocar nuestro recuerdo de la lectura. Para intensificar la sensación del paso del tiempo, hay sonidos de campanas de reloj.
El interface es austero y libre de todo artificio visual. Tan sólo vemos las palabras y su evolución, casi darwiniana, en pantalla.
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Literatura digital
15/4/14
Hivitae
Hivitae es una iniciativa de ocho empresas de Jaén para crear una plataforma de autobiografías que pueda ser utilizada de manera sencilla y segura por cualquier persona. El objetivo es que todo aquel que desee organizar y escribir sus memorias y recuerdos (imágenes, pensamientos, escritos, etc.) pueda crear un libro en la nube que, luego, pueda ser leído por aquellas personas a las que el autor dé permiso. Puede ser el tradicional libro familiar con las vivencias del abuelo para uso de la propia familia, o un libro que aspire a tener distribución universal. Los lectores pueden también aportar material que enriquezca la biografía.
El sistema dispone de herramientas de maquetación de uso sencillo, en buena parte pensadas para personas de avanzada edad que son las que normalmente querrán realizar el compendio de sus memorias.
En este momento, una vez que todo el material está subido a la nube, la empresa imprime el libro en papel en cuantas copias sea necesario, normalmente en 48 horas. En el futuro se está pensando que pueda crearse, también, un libro digital.
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Literatura digital
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