30/5/14

Breathing Room




Breathing Room, de Erik Loyer para la firma Opertoon es una novela gráfica que utiliza la técnica del leap motion por la que un sensor determina el movimiento de las manos por encima de un PC y, en función de tales gestos, genera animación en la pantalla. En este caso, los gráficos, animaciones y la propia historia se desarrollan de manera diferente en función de cómo movamos las manos y como es muy improbable que repitamos la gesticulación, podemos decir que cada vez que se lee la novela, se lee de una manera diferente. Nos adentramos en un bosque con árboles cuyas frondas se mueven de acuerdo a nuestros gestos. A medida que la historia se desarrolla van apareciendo textos que nos narran qué ocurre en ciertos momentos, así como escuchamos el sonido del viento. También con el movimiento de nuestros dedos en el aire podemos hacer que corra más el reloj, acelerar la acción, etc.
 
La obra está todavía en desarrollo. Muy interesante, sobre todo por las posibilidades técnicas que propone y las fronteras que abre a la literatura digital.
 
En este enlace puede verse un vídeo promocional:
 





29/5/14

Transprose




Transprose es una aplicación que genera música adecuada a un cierta novela, reforzando la atmósfera de la misma. Se trata de una creación del músico y programador Hannah Davis y funciona analizando el texto para deducir cuál es el sentimiento predominante en él de entre ciertos predeterminados en una base de datos (tristeza, terror, alegría, inquietud…) y por trozos, de cuatro a ocho partes de la narración (por ejemplo, inicio, primer cuarto, tercer cuarto y conclusión). Para realizar este análisis computa cuantas palabras catalogadas encuentra y efectúa una deducción estadística para determinar qué sentimientos son predominantes. El diccionario se basa en una base de datos – un diccionario emocional- de la National Research Council of Canada con 14.000 entradas, eso sí en inglés. Cada palabra está catalogada en función de diez diferentes estados emocionales por lo que la paleta para elegir es sumamente amplia.

Tras haber determinado el sentimiento predominante en cada parte de la novela, compone una banda sonora “adecuada” a ese estado de ánimo atendiendo no sólo a la melodía sino a la armonía, ritmo, velocidad (motivos alegres son allegros y asuntos tristes son adagios), al tono (modo menor si el sentimiento es negativo o pesimista; mayor si es jovial o apasionado) y a la escala utilizada (temas alegres implican escalas más agudas; temas tristes, escalas más graves). Para los motivos melódicos hay tres temas, uno que refleja el sentimiento medio de toda la novela y otros dos temas que lo complementan basado en los dos sentimientos que más aparecen puntualmente en la obra.

 
Un ejemplo aplicado a las aventuras de Sherlock Holmes:





28/5/14

En retaguardia





La orden de movilización general se promulgó el seis de mayo, un día azul bañado por un sol hermoso, de atmósfera límpida, que contradecía lo que estaba sucediendo. Miles de ciudadanos salieron a las calles enardecidos de orgullo y proclamas, hubo desfiles por las avenidas del centro y el presidente dirigió una fervorosa alocución a la nación en la que recalcó cómo Dios se hallaba de nuestra parte.  Aquella tarde, mi padre volvió pronto del ministerio en donde ocupaba un cargo de cierta importancia.

-        Será un paseo militar, es lo que dicen todos – declaró - Así lo ha confirmado el mariscal. Doce divisiones están ya en la frontera dispuestas a acabar con el enemigo.

-        Pero la guerra siempre es horrible- protestó mi madre que se había sentado  apesadumbrada en la cocina.

