Crónica de lo sucedido en la mina de Corpus Christi, (2014), de Félix Remírez, es una novela corta digital que
narra una historia de intrigas, conspiraciones y corruptelas coloniales en la
Honduras de finales del siglo XVI.
A la corte de Felipe II llegan noticias contradictorias
sobre lo que está sucediendo en las mimas de plata del centro del istmo,
particularmente en la de Corpus Christi. Por un lado, el padre Martín de Abásolo informa que, contraviniendo
las leyes nuevas, el encomendero esclaviza a los indígenas y somete las
rebeliones a sangre y fuego con cientos de víctimas. Pero, a la vez, las
noticias que llegan de la encomienda y de todas las autoridades son que reina
la calma en la región. Juan Díez, un maestro metalúrgico es encomendado por el rey para que
se traslade hasta Honduras y, discretamente, indague y averigüe la verdad de lo
que está sucediendo. Juan Díez se verá pronto envuelto en un mar de intrigas y fechorías
que ponen en riesgo su propia vida. Todos los que se cruzan en su camino, la
familia Berrozar, el alguacil Pinzón Mestre, el capataz Ávila y su ayudante, el
indio Martijo, el cacique Sicumba, el gobernador y los demás personajes,
parecen actuar de manera sospechosa y torticera. Díez va tomando notas,
entrevista a cada individuo y viaja por aquellas tierras indómitas para
intentar averiguar qué está sucediendo. El lector vivirá junto a Juan Díez
la aventura y deberá, con él, reconstruir los sucesos en base a todas las informaciones
fragmentarias, falsas en ocasiones, interesadas en otras, contradictorias la más
de las veces. Las ambiciones personales, las tramas políticas, el ansia de
poder y la codicia de todos, harán que la labor de Díez y del lector no sea
sencilla.
Se trata de una novela corta porque, de escribirse en papel,
ocuparía unas 80 páginas, eso sin contar el material gráfico. En un escenario
de cataratas bravas y selvas generosas, el lector puede desplazarse a su través
(con efectos de parallax) encontrando los materiales que Díez va acumulando en su investigación. Bien
sean dibujos y apuntes que ha realizado, o bien las transcripciones de lo que
ha hablado con cada personajes, vídeos que muestran lo que su retina ha grabado
al visitar los lugares más emblemáticos y su diario en el que cada día se
enlazará con nuevas ventanas con más información. En cada zona de la selva
aparecerán escenas, animales y personas que se moverán a su antojo por la
pantalla, habiéndose de esperar a que completen sus movimientos para poder
saltar a otra área. Siempre, rodeados por el sonido de la jungla tropical que
nos acompañará a lo largo de toda la lectura.
Aunque recomiendo iniciar la lectura por la explicación que
se da en la primera pantalla, la lectura es absolutamente libre y puede hacerse
de muchas maneras distintas. Leyéndolo todo, el lector podrá comprender qué
sucede en Corpus Christi, del mismo modo que lo acaba haciendo Juan Díez. Pero,
el orden de lectura que tome determinará una experiencia u otra.
Crónica de lo sucedido en la mina de Corpus
Christi está programada en Flash CS5 y, por tanto, debe leerse en
plataformas que permitan Flash (es decir, el Ipad no podrá hacerlo). La resolución
óptima es de 1280 x 1024 píxeles o mayor.
Las zonas más importantes de lectura son:
·
La pantalla de inicio, donde se recomienda
comenzar, en que Díez narra cómo se le encomendó el encargo.
·
El diario, donde Díez ha ido anotando los más
importantes eventos de cada jornada.
·
Las memorias en las que Díez transcribe lo que
ha hablado con cada individuo. Fiel al encargo de mantener la discreción,
prefiere charlar sin apuntar nada para que sus interlocutores no sospechen,
debiendo escribir de memoria y a solas lo que ha escuchado cuando se encierra, más
tarde, en su cámara.
·
Los apuntes y gráficos que ha ido tomando sobre
las minas, sobre cómo se extrae la plata, sobre la selva o sobre las aún
inexploradas tierras hondureñas en el año de 1578.
·
Los paisajes que mantiene en su memoria (que en
la aplicación digital aparecen como vídeos): la travesía por el río Ulua, la
población de Gracias, las galerías de las minas, la montaña del Celaque o las
rebeliones de los lencas ante los conquistadores.
