26/3/08

Tu último regalo





El regalo más preciado que me diste fue el más pequeño. Miento, pequeño en lo material, gigantesco en el esfuerzo que te costó hacérmelo, infinitamente grande en mi aprecio, en mi recuerdo, en mi gratitud.

La enfermedad te había ya vencido. Te costaba respirar, caminar, moverte. Habíamos ido al médico que nos dio las buenas palabras de siempre, los deseos habituales y la certeza, en su mirada y en el tono de su voz, de que el tiempo huía más rápido que nunca.

Te ayudé a desvestirte y a acostarte. La habitación con poca luz para que descansaras. Hacía frío fuera. 

- Mira en mi bolso- dijiste- hay algo para ti.

Lo abrí y había un paquetito, envuelto precariamente, con un nombre escrito – Nuria- que no era el mío. Era una cajita de bombones. La habías mandado comprar y alguien la había mal envuelto. En medio del abismo, estabas pensando en mí. Habías dicho de poner un nombre cualquiera para que te lo hicieran sin que nada te preguntaran. 

- Lo siento- no he podido comprarte algo mejor para tu cumpleaños- sonreíste lo más que te dio el ánimo, como pidiéndome perdón- He engañado a Laia para que fuera a la pastelería.

Te comí a besos y te abracé con toda mi alma. Nos los cominos juntos, yo más que tú. 

Hasta hoy, mi tierna compañera, es el regalo más maravilloso que nadie me ha hecho, el que jamás olvidaré, el de un valor infinito y sublime.



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