-        Lo sé, pero una vez que hemos entrado en el infierno, o salimos victoriosos o nos quedamos en él. Ahora que la han desatado, sólo queda ganarla, me temo.
Encendió la televisión y escuchamos durante horas las noticias. Un buen puñado de analistas demostraban, más allá de cualquier duda racional, que el país vecino no era enemigo para nosotros, que nuestros carros de combate eran mucho más maniobrables y poderosos, que nuestros aviadores eran capaces de las más memorables hazañas.
Aquel entusiasmo duró apenas cuatro meses, justo hasta que comenzaron a llegar las notificaciones a las familias de los caídos y los funerales tristes llenaron el país por completo. Las cartas que los combatientes mandaban a sus esposas y a sus padres estaban repletas de espanto. Nadie entendía cómo con toda la tecnología militar de que disponíamos, con el avance de la técnica y la movilidad de las armas modernas, la batalla se había convertido en una contienda de trincheras, al más puro estilo de la gran primera guerra. Al contrario de lo que los generales habían asegurado- el Jefe del Estado Mayor había augurado que sería una operación de dos o tres semanas -, el frente se estancó  muy dentro de nuestro territorio y el flanco derecho de nuestros ejércitos se vio seriamente amenazado de ser envuelto, por lo que se hubo que recurrir a unas llamadas a filas que no estaban previstas, de jóvenes imberbes. Y entre estos casi adolescentes me encontraba yo mismo.

-       Lo matarán y matará – le escuché decir a mi madre mientras hablaba bajito con mi padre- Lo matarán y matará. Tienes que hacer algo. Un chiquillo como él no debe cargar toda su vida con tantos muertos o perder la vida para no recordar lo que hizo.

-        ¿Y qué quieres que haga?- él mantenía la cabeza gacha.

-        Lo que sea, lo que sea. Es un niño todavía. No sabe nada de la vida, menos aún de la guerra.

-        Es un chico sano, no puede alegar que tiene alguna incapacidad.

-        Me han dicho que algunos padres hieren a sus propios hijos para evitar que los lleven a las trincheras- mi madre parecía fuera de sí-; no sé, una pierna rota o una herida leve.

-        Sabes que eso está penado como traición. No digas barbaridades. Además, yo no podría herir a mi propio hijo. Y no todos mueren. La mayoría regresa a salvo.

-        Tampoco quiero que mate. Eso se recuerda toda la vida, la conciencia no olvida eso. Recuerda a tu abuelo. Las pesadillas le acompañaron toda su existencia – dijo ella.

-        Otros matarán por él.

-        ¿Y qué importa eso? – zanjó mi madre la conversación.- Tú eres el que estás en el ministerio.

No sé qué arreglos hizo mi padre, qué pagó o qué voluntades compró, pero lo cierto es que me adscribieron al regimiento 16 de la capital del sur, muy lejos de la contienda y donde ni siquiera había habido bombardeo aéreo alguno. El cuartel estaba cerca de una de las prisiones militares que se habían creado al inicio de la guerra, de modo que amén de las labores administrativas y de logística que me encomendaban, cada semana me tocaba hacer guardia en el presidio. Turnos de dos horas cada seis. Allá veía a aquellos pobres desgraciados, que hablaban un idioma que yo desconocía y que, en la mayoría de los casos, estaban enfermos y desnutridos. Estaba seguro que ellos también tendrían prisiones similares en su nación con prisioneros de nuestro país. Al menos, yo no tenía el riesgo de las trincheras, ni tenía que matar cada día. Los partes hablaban ya de cien mil muertos propios y un millón del enemigo. Los de ellos, justo lo contrario.
Entre tanto, nuestro ejército realizó algunas brillantes acciones y recuperó el terreno. Se decía que ya se habían entablado conversaciones de paz y que ambos países, viendo que las cosas estaban casi como al inicio de la contienda, exploraban una paz honrosa que ambos venderían, de mutuo acuerdo, como una gloriosa victoria.
Ya en diciembre, una tarde en que la nieve había cubierto el patio del cuartel, entró el capitán. Nos levantamos y nos pusimos en posición de firmes. El cabo dijo que iba a leer los nombres de diez soldados y que, una vez que escucháramos nuestros nombres, diésemos un paso al frente para acompañar al oficial.
Se me heló la sangre. No cabía duda de que vendrían a llevarnos al frente. Las cosas debían ir mal, las divisiones estar faltas de efectivos y comenzaban a cubrirlos con los soldados que estaban en retaguardia. Rogué a Dios para que no me tocara a mí.
Dios no quiso escucharme y el capitán dijo mi nombre. Temblando, di el paso al frente y unos minutos después marchaba al paso tras él en dirección al cuartel de la guardia, mi fusil en la mano y el casco de combate en la cabeza, pertrechado como para salir directamente hacia la frontera.

