La tarde es tórrida y está sudando, parado en la fila del
bus. El sol del trópico cae a plomo y él continúa batallando con su móvil. Flecha
derecha dos veces, flecha arriba una, otra vez la de abajo… Es lo que tienen
estos teléfonos nuevos que lo llevan todo, que uno se lía con tantas opciones.
El autobús tiene ya retraso. Lo sabe porque hace rato que han sonado las
campanas de Santa María, a dos manzanas, en la plaza. Este mensaje que le
aparece le suena, recuerda su forma. Lo intenta a partir de aquí. Cree recordar
lo que debe hacer. Dos veces la tecla de abajo, una vez a la derecha, otra vez
abajo… Nada, no es esa opción, continúa sin acertar. A veces este cacharro le
saca de quicio pero, en general, está contento con él. Los amigos le envidian y
le gusta hablar por él cuando está rodeado de gente para demostrar que no es un
cualquiera. Está enganchado a los vídeos y las fotos que le mandan. Sobre todo su
amigo Narciso, que es una fiera en esto de mandar vídeos cachondos. Joder con
el transporte, cada día está peor. La fila es cada vez más larga. El tipo que
tiene detrás le mira mientras batalla con el aparato. Siente su mirada por
encima del hombro. No le extraña que le observe, tiene un buen
smarfon, le costó el jornal de dos meses porque estos
teléfonos son molones pero carísimos también. A ver si acierta con la nueva
opción. Dos veces a la derecha, una abajo, a la derecha… Algo le suenan estos
signos. Tampoco, mala suerte. Le ha dado a los emoticonos y los dibujitos
amarillos y azules saltan por la pantalla. Pero no quiere eso. Le da a la tecla
roja pero sólo logra que aparezca un mensaje que no entiende. Tendrá que
preguntar. Al tipo este que no le quita ojo, por ejemplo.
-
Perdón, ¿podría decirme qué pone aquí?- le
muestra la pantallita
-
Pulse asterisco para continuar- contesta el otro.
-
Gracias- le dice. Ahora ya sabe qué tiene que
hacer. Después de asterisco, dos veces a la flecha abajo y cuatro veces a la
flecha izquierda.
-
¿Ya? Con estas pantallas tan pequeñas se deja
uno la vista, ¿verdad? – es simpático el tipo.
-
Sí, gracias, cada día más pequeñas y sin gafas….
- le contesta. Nunca le diría que lo que ocurre es que no sabe leer. Ahora sí, dos veces tecla abajo, tres a la derecha, una abajo, una a la derecha.
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