La historia es ficticia así como la mayoría de sus
personajes pero los escenarios social, político, geográfico, toponímico e histórico son realistas y para
construirlos se han analizado numerosas informaciones académicas y ensayos
sobre el final del XVI en Honduras, México y Centroamérica.
Así se inicia la aventura:
6 de noviembre de 1578
Se me hace harto complicado informar a Su Majestad. Lo único cierto es que todos mienten. ¿Acaso creen los
terratenientes, acaso piensan Álvaro Berrozar o Pedro Pinzón que pueden robar a
la corona, a la nación, hacerse ricos, sin que me percate de ello? ¿Acaso Ávila
puede suponer que no es evidente la brutalidad con la que se ha comportado y
quién le paga? ¿Piensa el cacique Sicumba que no conozco sus salvajes fechorías
y sus intenciones? ¿Imaginan que no sé contar los fajos de azogue o las carretas
de plata?
Sé qué ocurre. Sin embargo, es difícil plasmar
en un juicio ordenado y justo todo lo que mi conciencia me dicta para que sea
entendido por otros que aquí no han estado, para que se dicte justa sentencia.
He de esforzarme en recomponer todos mis hallazgos en una historia lineal y
comprensible.En este océano de engaños y falsedades no resulta sencillo escribir con frialdad y criterio, para aconsejar a mi buen Rey qué proceder es el más ajustado al derecho de Castilla y a la moral de nuestra religión. El tornaviaje a Sevilla ha de durar más de cuatro semanas y habré de tener tiempo para reflexionar sobre todo lo acontecido, leer y releer las anotaciones que puntualmente he ido tomando y orar a Nuestro Señor con denuedo para que tenga a bien iluminar mi criterio y mi razón.
La manera sutil que al llegar ideé para llevar a cabo mi
investigación - indirecta sin duda-, tomando notas en soledad y fiándome del
recuerdo, me obliga ahora a recomponer este rompecabezas que son mis anotaciones
para dar forma y certificar lo que ya sé en mi intuición y mi pensamiento.
Cuando estaba frente a todos ellos, prefería atender con esmero, fijarme en sus
rostros, detectar pequeños estados de ánimo, apreciar la verdad o la mentira en
sus gestos. Prefería eso a estar tomando notas que, por otro lado, les hubieran
puesto en alerta frente a mí. Así, cada noche, he transcrito las conversaciones
como si las estuviera reviviendo, aún con el riesgo de que mi enojo o mi
perplejidad me hayan hecho cambiar las palabras exactas. Poco importa porque
estoy seguro de haber escrito lo sustancial con certeza.
Qué lejos queda ya la tarde del 6 de julio cuando yo, Juan
Díez, humilde metalúrgico, recibí la llamada de Gonzalo Ramírez, colaborador
estrecho del de Éboli, Ruy Gómez, a su vez íntimo amigo de Su Majestad.
Recuerdo todavía vivamente cómo quedé impresionado al ser requerido a palacio.
Cuando uno ha cumplido los cuarenta años y siempre se ha mostrado discreto en
sus asuntos, parece inverosímil que uno puedo ser solicitado desde las más
altas instancias.
- Ante todo, os pido que me deis vuestra palabra de que todo
lo que conversaremos esta tarde habrá de mantenerse en secreto- recuerdo que me
dijo Ramírez cuando nos quedamos a solas en su despacho y sin apenas
presentaciones.
Por supuesto, juré por mi honor que así sería, aun sin saber
de qué asunto se trataba ni por qué había sido elegido para servir a la corona,
cualquiera que fuera la tarea.
Hízome un largo preludio sobre las posesiones del Rey en
Nueva España, los beneficios que aquellas tierras representaban para la
península y el destino evangelizador que los españoles teníamos en aquellas
latitudes, dando repetidamente gracias al Señor por haber sido elegidos como
medio para expandir su palabra. Debió ver el bueno de Gonzalo que toda aquella
perorata no hacía mella en mi sentimiento ni me enardecía patrióticamente por
lo que fue pronto cuando decidió centrarse en el auténtico asunto por el que me
había hecho llamar.
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