-        Mierda- susurré a mi compañero de formación- nos van a llevar al frente.

-        No digas chorradas- me contestó él.

-        ¿No vamos al frente?

-        Claro que no, ya tenemos suficientes efectivos allá y, además, sé de buena fuente que la suerte de las armas nos está favoreciendo. Hemos recuperado todo el territorio ocupado y se ve cerca el armisticio.

Di un suspiro y dejé de temblar. El destino me era favorable. Con suerte, iba a poder sobrevivir a aquella guerra sin que la muerte me rondara.
-        ¿A dónde vamos, entonces? – pregunté.
No pudo contestarme porque el capitán nos ordenó parar y leyó las órdenes.
-        Soldados, habéis sido elegidos para formar parte de un pelotón de ejecución. Se trata de enemigos traidores. ¡Por la patria! - vociferó.
Los vi entonces. Eran diez hombres y estaban frente a la tapia, atadas sus manos a la espalda. Me miraban con terror.
Me dieron dos balas y nos exhortaron a apuntar al corazón.





27/5/14

Superficies táctiles





Nos estamos acostumbrando a las pantallas táctiles, especialmente en las tabletas, y los libros enriquecidos, por ejemplo, basan su interactividad en gran medida en esta característica. Pero, hasta el momento, las pantallas requieren precisamente eso: una pantalla y, además, una interacción capacitiva entre nuestro dedo y la misma.

La empresa Metaio está experimentando ahora con una tecnología sustitutiva que se basa en infrarrojos y que podría potencialmente convertir cualquier superficie en interactiva, incluido el papel. De momento se trata sólo de prototipos bastante engorrosos de portar pero la idea técnica es interesante.

Se fundamente en dos cámaras, una de infrarrojos, que detectan a qué temperatura se encuentra la superficie a manejar en cada uno de sus puntos y en cada momento. Cuando por el contacto con nuestro dedo (que puede ir enguantado también) esa temperatura cambia, el sistema sabe que es ahí donde se ha tocado y efectúa las acciones requeridas.

Muchos hemos visto ese famoso vídeo en que un bebé intenta manejar una revista en papel como si fuera un Ipad, moviendo sus deditos sobre el papel. Quizá lograrlo no esté tan lejos.




Un vídeo promocional:




26/5/14

Glazier Blue Ice Glacier





Glazier Blue Ice Glacier de Loss Pequeño Glazier es un pequeño juego poético digital, naif, de infantil estética, que presenta pensamientos y versos moviéndose por la pantalla en función de la interacción que permite con el usuario que se fundamente en enlaces escondidos en las letras. Programado en Flash no aporta gran cosa.

25/5/14

Ruben and Lullaby





Ruben and Lullaby, de Erik Loyer con ilustraciones de Ezra Claytan Daniels, es una narración sin palabras interactiva diseñada para el Ipad y el IPod Touch que permite al lector generar estados de ánimo en los personajes en función de cómo maneje el dispositivo. Estos estados de ánimo, esta historia muda que podemos ir construyendo, se refleja en las expresiones faciales de los caracteres y en el enfoque cinematográfico de cada escena. Un cómic en el que podemos modelar la disputa de dos amantes en el parque. Las acciones son evidentes para el usuario y, así, agitar la tableta enoja todavía más a los personajes mientras que tocar dulcemente la pantalla los tranquiliza.

Puede descargarse desde este enlace.

Un vídeo promocional:






 

24/5/14

Liminal && lucent




Liminal && Lucent es un proyecto transmedia de las eslovacas Zuzana Husárová y Amalia Roxana Filip que incluye dos libros de poemas visuales, archivos de sonidos y performances en vivo. Los sonidos grabados siguen el mismo esquema conceptual que los libros. Liminal && Lucent nos habla del universo y del viaje a través del espacio y otras dimensiones, todo estructurado en 5 partes. Las palabras son tratadas y deformadas, mezcladas con otros muchos sonidos hasta lograr una atmósfera onírica y misteriosa.
 
El libro se puede comprar en Artforum y los ficheros sonoros pueden escucharse en este enlace.  
 
 
 

22/5/14

Still standing





Still Standing, de Bruno Nadeau y Jason Lewis es una instalación literaria interactiva en la que los textos conforman caligramas siguiendo la silueta de nuestro cuerpo. Como el nombre de la obra indica, debemos permanecer inmóviles ante la pantalla. Si la cámara detecta que nos movemos, los millares de letras permanecen vibrando al pie de la imagen sin decidirse a tomar sus posiciones. Mas cuando la cámara detecta que nos hemos quedado quietos, estas letras van ascendiendo y posicionándose en sus correctas posiciones pero siempre constreñidas por la silueta de nuestra persona hasta que, poco a poco, el poema es completamente legible y conforma el caligrama. Una metáfora sobre cómo la lectura requiere quietud y atención, pararse para reflexionar.
 
Un vídeo explicativo en este enlace.
 
 
 




 

21/5/14

XI Congreso Internacional de Lingüística General





Desde hoy y hasta el próximo viernes se celebra en la Universidad de Navarra, en Pamplona, el undécimo Congreso Internacional de Lingüística General con numerosas ponencias, paneles expositores y mesas redondas.
 
Todos los datos y detalle del programa pueden leerse en este enlace.
 
 

Fabricar historias




Fabricar historias, (Mondadori, 2014), de Chris Ware trae aire fresco al libro en papel en un mundo que va a hacia la digitalización. Un libro, un cómic, que comienza en una caja de donde salen unos póster que a los que tenemos cierta edad nos recuerdan los edificios de "13 Rue del Percebe" y sobre los que aparecen personajes solitarios, desengañados, anodinos, nostálgicos de un mundo mejor que no acaba de llegarles. El lector puede así espiar lo que ocurre en esas vidas como si fuera un voyeur que se asoma por las rendijas de los muros resquebrajados de las casas en Chicago.
 
Se trata de 14 páginas de tamaño y formato distintos que varían entre el clásico tebeo y el juego de Juegos Reunidos, el periódico, el póster o el libro convencional. Todo ello está incluido en la caja y el lector es libre de leerlo en cualquier orden. Una oda a lo que puede hacerse con papel, una reivindicación de que los enlaces, la fragmentación, la flexibilidad y la interactividad no son campos exclusivos de lo digital. Un trabajo artesanal con tamaños diferentes, gramajes de papel diferentes, doblados diferentes, encuadernaciones diferentes, que no es fácil de imprimir, por otro lado.
 
 Fabricar historias ganó el premio Eisner en el 2013.

 
 

20/5/14

El dossier






Se sorprendió al verlo entrar. Su secretaria no le había avisado ni él recordaba haber citado a Etxanobe.

-        ¿Qué haces aquí? – preguntó Gabilondo orgullosamente. No le era preciso explicar que aquel individuo no tenía el nivel suficiente como para deambular libremente por la planta sexta, menos aún para entrar en su despacho.

Se dirigió al interfono y pulsó un par de veces la tecla verde pero por respuesta sólo obtuvo el carraspeo metálico que el altavoz emitió al recibir corriente eléctrica.

-        No se preocupe. No está. He aprovechado el tiempo de la pausa de su secretaria para entrar.

-        Pues ya estás saliendo si no quieres que avise a seguridad y estar mañana en la cola del INEM.

-        Seguro que tendrá un minuto para mí- contestó Etxanobe, al tiempo que colocaba un dossier sobre la mesa.

Sintió que había dado en el clavo. El rostro de Gabilondo empalideció y los ojos del hombre se fijaron en el título del dossier.

-        ¿Cómo tienes tú esto?

-        Eso carece de interés. El caso es que lo tengo – hizo una pausa- … y, por supuesto, es sólo una copia. El original lo tengo a buen recaudo custodiado por un buen amigo.

Gabilondo era el director general de la Corporación, un ejecutivo bien considerado que sabía mover los capitales y maximizar el retorno a los accionistas. A sus cincuenta y cinco años, disfrutaba de una vida envidiable. Divorciado, no le faltaban mujeres y aunque sabía que el interés de las mismas estaba más en su velero de doce metros que en su apostura, no le importaba. También el interés de él por ellas estaba en sus pechos y en su sexo, no en la conversación que pudieran tener. Era, pensaba, un trato justo en el que todo el mundo conocía el interés del otro, una transacción honesta, un negocio más, un win-win.

Por su lado, Etxanobe era un tipo ordinario, también divorciado, bien considerado en la empresa como gestor de cuentas medias, propietario de un pisito en las afueras y con algo de dinero en la cuenta corriente gracias a que no había habido hijos en su matrimonio y su mujer había querido perder de vista incluso lo poco que el juez podía ofrecerle tras la separación.

-        ¿Quién te ha dado esto? – volvió a preguntar Gabilondo. Industrias Sendemgen marchaba viento en popa desde que él había accedido a la dirección ejecutiva y el Consejo de Administración le respaldaba ampliamente. Mierda como aquella era lo que menos necesitaba en aquel momento.

-        Ya le he dicho que carece de interés. Lo importante es qué quiero yo, ¿no le parece?

Gabilondo calló y se sentó en su sillón de cuero. Tomó un cigarrillo y ofreció otro a su interlocutor que lo rechazó. Se tomó su tiempo en encenderlo, en aspirar el humo de la primera calada y en coger con su mano izquierda el documento que el otro hombre había colocado sobre la mesa. Era una aficionado, de eso no cabía duda, porque estaba intranquilo, inseguro, sin saberse mover en conversaciones poco legales.

Informe B-89000 era el título del dossier y el gerente sabía bien qué contenía. Había sido un buen negocio, de eso no cabía duda. Tener unas ganancias de ochenta millones de euros en dos días no es algo que ocurra a menudo. Seis  millones habían sido su comisión, el resto había ido a resultados extraordinarios y los miembros del Consejo no preguntaron mucho al ver las cifras. El mecanismo de la operación había sido legal y cualquiera que investigara la estructura financiera del negocio afirmaría que no había mácula alguna en él. Habían tributado a Hacienda y la Auditoría afirmaría sin duda que no había nada turbio en la compra de la otra empresa. ¿Que habían comprado barato? Sí, por supuesto, de eso se trata en los negocios, de saber aprovechar las oportunidades.

Lo que el Consejo no sabía eran las razones por las que la otra compañía había decidido vender a tan buen precio.

-        No hay nada como fotografiar a un tipo casado con dos rubias en pelotas y hasta las cejas de polvito blanco para que ofrezca un buen precio – pensó para sí Gabilondo, mientras ojeaba la carpeta.

Las fotos eran muy buenas, perfectamente claras a pesar de haber sido tomadas con un teleobjetivo a cierta distancia, las dos chavalas estaban para morirse de gusto, Pérez Santanella, el dueño de Impsist Co. parecía un cerdo. La mejor era en la que estaba esnifando junto a la tía más alta. Una golosina para la prensa y la policía.

No había sido complicado. El mismo Gabilondo había contactado con Therese – un gesto de excitación le vino involuntariamente a la cara cuando pensó en ella- para que le consiguiera las dos mujeres. Debían ser maravillosas, hermosas y dispuestas a todo pero también discretas y de lejana nacionalidad, no conocidas por la pasma, que vinieran – first class para el pasaje, por supuesto-, hicieran lo que tenían que hacer, y se volvieran a su país sin dejar más rastro. Therese no podía haber hecho un trabajo mejor con aquellas dos finlandesas que ni siquiera hubieron de presentar el pasaporte en la aduana. Son las ventajas que tiene el pertenecer a la Unión Europea. Un Bentley las había recogido en el aeropuerto y llevado al chalet en la sierra. El dinero se les había ingresado en varias cuentas para que las cantidades no llamaran la atención. Nada ni nadie las ligaría con Santanella. El tipo que había hecho las fotos, un detective con su carrera en capa caída pero eficaz y dispuesto a lo que fuera por hacerse con un buen dinero, creía que el encargo de fotografiar al hombre era de una esposa harta del peso de los cuernos. Estuvo bien la jugada. Engañó a todos. Envió a María, su secretaria, a la oficina del detective con un sobre que contenía el encargo e instruida para que no diera nombres y hablara lo menos posible, sin saber realmente de qué se trataba. Ella pensó que era un trabajo más de la oficina. El investigador no preguntó cuando vio el dinero y pensó que aquella mujer era la esposa despechada que no quería hablar mucho de su vida privada.

El único que le podía ligar con el chantaje era el propio Santanella porque Gabilondo no había podido evitar la tentación de ver la cara de pavor que se le puso al observar las fotografías. El acuerdo había sido sencillo. Les vendía la empresa por setenta millones, ochenta menos de lo que realmente valía, en el plazo de una semana o las fotos llegaban a su mujer y a la policía que estaría sin duda interesada en toda aquella cantidad de poppers, cocaína y metaclorofenilpiperazina.

El único error- ahora lo veía claro- había sido guardar las fotos y la cinta con la grabación de la conversación. Debía haberlo destruido todo una vez realizada la transcripción. Cómo Etxanobe había conseguido aquella información era algo de lo que tendría que ocuparse más tarde y seguramente empezaría por la agencia de detectives.

-        ¿Qué quieres? – exhaló lentamente el humo del cigarro, con cierta desgana.

-        Primero, diga a su secretaria que no nos molesten- contestó Gabilondo con evidente nerviosismo.

El director pulsó el botón del intercomunicador y le dijo a María que no le pasaran llamadas, que iba a estar un buen rato ocupado con Etxanobe por un asunto urgente.

-        Y bien,… ¿Qué cojones quieres?

-        Compartir los beneficios. Creo que es algo justo. Ya sabe, lo dicen los carteles esos que hace colgar por las oficinas con la misión de la empresa, sobre el proyecto… ¿Cómo dice?... ilusionante y compartido… - sonrió-… bien, compartamos.

-        ¿Cuánto? – Gabilondo conocía el alma humana. No había necesidad de discutir y sería ridículo intentar convencerle. Sólo era cuestión de dinero.

-        Diez millones.

Gabilondo soltó una sonora carcajada mientras giraba a izquierda y derecha en su silla de cuero inglés. Etxanobe era a todas luces un imbécil que no sabía siquiera qué estaba haciendo. Lo notaba en cómo le sudaban las manos, en cómo movía la pierna con un tembleque que sólo podía producirlo el miedo.

-        Y te hago una transferencia a tu cuenta, ¿verdad? – sabía que era sólo el inicio del teatro negociador-. Eres más listo que todo eso. Nadie tiene diez millones en la caja para darlos de sopetón. No creerás que eso de los maletines llenos de billetes pequeños ocurre fuera de las películas, ¿no? Habría que hacer una transferencia. ¿Tienes cuenta en Suiza?, ¿en Maldivas?, ¿en Gibraltar?, ¿acaso en Belice?.. no, seguro que no. Eres sólo un desgraciado, un aficionado.

-        Bien, llamaré a un amigo para que mandé una copia de todo esto a la policía – Etxanobe sacó su móvil.

-        Espera, espera, no nos hagamos los machitos. Esto son negocios y podemos hablar. – nervioso sí, pero sabía hacer su papel aquel monigote chantajista, pensó Etxanobe.

-        Hablemos.

-        Tú quieres dinero, retirarte, perderte por ahí, ¿no? … lo entiendo, lo entiendo, pero para eso no necesitas diez millones ni correr riesgos…

-        ¿Ah, no?

-        No, y sé que lo sabes.

-        ¿Qué propone? – Etxanobe bajó la vista, con una timidez impropia del momento.

-        Tú necesitas cash, pasta en negro, no quieres ningún banco tras tus operaciones y menos todavía a los fiscales preguntando, ¿me equivoco?

-        Bueno, sí…- contestó Etxanobe.

-        Digamos que te llevas ahora todo lo que tengamos en caja.

-        Si es poco… ni lo piense.

-        Espera…

Gabilondo tomó el teléfono y marcó cuatro números. Eran la extensión del departamento financiero.

-        Hola, López. Soy Gabilondo- dijo cuando alguien descolgó al otro lado de la línea. Etxanobe supo que López era el director financiero, le conocía. - ¿Cuánto tenemos en caja en este momento? ¿Dos millones?... ¿Podríamos hacer un pago inmediato urgente?... ya veo… gracias, te llamo enseguida o envío a María.

Colgó y esperó un rato hasta volver a hablar.

-        ¿Dos millones estaría bien? Los coges ahora mismo, sales por esa puerta, te vas a morirte en la playa caribeña que te salga de los huevos y no vuelvo a verte más – por el tono dio a entender que sería capaz de cualquier cosa si volviera a España.

-        Cuatro. Le conozco. Sabe negociar. Seguro que López le ha dicho que tiene cuatro – se inclinó hacia adelante mientras se secaba el sudor del cuello con la mano.

-        No eras tan tonto como pensaba- le miró atentamente. - ¿Tres?

-        Puede valer. Dígale a esa rubia que está ahí fuera que vaya a por el dinero y lo traiga en mano. Ya sabes –le tuteó, en un alarde de valor-, el maletín y todo eso de lo que me has hablado antes. Serán unos mil billetes. Quizá hagan falta dos maletines, ¿verdad? – sonrió con ironía.

Gabilondo se acercó al intercomunicado.

-        María. Haga el favor de acercarse al despacho del director financiero y traiga dos maletines con documentos que le va a entregar el señor López. Los necesitamos para la reunión que estoy haciendo. Es urgente.

Volvió a revisar el dossier.

-        Esto se quedará conmigo. Antes de llevarse el dinero, por supuesto, necesito que me entregues los originales.

-        Se los haré llegar- contestó Etxanobe.

-        ¿Me tomas por gilipollas? – Gabilondo dio una palmada sobre la mesa.- Ahora mismo coges el teléfono y le dices a tu compinche que te traiga el original cagando leches, ¿entiendes? Me dais las fotos y la grabación y yo os doy los maletines. Así, o nada.

-        Está bien.- Etxanobe volvió a bajar su mirada.

-        Pues haz la llamada de una puta vez. María estará aquí en diez o quince minutos.

Etxanobe tapó el teclado con una mano mientras pulsaba con la otra, asegurándose que Gabilondo no pudiera intuir el número que marcaba.

-        Soy yo- hablaba bajito como si eso tuviera importancia a través del móvil-, tenemos un acuerdo. Sí, sí, trae el original. Me esperas abajo en diez minutos… ¿Puedes?... sí, aparcas en doble fila… serán unos segundos…luego, ya sabes dónde nos encontraremos… que sí, que sí, que está todo acordado….

Finalizó la llamada y guardo el celular en el bolsillo.

-        En diez minutos bajo y hacemos el intercambio.

-        Bien- contestó serio el director general.

-        No haga ninguna treta mientras me ausento. Al menor signo de policías o personal de seguridad, me largo en el coche de mi amigo y lo siguiente que sabrá de este asunto será el ver su nombre en los periódicos.

-        Tranquilo, campeón. Soy hombre de negocios. Cumple y cumpliré. Eso sí, si vuelvo a verte alguna vez, sea donde sea en este país, o me entero que has regresado o que estas cerca, te aseguro que gastaré mucho dinero para que te hagan muuuuucho daño – alargó la u durante varios segundos.

-        No se preocupe. Quiero vivir la vida lejos.

-        Eso está bien. ¿Tienes mujer? – tomó un puro, le cortó la punta y le prendió.

-        La tuve… pero ahora, he conocido a otra chica… pensamos casarnos.

-        Bien, bien, está bien, aunque si me permites un consejo lo mejor es estar soltero. Con el dinero que me estás quitando no te faltarán mujeres. – se repanchingó en la silla.

-        Prefiero casarme. Es una mujer estupenda.

-        Ya veo, ya veo, enamorado. Bueno, eres joven, ya aprenderás. Te veo nervioso, chaval.

Dejaron de hablar mientras pasaban los minutos. Etxanobe miraba a un lado y a otro, inquieto. Definitivamente, aquel crío no estaba hecho para chantajear. Gabilondo estaba dándole vueltas a proponer una rebaja. Estaba seguro que apretando las clavijas a aquel hombre, podía dejar el acuerdo en un millón, quizá en medio millón. Cuantos más minutos pasaban, más nervioso estaba, Quizá podía amenazarle con llamar a seguridad.

-        ¿Sabe? – dijo de pronto Etxanobe.

-        ¿Qué?

-        Que he cambiado de idea. Esto está mal. Lo siento, yo no sirvo para esto.

-        ¿De qué cojones estás hablando? ¿Has perdido el juicio? – lo sabía, lo sabía, pensó Gabilondo. Este se raja. Medio millón y sobra.

-        Esto que estoy haciendo está mal. Su chantaje a  Impsist Co.  estuvo mal pero yo estoy haciendo lo mismo. Yo no soy así.

-        Estás peor de lo que pensaba – Gabilondo se echó a reír con fuerza-, si no supiera que eres imbécil creería que hay una cámara oculta, ya sabes, un programa de esos en que pillan a la gente haciendo gansadas.

-        Quédese con el dossier. No quiero el dinero… yo, lo siento,… ha sido una mala acción - Etxanobe sudaba.

-        Esto no queda así, gilipollas – Gabilondo se levantó y se acercó al otro hombre. Era el momento de tomar el mando, de mostrar quién era el jefe. Le echó una buena vaharada de humo en su cara y le miró con despreció- Esto no queda así. No estoy dispuesto a que me chantajees cuando te dé otra vez la locura o el viento sur te altere las dos neuronas que tienes. Si no quieres el dinero, lo entiendo, lo entiendo. Respeto tu integridad, tu conciencia y todo eso. No seré yo quién te obligue a cogerlo. Además, tienes razón. No debes mancharte las manos con dinero sucio. Haces bien, haces bien. Pero, eso sí, o me das los originales o eres hombre muerto.

-        De acuerdo- Etxanobe temblaba-, ahora cuando llegue mi amigo bajo y se lo traigo. Y, luego, me voy para siempre. He cometido un error y no quiero seguir cometiéndolo.

Gabilondo volvió a su sillón mientras reía. Sonó el móvil de Etxanobe.

-        ¿Sí? … ¿Estás abajo?... Voy enseguida.

-        Ni se te ocurra pegármela… - le amenazó Gabilondo.

Etxanobe salió caminando rápido. Gabilondo pensó que no todo el mundo tiene las agallas para triunfar en el competitivo mundo actual. Por algo él era director general y aquel mequetrefe un empleado mal pagado. Le veía tan asustado al pobre infeliz. Tomó el teléfono y llamó a López.

-        ¿Lopez?... si, soy Gabilondo. Oye… olvida lo del dinero. Ya no hace falta. Lo he resuelto de otra manera.

El cielo se había encapotado e iba a llover. Una luz plateada se filtraba por entre las nubes y se reflejaba en los ventanales de los rascacielos del centro de la ciudad.

-        ¿Cómo? ¿Qué cojones quieres decir? ¿Qué se los diste a María hace rato?....

Colgó golpeando el auricular contra el aparato y apretó el intercomunicador.

-        ¿María? ¿María?

Nadie contestó y se dirigió a la puerta. Salió y se acercó a las mesas de las secretarias.

-        ¿Y María? – preguntó serio.

-        Dijo que no volvería hoy. Se ha llevado sus cosas. ¿La ha despedido, señor? Se le notaba nerviosa y afectada.

En la calle, Etxanobe entró en un Volkswagen Polo azul que estaba aparcado en segunda fila.

-        ¿Lo tienes? – preguntó él mientras posaba su mano en el muslo de la mujer.

-        Claro, y los pasajes, y las maletas están atrás y el contrato del apartamento está cancelado con el casero- sonrió mientras ofrecía sus labios.

-        Eres estupenda María.- Etxanobe la besó con seguridad.